Columna de María de los Ángeles Fernández: La sombra de la “sobrellevanza”



Si atendemos a las más recientes encuestas, Chile habría transitado en corto espacio de tiempo desde un estado cercano al paroxismo constitucional, donde la posibilidad de una Constitución de reemplazo a la del 1980 era visto casi como panacea, a uno de relativa desafección frente a un tercer intento que da sus primeros pasos por estos días.

El camino que se reinicia despierta poca o ninguna confianza en 54% de los chilenos, según la última Cadem. Un porcentaje similar lo recoge Pulso Ciudadano, que también da cuenta de los niveles de desaprobación que reciben esos políticos (76,9%) en cuyas manos han estado las costuras del nuevo diseño.

Podríamos pensar que la sensación de cuesta arriba que se anticipa es algo episódico. Mal que mal, la elección de los 24 expertos, así como la de los 15 integrantes del Comité Técnico de Admisibilidad, se ha visto contaminada por dimes y diretes, con dos expresidentes en posiciones encontradas, en torno a la elaboración de las listas para elegir a quienes conformarán el Consejo Constitucional.

Pero sucede que las críticas, con alta probabilidad de acompañar con su ruido todo el proceso, alcanzan igualmente a varios de los expertos escogidos, planteándose que algunos estarían lejos de las expectativas que existen en torno a dicha figura.

Habrá que prestar atención a cómo se podrá gestionar la inevitable “inquisición digital” de quienes indagan en las redes sociales buscando retrospectivamente opiniones con potencial corrosivo presente. Igualmente, raro será que no afloren, bien sea intermitentemente, cuestionamientos de aquellos ex convencionales anclados en estado de negación luego del resultado del 4S.

A neutralizar el impacto de tales fenómenos podría ayudar, curiosamente, el hecho de que las preocupaciones ciudadanas transiten, hoy por hoy, en otras frecuencias de onda.

El país reincide en una aventura caracterizada por la ilusión de control de todas sus variables, un control imposible por la existencia de plebiscito de salida y más en tiempos de adhesiones volátiles. En ese marco ¿podría pasar que, contraviniendo el refrán, no por ser ésta la tercera vez logre ser la vencida?, ¿podría congelarse el “problema constitucional”, manteniéndose indefinidamente sin solución en el tiempo? España brinda un ejemplo con el nacionalismo catalán y su tratamiento por parte de las élites para lo que Ortega y Gasset acuñó una idea, la de “sobrellevanza”. Señala Juan Claudio de Ramón en una reciente columna que con ella se trasluce un derrotismo asimilable a “una enfermedad reumática, congénita, crónica, no operable, una maldición destinada a producir migrañas en las cabezas hispanas hasta el postrer y definitivo enfriamiento del Sol”.

Ojalá que Chile no tenga que llegar a eso.

Por María de los Ángeles Fernández, presidenta de Hay Mujeres y analista política

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