Columna de Paula Walker: La apatía



Hay un porcentaje importante de personas que les importa un bledo los 50 años del Golpe de Estado de 1973, según distintas encuestas. Este dato ha sido utilizado por la política según del lado en que se está: la derecha lo usa para torcer la historia y lavar sus culpas del quiebre institucional; la centroizquierda sufre al no comprender por qué una mayoría ya no está “ni ahí” con el Golpe.

Este desinterés y apatía me hace pensar en los NINI, esa categoría de personas jóvenes que ni trabajan ni estudian. Fue hace 17 años, en un informe de la OIT, que se habló de los NINI en distintas regiones del mundo. Chile no estaba ausente de ese fenómeno. El dato de la encuesta Casen de 2011 fue aterrador: los NINI representaban el 25% de la población entre 15 y 29 años. Los motivos de esa falta de motivación eran variados: pobreza, violencia, embarazo adolescente, las tareas del hogar, el género, etc. Pero había una señal clara en la encuesta: el 30% declaraba sufrir de falta de interés.

La apatía que reina en este aniversario es dolorosa, pero no es nueva. Se viene incubando hace décadas, en amplios sectores populares y medios. Un Estado que los desatiende. En este medio siglo entre 1973 y 2023 crecimos en una comunidad nacional que expulsa y no acoge. Que idolatra lo privado, valora las cosas, pero desprecia la educación y la salud pública. Una comunidad que aísla al diferente, que prefiere castigar antes que comprender, que justifica gobierno tras gobierno la falta de inversión en quienes no tienen recursos económicos.

La apatía por el Golpe de Estado que quebró el alma nacional nos pone frente a un espejo nítido y nos desafía a preguntarnos cómo queremos seguir hacia el futuro. ¿Queremos más justicia o queremos tener la razón, aunque esté basada en mentiras? ¿Queremos derechos para defender nuestra dignidad humana o queremos revancha para proteger a mi grupo político? ¿Queremos enseñar y cultivar los valores que nos distinguen como seres humanos o preferimos hacernos los valientes en las redes sociales y esparcir miedo y odiosidad? ¿Seremos capaces de encontrar el tono de la conversación que nos reconcilie con el pasado y nos prepare para el presente y los años que vienen?

Somos los hijos e hijas tristes de una historia cruel y violenta que nos empuja a resignarnos con el Chile que tenemos. La desesperanza y el desinterés pueden seguir cundiendo en las ciudades. Pero no está mal recordar que aún tenemos la posibilidad y capacidad de cambiar las cosas. Siempre nos hará bien ejercitar nuestra condición de seres humanos, empinarnos más allá del griterío y solidarizar con el sufrimiento y el dolor de otras personas.

En este año, y en cada año de estos 50, el esfuerzo de miles ha sido salir del silencio para que no nos impongan términos que no nos representan. La memoria nos protege, el silencio apura el olvido, y será el olvido lo que nos va a condenar a repetir las cosas.

Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo Usach

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