Columna de Valentina Quiroga: Sí, se puede

Sistema de Admisión Escolar.


Los datos sobre el déficit educativo han protagonizado el debate público y conocerlos evidencia el diagnóstico: hay retroceso en los aprendizajes, deterioro de la salud mental y convivencia, baja asistencia de estudiantes y escasez de profesores, entre otras problemáticas que se pueden nombrar.

Sin embargo, es tiempo de poner el acento en lo que está funcionando y demostrar que, a pesar de la complejidad, sí se puede.

Hay varios ejemplos concretos. En Fundación Chile hemos venido impulsando acciones para mirar la problemática desde otra vereda. Por un lado, están las redes de colaboración internivel que desarrollamos desde el centro +Comunidad, donde 54 equipos docentes y directivos de distintas escuelas, trabajan conjuntamente en el diseño de clases para formar competencias globales en estudiantes, lo que ha permitido recuperar el trabajo colaborativo y el desarrollo de clases más efectivas. Otro caso de innovación educativa y que pone al centro la colaboración entre los actores, es la Red de Escuelas Líderes (REL), la plataforma que reúne a una comunidad de escuelas y liceos de alta vulnerabilidad y que pone el énfasis en el aprendizaje colaborativo. La escuela Bernardo O´Higgins de Tocopilla es un ejemplo claro: ante el deterioro de la atención entre estudiantes en la post pandemia y ante la evidencia neurobiológica de que esto sucedía, implementaron el programa HERVAT. Se trata de una rutina de ejercicios previa a las clases, que aumentó la atención y concentración de los estudiantes y que, además, mejoró el ambiente y facilitó el aprendizaje.

Otras organizaciones y comunidades también están desarrollando esfuerzos valiosos, como la escuela Roberto Cuadra del Servicio Local de Huasco, que aplicó el programa Alfadeca. Este logró, en dos años, que el 100% de sus estudiantes de primero básico alcanzara el nivel esperado en lectura y que mejorara la asistencia y autoestima del alumnado. Hay otro ejemplo más: el modelo Pionero, presente en más de 30 establecimientos, y que apoyó el proceso de cambio en el Liceo América de los Andes con la creación de un centro de innovación abierto a la comunidad local. Luego de introducir una mejora considerable en los aprendizajes, pasó del cuarto al primer cuartil de establecimientos de mejor resultado a nivel nacional en el Sistema de Evaluación de Desempeño.

No se puede dejar de mencionar otras experiencias que también están dando resultados: la del Colegio Pumahue, un establecimiento particular pagado que apoya a la Escuela Municipal Millaray de Temuco para que ésta se convierta en la primera escuela municipal bilingüe de la Araucanía, y la de la escuela municipal Juan Moya de Ñuñoa, que implementó la “Tutoría entre Pares”, una estrategia educativa que impactó la motivación y el aprendizaje de sus estudiantes.

Son ejemplos de comunidades que no descansan en la búsqueda de mejoras en el sistema educacional chileno. Muchas están dentro del marco de la Reactivación Educativa y funcionan bajo modelos innovadores de colaboración público-privada o con el apoyo de diversas fundaciones.

La Nueva Educación Pública ha comenzado un valioso proceso de sistematización y apoyo de iniciativas como éstas. Debemos aprender de esos ejemplos y generar una nueva capa de inteligencia colectiva y esperanzadora que nos permita recuperar aprendizajes en forma masiva y ambicionar, así, un salto a una educación que nos llene de orgullo. Varias instituciones y comunidades se están articulando y movilizando en torno a propósitos compartidos.

Por Valentina Quiroga, gerenta de Desarrollo Humano de Fundación Chile.

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