Columna de Pauline Kantor: Un legado que no puede esperar



El Team Chile y los Panamericanos lograron lo que la política no ha sido capaz de entregar: esperanza, sana convivencia y transversalidad. En estos 17 días de competencia pudimos ver una ciudadanía que se puso la camiseta, acudió en familia a los recintos deportivos y gritó a todo pulmón para alentar a cada uno de nuestros atletas. Disfrutamos de un espectáculo de primer nivel, en recintos soñados, donde compartimos sin importar de dónde venía cada uno. Porque el objetivo era uno: demostrar que competir en casa, sí hace la diferencia. Más de un millón y medio de chilenos estuvieron en terreno. Batimos récord de medallas (79) y en más de la mitad de las disciplinas obtuvimos preseas. Una actuación histórica, sobre todo si consideramos que nos enfrentamos, en términos generales, a un nivel técnico más alto que el de Lima 2019.

La televisión también hizo lo suyo. Inolvidable serán las transmisiones de Pedro Carcuro por Televisión Nacional al momento en que Köbrich gana una plata; o los oros en el remo, karate y tantos más. TVN cumplió su misión publica con creces, al mantener vibrando 24/7 a los chilenos con los Juegos, y al mismo tiempo relevar las historias de vida de quienes estaban luchando por una medalla o un resultado.

Pocos días antes de partir, había un poco de desconfianza, no en los deportistas, que apoyamos incondicionalmente, sino por las dudas que dejaba la organización producto del pedregoso camino vivido hasta el día de la inauguración. Pasaron tres gobiernos, infinitos cambios y desajustes en la Corporación Santiago 2023; autoridades que se marearon con el rumbo a seguir, y una temperatura ambiente que no prendía.

Pero los hechos hablaron por si mismos. Junto al pebetero que prendieron Nicolas Massú, Fernando González y Lucy López, la voluntaria más longeva, se prendió también la llama de cada chileno. Cada uno hizo su pega. Los 664 integrantes del Team Chile, junto a sus equipos técnicos, los voluntarios, los organizadores y autoridades sacaron adelante unos extraordinarios juegos Panamericanos, donde la emoción caló profundo.

Pero ahora que se acaban los Juegos viene el mayor desafío: ¿Cómo capitalizar el legado?, tanto para generar una cultura deportiva, como para seguir apoyando a nuestros deportistas. Lo primero: una rendición de cuentas impecable por parte de la Corporación, lo que significa rendir cada peso gastado, con diligencia, transparencia y no dejar nada bajo la alfombra. Segundo: un gobierno que asuma que el legado hay que activarlo, que no se hace solo y que exige metas, planificación y recursos. La infraestructura es una herramienta, no es el fin en sí mismo y, por tanto, es vital utilizarla con el objetivo correcto. La inversión de 240 mil millones de pesos que consideraron las nuevas construcciones, así como las mejoras realizadas, ponen una vara alta al Ministerio del Deporte, que debe generar la estrategia para promover políticas públicas que nos permitan subir un nuevo escalón en nuestro desempeño deportivo. Esto requiere un trabajo conjunto entre las federaciones con sus estamentos técnicos, incluido un plan olímpico, y el Ministerio, dueño de los recursos, para desarrollar y planificar el futuro de cada disciplina. Mientras los primeros aportan desde el expertise técnico, los segundos deben entregar los lineamientos país y velar por el uso correcto de los recursos. Finalmente, el gran legado lo deja el Team Chile; el deportista que ha dedicado su vida a entrenar y competir, y a un enorme equipo técnico que hace que la medalla sea una realidad, desde los headcoach, entrenadores, preparadores físicos, psicólogos, metodólogos y la unidad de las ciencias aplicadas.

Con una ciudadanía más sensibilizada, que hoy reconoce y valora el deporte, no hay excusas para no aumentar el presupuesto, duplicarlo para aquellos que ya están en la élite y requieren apoyo para su proyección internacional y para fortalecer Promesas Chile, la base de nuestro futuro deportivo, que nos permita brillar en la próxima cita Panamericana 2027. Ahora resta que los políticos sigan el ejemplo.

Por Pauline Kantor, ex ministra del Deporte

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