Columna de Luis Larraín: Conmemoración del Golpe de Estado



Gabriel Boric tenía en la conmemoración del 11 de septiembre una carta valiosa para sacar a su gobierno del sello de derrota. Un presupuesto millonario (aún no hay claridad sobre su monto) y una predisposición positiva de la oposición a ser parte de una reconciliación nacional mirando al futuro. Pero como otras veces, nuestro novel gobernante desperdició su carta por exceso de ambición y escasez de visión.

En lugar de buscar acuerdo en la condena a la violación de los derechos humanos durante el gobierno militar y un compromiso por la democracia y renuncia al uso de violencia en política, que era posible, Boric intentó una suerte de canonización de Salvador Allende y la condena unánime y oficial al Golpe de Estado, en la que el país no está de acuerdo. En otras palabras, quiso transformar la conmemoración en una oportunidad para obtener una ventaja política para la izquierda.

Con esa decisión, Boric mostró la madera de la que está hecho, no la de un estadista sino la de un líder partisano. Se excedió: lo transformó en un espectáculo, no una reflexión; en una producción de eventos, no en actos solemnes de unidad entre los chilenos. Abundó el merchandising, anteojos de Allende, sus zapatos; como si se tratara de un rockstar y no un Presidente de Chile cuyo gobierno inspiró a muchos, pero defraudó e hizo sufrir a más. Obnubilado por el mito de Allende en el extranjero, pretendió imponerlo al interior de Chile, sin entender que quienes vivieron la Unidad Popular ya tienen su veredicto y los más jóvenes tuvieron la posibilidad de ver una sinopsis de la UP y sus consecuencias en el estallido de octubre de 2019.

El resultado, según revelan las encuestas, es que algo más de la mitad de los chilenos opina hoy que el Golpe fue inevitable. La responsabilidad que se le atribuye a Allende y su gobierno es tanta o más de la que se carga a los jefes militares. Una derrota completa para Boric y su objetivo de sacar ventaja de esta conmemoración. Adicionalmente, empeoró el clima político al enfrentar a la oposición y también, por ende, las posibilidades de aprobar sus reformas.

Debió escuchar a mentes más preclaras que la suya en la izquierda. A Óscar Guillermo Garretón que condena el Golpe con fuerza y defiende a Allende por cómo lo enfrentó, aunque admite que su gobierno fracasó por errores propios. Al no hacerse esta distinción, el socialismo renunció a su mayor activo: su renovación y éxito durante los treinta años. A Sergio Muñoz Riveros, sobreviviente del 11 de septiembre, que acepta que no debe haber relatos oficiales y reconoce que hubo dictadura porque hubo un gobierno de Allende.

El Senado, convocado por el senador Coloma, sí fue capaz de acordar una declaración sobre el 11 de septiembre. La prueba que faltaba para demostrar que Boric es un liderazgo que divide.

Por Luis Larraín, presidente Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

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