Columna de María de los Ángeles Fernández: Las batallas de las mujeres



Que el rearme de Europa va en serio frente a un Putin reforzado por el resultado de las recientes elecciones se constata, entre otros aspectos, en la intención de reflotar el servicio militar obligatorio. Si la igualdad se toma en serio, las mujeres no quedarán al margen. Es el propósito manifestado por gobiernos como el danés, al que muy posiblemente el alemán termine secundando.

De esta forma, la guerra en Ucrania desata condiciones para que las europeas se incorporen más plenamente al ejercicio de un tipo de poder, el coercitivo.

Pero ese es tan solo uno de los varios poderes que Michael Mann incluye en una tipología, donde está también el cultural, que es el que parece desvelar al diputado Gonzalo Winter como parte de una disputa ideológica con la que el gobierno estaría en deuda.

Entre las reacciones suscitadas, destaca la visión realista de Carlos Peña, para quien no habría contradicción entre dos tipos de lucha, por los votos y por las convicciones. Ambas formarían parte de la arena democrática. Es más, debemos aceptar que los gobiernos están en “campaña permanente”, más allá del momento electoral, hambrientos de una legitimidad cada vez más etérea y que entienden la comunicación como algo inherente a la política misma.

Si a esa batalla cultural cuya condición de necesidad enarbola Winter, y que ha sido criticada por los mismos que la despliegan desde los medios y la academia, se le aplicara la muy de moda perspectiva de género, encontraríamos una todavía deficitaria presencia femenina. Un solo dato: el 6º Monitoreo Global de Medios (GMMP) arrojó que solo “24% de las voces expertas en las noticias son mujeres”. Lo paradójico es que uno de los epicentros de la actual batalla de las ideas a nivel global encuentra a quienes critican la “ideología de género” frente a quienes defienden el feminismo de corte identitario.

A esa relativa ausencia de las mujeres de los espacios donde, haciendo uso de la palabra pública, se debaten las visiones y creencias que nos hacemos como sociedad, concurren múltiples y complejas causas. Como el poder simbólico es invisible, probablemente ello ha contribuido a priorizar otros ámbitos de empoderamiento femenino como el político, el económico y el físico. Olvidar dicho poder, aunque parezca inasible, solo contribuye a reforzar estereotipos de género que asocian a las mujeres más estrechamente con la emoción y menos con el intelecto.

Curiosamente, el político de Convergencia Social encontraría su mímesis en Cayetana Álvarez de Toledo, una líder del PP español en las antípodas de su pensamiento. Ella ha hecho un apostolado de la necesidad de librar una batalla cultural que “tiene que ver con la defensa de la inteligencia, de la capacidad de crítica y, por tanto, también de la pura convivencia”.

Por María de los Ángeles Fernández, presidenta de Fundación Hay Mujeres

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