Columna de Ketty Cazorla: Cronopolítica para valorar el trabajo de cuidar(nos)



En plena discusión se encuentra el proyecto de ley de conciliación de la vida familiar, personal y laboral en Chile, iniciativa que incorporaría el derecho a jornadas híbridas para las y los trabajadores que desarrollen labores de cuidado de niños o niñas menores de doce años y cualquier persona en situación de dependencia que requiere apoyos moderados o profundos. Con ello, se buscaría proteger formas de trabajo que resultaron factibles durante la pandemia, y que terminada la alerta sanitaria por Covid-19, no contarían con respaldo legal, como el teletrabajo o el trabajo a distancia.

Son cada vez más las personas cuidadoras en Chile, quienes además de trabajar en el cuidado no remunerado de algún familiar, deben trabajar remuneradamente en condiciones de conciliación que exigen un alto costo personal. Durante años, estas personas han reclamado por el bajo reconocimiento social que tiene el tiempo que dedican al cuidar, tiempo que va en aumento por el crecimiento de la dependencia de la población mayor o porque las familias tienden a vivir en núcleos más pequeños y separados por generaciones, entre otras razones.

Esta progresiva demanda de cuidados hace emerger un nuevo tipo de pobreza: la pobreza de tiempo que sufre la persona cuidadora. Este es el tipo de pobreza de quien diariamente, se enfrenta a las considerables barreras para llegar a tiempo al itinerario estricto del ritmo de vida neoliberal. Además de vivir bajo la constante invisibilización de la desincronización que significa la vida cotidiana de un cuidador que trabaja.

Si deseamos transitar hacia una sociedad de cuidado, debemos ser capaces de propiciar un entorno que proteja la práctica del cuidar tanto desde lo espacial como desde lo temporal. Y este proyecto de ley sobre conciliación de vida familiar, personal y laboral, es sin duda, un hito valioso que va en favor de esta ruta. Sin embargo, debemos comprender que estas iniciativas no se restringen solo al ámbito del trabajo, sino que también traen efectos positivos en otros ámbitos, como la salud mental de las familias, el impacto socioambiental, la movilidad en la ciudad, entre muchos otros. Esto implica entender que este tipo de leyes ligadas al cuidado no solo benefician a la persona en dependencia y su persona cuidadora, sino que promueven una mejor calidad de vida para todos y todas.

Deberemos estar atentos y atentas a la evolución de este proyecto de ley porque representaría un importante avance en término de políticas sociales de tiempo o cronopolíticas tan necesarias en el Chile de hoy, donde el tiempo se ha convertido en un bien preciado, y por ello, no accesible para todas y todos, especialmente para quienes están a cargo de cuidar (nos).

Ketty Cazorla Becerra, académica de la Universidad de Valparaíso, Doctora en Psicología de Pontificia Universidad Católica, Instituto Milenio para la Investigación del Cuidado MICARE.

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