Columna de Lorena Meckes: Simce y 8M



Los resultados del Simce aplicado en 2023 traen muy buenas noticias: si se compara con la medición anterior, vemos que en un año el sistema escolar ha recuperado el nivel que tenía antes de la pandemia y previo a la caída de puntajes que vimos en 2022. Además, la Agencia de la Calidad ha entregado estos resultados en simultáneo al comienzo del año escolar, una novedad que puede pasar inadvertida para el público general, pero no para las comunidades escolares que, de manera inédita, tendrán oportunamente la información para orientar su trabajo con la cohorte que dio la prueba en noviembre pasado.

Sin embargo, en esta semana que culmina con el Día Internacional de la Mujer, estos resultados nos alertan nuevamente sobre las brechas de género. Así como el año pasado tanto la medición nacional como los datos de la prueba internacional PISA mostraron que la pandemia no afectó por igual a niños y niñas, en esta ocasión reapareció la brecha de resultados desfavorable a las mujeres en matemática, y en lectura desapareció la ventaja tradicional que en esta área tenían respecto de sus compañeros de clase. Ahora sabemos, además, que tanto en 4to básico como en segundo medio la recuperación está siendo más lenta para las niñas que para los hombres. Para graficar, en cuarto básico, en los niveles insuficientes de resultados en matemática, tenemos hoy cerca de 10.000 niñas más que niños.

Otro dato llama la atención sobre la experiencia escolar de las niñas: en Segundo Medio, ellas declaran menor preferencia por asistir a la escuela que sus compañeros de clase, es decir, se sienten menos cómodas y motivadas a estar en la escuela. El aprendizaje no sucede en forma aislada de la motivación, de las expectativas y las emociones, y numerosos estudios, además de la información que ayer entregó la Agencia de Calidad reafirman esto: tener confianza en las propias capacidades para aprender, contar con padres que manifiestan expectativas positivas sobre el aprendizaje, sentir que la escuela es un ambiente seguro y que en la sala de clases se cuida el clima de relaciones, se conectan con mayores niveles de aprendizaje y, por supuesto, con bienestar y desarrollo emocional.

La investigación sobre prácticas de aula evidencia que la interacción cotidiana en la sala de clases y las estrategias pedagógicas que se usan (por ejemplo, cautelar que, invitados por sus docentes, tanto niños como niñas participen en resolver problemas y explicar su razonamiento para hacerlo) pueden aportar muy significativamente al avance en la reducción de brechas entre niños y niñas. Hay mucho que podemos hacer en las escuelas y en los hogares para que la experiencia escolar y el aprendizaje de las niñas sean más enriquecedores. Hoy es el momento de sembrar un futuro para las niñas y las jóvenes de nuestro país, para que estas brechas de oportunidades de aprendizaje que se habían aminorado, y que ahora vuelven a ser una amenaza, no se proyecten en sus vidas.

Por Lorena Meckes Gerard, directora ejecutiva de MIDE UC, Centro de Medición de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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