Columna de Max Colodro: Lecciones de vida

Foto: Andrés Pérez


Hubo un Chile que supo de la solidaridad del mundo en momentos de apremio y de dolor. Familias que vieron abrirse las puertas de las embajadas para acoger a los perseguidos por una naciente dictadura militar. Después, países con gobiernos de los más diversos signos estuvieron dispuestos a recibir a cientos y miles de chilenos, debido a que entendieron que las condiciones políticas generadas luego del Golpe de Estado los obligaron a dejar su tierra y sus vidas.

La izquierda chilena conoció los rigores del exilio porque hubo un mundo dispuesto a recibirla en medio de su desgracia; porque, más allá de cualquier otra consideración, ser disidente u opositor a una dictadura supone un riesgo vital inconmensurable. Más aún cuando esa dictadura condena a su pueblo no sólo a la represión y a la falta de libertad, sino también al hambre, a la indignidad y a la ausencia de futuro. De este modo, si hay en Chile un sector que debiera entender lo que significa sentirse despojado de todo y estar obligado a partir es la izquierda.

Los jóvenes del Frente Amplio podrán alegar desconocimiento, pero el PC y el PS no tienen cara para negar o frivolizar realidades como estas. Y eso es precisamente lo que están haciendo con los deportistas cubanos que han tomado la difícil decisión de escapar de su delegación, dejando atrás familias y amigos, para intentar construir una nueva vida en otro país. Nadie corre el riesgo de abandonarlo todo y fugarse de un régimen totalitario por mero capricho; un régimen que no les permite a los deportistas tener acceso ni siquiera a sus propios pasaportes.

Hoy es la izquierda chilena en el poder la que toma distancia y no da señales claras de querer acoger a estos jóvenes cubanos que optan por huir de una dictadura. Lo mismo que muchos de ellos hicieron después del Golpe de Estado en Chile: pedir asilo y refugio, ahora se exhibe cual simple trámite administrativo. Como dijo la ministra Camila Vallejo, las solicitudes de los deportistas cubanos ingresaron al procedimiento establecido por la ley, dándoles un permiso de residencia temporal por ocho meses, según los dispuesto en la normativa. En síntesis, del actual gobierno, ni una palabra de solidaridad, de acogida y comprensión por lo que significa tomar la decisión de escapar de una dictadura.

Afortunadamente, muchas autoridades actuales podrán agradecer por toda la eternidad que los países que hace medio siglo los acogieron no tuvieran con ellos la frialdad que hoy muestra la administración de Gabriel Boric con los deportistas cubanos. La ministra Carolina Tohá, que en su momento también debió partir al exilio con su familia en circunstancias trágicas, no descartó incluso que los deportistas cubanos que decidieron abandonar su delegación estuvieran en Chile haciendo “turismo”. Triste evidencia de que hay lecciones de vida que no sirven de nada cuando se trata de dictaduras “amigas.”

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