Columna de Ricardo Lagos: Mensaje al Presidente Biden: La paz entre Israel y Palestina está en el respeto a la historia

REUTERS

Es urgente la negociación para un acuerdo definitivo de paz, por compleja que sea, porque Medio Oriente, el mundo y, en definitiva, judíos y palestinos, la necesitan para superar los tiempos del horror.



El paso de los años y la experiencia llevan a hablar fuerte y claro, sea quien sea el interlocutor. Es lo que hemos hecho los integrantes del llamado grupo los Elders, algo así como un consejo de ancianos para hablarle a la aldea global ante las crisis que vive.

El 16 de noviembre, los miembros de esta entidad –que fundara Nelson Mandela y hoy preside Mary Robinson, ex presidenta de Irlanda– le enviamos una carta abierta al presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Una carta en la que lo llamamos a jugarse por la paz en el conflicto Palestino/Israelí, pero en serio, no buscando sólo un alto al fuego y una entrega de los secuestrados. E ir, de una vez, a las raíces mismas del conflicto.

Todos sabemos del horroroso e inhumano ataque del grupo Hamas y otras fuerzas extremistas lanzado contra Israel el 7 de octubre. Más de 1.000 personas entre hombres, mujeres, niños y recién nacidos fueron asesinados el primer día del ataque, incluidos casi un centenar de ciudadanos de diversos países, también de Chile. Todo lo ocurrido, los ataques indiscriminados y la toma de civiles como rehenes recibieron una condena mundial. Fue un crimen de guerra.

Pero lo que siguió pasó también a constituirse en una expresión de extrema inhumanidad. Israel reaccionó con toda su fuerza militar, bombardeando y atacando sin discriminación, provocando la muerte de, al menos, 13.500 personas, la mayoría civiles, entre ellos 5.600 niños y 3.550 mujeres, así como la desaparición de más de 4 mil quinientos niños y mujeres. Que un Estado como tal reaccionara en esa forma frente a un ataque terrorista llevó a la condena casi unánime de Naciones Unidas, en lo que muchos llamaron un crimen contra la humanidad.

Y esto es lo que impulsó a los Elders –Helen Clark, Ban Ki-moon, Juan Manuel Santos, Ernesto Zedillo, Graza Machel y otros, entre los cuales estoy– a escribirle a Biden y pedirle que actúe en favor de la paz y no sólo de un alto al fuego. La carta señala: “La desescalada no es suficiente. No podemos volver sólo a gestionar el conflicto. Estallará una y otra vez con más muerte y miseria. El conflicto debe resolverse, de forma permanente, mediante la negociación”.

Porque cabe preguntarse: ¿Dónde estaban las cosas antes del 7 de octubre? Veníamos de tres semanas de violencia en la valla de separación entre Israel y la zona de Gaza, de población palestina, con una frágil tregua tras la mediación de Naciones Unidas y apoyo de Qatar y Egipto. Y así ha ocurrido históricamente. Guerras, ocupaciones de tierras, conflictos de confrontación permanente; un Israel actuando en nombre de su seguridad y existencia; una Palestina exigiendo sus derechos a ser Estado y vivir en lo que fueron sus territorios.

¿Y eso por qué? Porque los británicos, que habían ocupado Palestina desde fines de la Primera Guerra Mundial, decidieron en 1947 entregar el problema a la recién creada Organización de las Naciones Unidas. Aquel territorio había vivido por décadas la llegada de colonos judíos y las tensiones entre éstos y los habitantes árabes se incrementaban día a día. El 29 de noviembre de 1947 en las Naciones Unidas de entonces se votó formalmente la partición de Palestina a través de la Resolución 181, que permitía la división del territorio en dos Estados –uno judío y otro árabe–. La resolución otorgó el 55% del territorio al Estado judío, aunque la población residente seguía siendo mayoritariamente árabe. La propuesta se rechazó de los dos lados. Los judíos, porque querían más territorio sin población árabe, y los árabes, porque se negaban a dividir la tierra con una comunidad colonizadora que venía a sacarlos. Nunca se creó el Estado de Palestina. Aquella tensión, los desplazamientos, la ocupación de territorios, una convivencia no resuelta generó esa “bomba de tiempo histórica”, siempre con la mecha encendida y con el peligro de llevar una confrontación mucho mayor.

Por eso la carta de los Elders le enfatiza a Biden: “La única manera de garantizar la seguridad de israelíes y palestinos es una solución política duradera. Debe garantizar la seguridad de Israel, cuyo pueblo sigue amenazado. Y debe satisfacer las aspiraciones legítimas de los palestinos de tener su propio Estado. Estas esperanzas, negadas durante mucho tiempo durante 56 años de ocupación, se están desvaneciendo rápidamente a medida que palestinos inocentes mueren entre los escombros de Gaza y los despojos de tierras en la Cisjordania… Es hora de poner fin a la retórica vacía e implementar un plan de paz serio que socave a los extremistas.”

Obviamente, un plan de paz que requiere de la presencia de israelíes y palestinos, y de muchos otros de la comunidad internacional. Y es ahí donde Estados Unidos debe cambiar de actitud. Debe escuchar al mundo cuando se produce una votación como las registradas en Naciones Unidas, debe darse cuenta que no es enviando más armas y probando tecnologías militares de última generación con lo que se logrará la paz definitiva en esa zona.

Desde Chile, donde vive la mayor población de origen palestino fuera de aquella región del Medio Oriente, aspiramos a que la solución de esa crisis se busque asumiendo la historia. Y ello incluye respetar la existencia del Estado de Israel que existía antes de la guerra de los Seis Días en 1967. Es urgente la negociación para un acuerdo definitivo de paz, por compleja que sea, porque Medio Oriente, el mundo y, en definitiva, judíos y palestinos, la necesitan para superar los tiempos del horror.

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