Columna de Rayén Condeza Dall’Orso: Crisis humanitaria en Gaza, ¿es posible acceder a información veraz?

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Para los responsables de cualquier guerra, conflicto o invasión, controlar la información sobre los hechos que se difunde a través de los medios resulta vital. La retórica de la guerra apunta a obtener y a mantener el apoyo de la opinión pública, así como el de los aliados. Parte de este discurso consiste, precisamente, en hacernos creer que la decisión de ejercer la violencia militar es legítima e inevitable, incluso un acto de justicia y hasta un sacrificio liberador. Otra estrategia persuasiva de larga data estriba en recurrir a lograr que asociemos a un grupo terrorista al que se quiere destruir con el conjunto de la población civil de un territorio o nación.

La inteligencia artificial puede constituir otro recurso comunicacional de control informativo, con los algoritmos capaces de perfilar a los usuarios de internet y de las redes sociales, para automáticamente orientar el acceso a noticias afines o especialmente producidas para desinformar, por error o expresamente. Dominar la agenda informativa es igualmente relevante ante manifestaciones masivas internas contra las autoridades, necesidad que puede activar una panoplia de acciones; por ejemplo, censurar a los medios en nombre de la seguridad nacional.

Es en este contexto que más que nunca retoma importancia la cuestión de la ética y de la confiabilidad de la información provista por los periodistas y por las organizaciones humanitarias en terreno sobre los hechos, muy especialmente allí donde los derechos humanos y el derecho internacional son vulnerados.

Si bien se acaban de conmemorar dos años desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania (24 de febrero), sin desmerecer su relevancia me centraré en el caso del acceso a la información sobre la actual Crisis humanitaria en Gaza, título de la conferencia que agrupó en febrero a distintos especialistas, periodistas y profesionales de organizaciones humanitarias globales en el Instituto de Estudios Internacionales de Montréal.

Reporteros sin Fronteras (rsf.org) calcula que, en los cinco meses de conflicto, al 8 de marzo ha habido a lo menos 103 periodistas, fotógrafos o camarógrafos palestinos muertos en Gaza, 12 de ellos mujeres y que aquellos que permanecen en terreno viven continuos apagones mediáticos que les impiden despachar noticias. En su mayoría han debido huir a Rafah (ciudad al sur de Gaza, fronteriza con Egipto) pensando en el único corredor de acceso/salida protegido, pero que fue cerrado tras un bombardeo por las fuerzas israelíes, según Naciones Unidas y medios internacionales. El primer ministro de Israel ordenó al ejército el 9 de febrero preparar una pronta ofensiva militar para esa ciudad, por considerarla el último bastión de Hamás. Antes habitada por aproximadamente 280.000 personas, hoy se concentran allí 1,3 millones de palestinos, en su mayoría desplazados que huían de otros bombardeos. ¿Qué habrán sentido tras el nuevo veto de Estados Unidos en el Consejo de seguridad de Naciones Unidas a la propuesta de alto al fuego humanitario inmediato y a la liberación incondicional de los prisioneros presentado por Argelia que había sido aprobada por 13 de sus 15 miembros? Cabe señalar que, según la misma organización Reporteros sin Fronteras, 50 medios locales o internacionales fueron destruidos o dañados por la armada israelí. En tales circunstancias, ¿Qué capacidad de informar desde el terreno mismo de los hechos tienen los colegas periodistas?

Visiblemente conmovida ante un público interdisciplinario e intercultural, Johanne Liu (58), nacida en Québec, especialista en emergencias pediátricas en Montréal y antigua directora de Médicos sin Fronteras (2013-2019), con experiencia directa en zonas de conflicto y de catástrofes, llamó durante la conferencia “a no normalizar lo que es anormal”. Para ella lo que acontece en Gaza se trata de una verdadera carnicería y masacre en curso (29.195 palestinos asesinados al 20 de febrero según MSF, 70% mujeres y niños), a lo que hay que agregar el bombardeo de casi todas las instalaciones sanitarias y hospitales en territorio palestino ocupado, que ha desmantelado por completo su sistema de salud. A lo que es una clara violación del derecho internacional, la pediatra y profesora de la universidad Mc Gill agrega que en los hechos “se ha lanzado a la basura la ayuda internacional humanitaria”, la que no puede desplegar sus operativos de ayuda vital en lo más mínimo y que es inconcebible que los bombardeos no se detengan en las puertas de los hospitales. La población civil está siendo tratada como un “objetivo militar, pero no son combatientes”, señala en su alocución. Incluso si esta población tuviera simpatía por los combatientes, añade, ello no los convierte en parte del eje terrorista ni en terroristas. Tampoco el personal de salud que asiste a los pacientes y a los heridos, aunque sea a terroristas, son terroristas, indica.

Escuchando a la profesora Liu y los datos que anuncia, como que hay 50.000 embarazadas que no tienen dónde dar a luz, ni hay anestesia para intervenir a los heridos, o que los niños y sus familias no tienen acceso a agua o alimentos por el ataque o prohibición de paso a convoys de ayuda humanitaria internacional, hambruna inminente, cuesta referirse a una crisis humanitaria, en lo que más bien podría calificarse como una catástrofe humanitaria, con 1,7 millones de personas desplazadas desde hace cuatro meses y 240 personas que en promedio mueren al día en la franja de Gaza, según datos recientes de Naciones Unidas.

Por Rayén Condeza Dall’Orso, periodista/profesora asociada PUC/COES, doctora en comunicaciones, Universidad de Montréal.

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