Columna de Ricardo Abuauad: Ciudad (y sociedad) fragmentada

Foto: Andres Perez


Una sociedad quebrada, dividida. Así nos encontramos a 50 años de un día sobre el que parece difícil llegar a acuerdos. Y esta columna no pretende decir nada nuevo sobre eso, ya se ha dicho demasiado. Sin embargo, la ciudad que construimos suele ser Imago Mundi, imagen del mundo, una traducción física de la forma en la que nos vemos y de los vínculos que creamos. Así es que no debería extrañarnos que esta sociedad fragmentada haya dado a luz a ciudades igual de fragmentadas, y de eso sí trata este texto, porque es grave, no se ha dicho lo suficiente, y porque hay que arreglarlo.

Un grupo de investigadores asociados a Horizontal publicamos recientemente el reporte “Más allá de la segregación: propuesta para recomponer el tejido social en nuestras ciudades”. El principio es que la forma física de las ciudades y su tejido social se condicionan mutuamente, y eso explica mucho de la situación en la que nos encontramos. En 2018, la OCDE lanzó “Repensando la expansión urbana”, comparando indicadores de 1.156 áreas de 29 países, entre ellas 26 ciudades chilenas. ¿El resultado? Nuestras urbes son las segundas más fragmentadas de la organización, sólo después de Eslovenia. Si el promedio de la muestra es de 10 fragmentos por km2, en Chile ese número se duplica. Y no se trata sólo de la cantidad de fragmentos, sino de lo profundamente distintos que son unos de otros, a pesar de ser contiguos.

¿A qué nos referimos con fragmentación? Barberis, en su libro “Más allá de la fragmentación”, la define así: “un proceso a través del cual un territorio organizado se divide en múltiples unidades perdiendo coherencia con el funcionamiento entre las partes, con el consecuente deterioro de la identidad urbana y del sentido de pertenencia de la población que lo habita”. Partes, piezas inconexas sin relación entre sí, pequeñas ciudades aisladas dentro de una ciudad mayor. Cada uno de nosotros viviendo en un pequeño feudo, desconociendo lo que ocurre afuera. Si la segregación, que también afecta a las ciudades chilenas, se mide principalmente por la desigualdad en el acceso a oportunidades, la fragmentación habla de la capacidad de una urbe de generar un “techo común”, una ciudad de encuentros. No debe extrañarnos entonces que esta sociedad quebrada que hemos generado dé lugar a una ciudad que se le parezca tanto.

La fragmentación en una ciudad puede medirse de distintas maneras: por su continuidad, por la cantidad y tamaño de los fragmentos, etc. Lo importante es que un tejido urbano discontinuo y fragmentado tiene relación directa con la forma en la cual se comportan luego sus habitantes. No puede esperarse que una ciudad hecha de “pedazos” desvinculados entre sí favorezca la reconciliación y la unión.

El documento publicado incluye propuestas para enfrentar la situación. La fecha que se recuerda hoy, y muy particularmente el grado de tensión en el que nos encuentra, son señales de lo importante de construir en nuestras ciudades ese techo común que nos hace tanta falta.

Por Ricardo Abuauad, Decano Campus Creativo UNAB y profesor UC

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