Columna de Max Colodro: La línea del Ecuador



Cada día con más fuerza, el mundo se mueve hacia una nueva configuración, a un orden tensionado por una curiosa dualidad: de un lado, la ley, la institucionalidad, el Estado de Derecho, la seguridad ciudadana, el imperativo del orden público. Del otro, el crimen organizado, el narcotráfico, la violencia política, la dimensión anómica de la inmigración ilegal.

Esta semana, Ecuador nos mostró un camino y eventual destino; el de otro país de América Latina forzado a sacrificar su precaria tranquilidad para caer en el estado de guerra interna. Las FF.AA. tomando el control del país y entrando en enfrentamiento directo con los clanes de la droga. Años de indolencia política, cuando no de abierta complicidad entre autoridades y organizaciones criminales, terminan así de pasar la cuenta. A lo que se agrega un sistema carcelario colapsado y una visión romántica e irresponsable de la inmigración irregular. Por último, una cultura de la permisividad, de derechos sin deberes, de la evasión masiva, de la destrucción sistemática del orden público.

Es un cóctel que maduró por mucho tiempo y estaba condenado a estallar. La comunicación digital y las redes sociales hicieron posible nuevas formas de coordinación, que el crimen organizado aprendió a usar de manera eficaz. Frente a la ingenuidad del Estado y el buenismo oportunista de los políticos, en pocos años América Latina y otras zonas del mundo cayeron inocentes en las fauces de los clanes y las bandas delictuales. Que, al igual que en Chile, controlan cada vez más territorios, tienen más gente a su mando, y a niños y adolescentes convertidos en soldados.

Esta es la realidad que carcome nuestras sociedades desde adentro y que, ahora, salió a la luz para poner en jaque a Ecuador. Con un gobierno forzado a declarar un estado de guerra y las FF.AA. debiendo tomar el control del país. Fenómenos similares a los ya ocurridos en El Salvador, en Colombia, y en algunas zonas de México y Brasil. Pero en Chile somos escépticos o nos tenemos confianza: “estamos muy lejos de la realidad de Ecuador”, dijo la ministra Tohá. Es cierto, pero también lo es que estamos lejos de la realidad que vivíamos en Chile hace sólo un par de años. La cantidad de muertos a balazos todas las semanas, el nuevo tipo de violencia delictual, la penetración del consumo y de la cultura narco en todos los segmentos sociales, no son fenómenos como para estar tranquilos y hacer proyecciones optimistas.

La línea del Ecuador no está tan distante, más bien se acerca peligrosamente a medida que avanzamos en esa dirección. Para no terminar cruzándola se requiere una política nacional que comprometa a todos y de la cual todos puedan hacerse responsables, ya que tendrá costos económicos, políticos y humanos difíciles de asumir. Diagnósticos serios, medidas preventivas y respuestas de choque frente a los delitos consumados. No hay alternativa o, más bien, sí la hay: es la que se vive en estos días en las calles y ciudades de Ecuador.

Por Max Colodro | Filósofo y analista político

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