Columna de Tomás Sánchez: El poder de Meta

REUTERS


Nueve meses atrás Elon Musk compró Twitter. Semanas después su gestión fue un pseudo reality show. Muchos migraron a Mastodon y otras aplicaciones similares a Twitter, mientras Jack Dorsey, fundador de Twitter, lanzó Blue Sky como una plataforma descentralizada y transparente. Sin embargo, Mastodon llegó a tener solo 10 millones de usuarios, y Blue Sky un selecto grupo de 50 mil invitados.

Dos semanas atrás nos enteramos Meta (ex Facebook) había tomado nota de la oportunidad, y estaba ad-portas de romper un récord: 100 millones de usuarios en 5 días. Threads, su alternativa a Twitter amparada en Instagram, recibió un trasvasije de cuentas, sin dejar a nadie indiferente. Elon Musk ya anunció demandas por apropiación de propiedad intelectual.

Mientras debatimos si Threads puede ser la salvación a la discusión pública odiosa y polarizada, o si devendrá en un caso de uso diferente, vale constatar un fenómeno tras bambalinas: el poder de mercado en una esfera tan esencial y con tendencia a la concentración de mercado como las redes sociales.

La marca de los 100 millones no fue mérito de un producto innovador, como lo fue Chat GPT de Open AI - alcanzando la mentada marca en 2 meses-, sino de la capacidad de duplicar cuentas con un solo click, sobreponiéndose al mayor reto de toda red social: masa crítica y economía de redes; un teléfono se hace más valioso mientras más personas tengan uno. El problema es que en este mercado no hay espacio para dos compañías de teléfono, y una de ellas, se ha caracterizado por el copy-paste, más que por crear valor. La principal defensa de Instagram frente a Snapchat fue copiar sus principales funcionalidades, y hoy, lo hizo de nuevo, pero dando un paso hacía una nueva esfera digital donde no estaba.

Este episodio nos recuerda cómo la tendencia monopólica de las plataformas digitales es un riesgo latente para nuestras democracias. No solo por la desinformación y potencial manipulación, sino que también por la captación de recursos publicitarios que otrora sustentaran los medios que sí hacen periodismo e investigación, dejando a las democracias desprovistas de sus auditores. Cuando somos conscientes que quien gana las batallas digitales suele quedarse con todo el mercado, no es irrelevante si el golpe de gracia a Twitter se lo da Threads o Blue Sky.

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