Columna Fernando Ayala: Diplomáticos, parlamentarios e interés nacional

Exembajadora Susana Herrera presentando sus cartas credenciales frente al Rey Carlos III.
Exembajadora Susana Herrera presentando sus cartas credenciales frente al Rey Carlos III.


Recientemente hemos sido testigos de dos situaciones lamentables en el plano externo e interno que dañan la imagen nacional y muestran el deterioro de la calidad de quienes tienen el deber de representarnos. Por una parte, lo ocurrido con la embajadora de Chile ante el Reino Unido, además de ser un hecho bochornoso, pone en duda el trabajo de cientos de funcionarios diplomáticos, profesionales y empleados locales que cumplen abnegadamente su trabajo en destinos remotos o en países de alta visibilidad. De otro lado tenemos el espectáculo, más bien recurrente en los últimos años, que ofrece la Cámara de Diputados con escenas que nos asemejan más a algunos países de los cuales muchas veces pretendemos diferenciarnos. ¿Qué es lo que está fallando en Chile? La calidad de la diplomacia y de la política, no porque las personas elegidas o designadas no tengan competencia profesional, si no por ser ajenos a la labor diplomática y al mundo internacional, en el primer caso, y por no tener sentido de la responsabilidad política de representar a quienes lo han votado, en el segundo.

No se trata de efectuar defensas corporativas de la carrera diplomática porque muchos funcionarios ingresados por concurso pierden fuerza y entusiasmo con el pasar de los años al fallar el sistema de evaluación y la inamovilidad que rige en el estatuto administrativo no facilita las sanciones. El Servicio Exterior de Chile nunca ha tenido el respeto que merece por parte importante de la clase política, como ocurre en Brasil, por ejemplo. También es verdad que últimamente no han hecho mucho mérito los diplomáticos de carrera para aquello, como lo demostraron los audios con grabaciones de la plana mayor de la Cancillería. Y si de embajadores no provenientes del Servicio Exterior, tenemos los papelones ocurridos por nuestro representante en España. Sin embargo, para nadie hay sanciones si no más bien premios. Es hora que la Cancillería evalúe el rendimiento de embajadores y embajadoras con criterio profesional anteponiendo el interés nacional y efectuar las recomendaciones del caso al Presidente de la República, de quien dependen los nombramientos.

Uno de los más destacados teóricos de las relaciones internacionales del siglo XX, Hans Morgenthau (1904-1980), señaló que, entre los elementos más importantes del poder nacional de un Estado, estaba la calidad de su diplomacia, es decir el grado de preparación de sus diplomáticos quienes deben informar y aconsejar a quienes toman las decisiones o muchas veces ellos mismos conducen las negociaciones teniendo siempre presente el interés nacional. En Chile nunca ha existido una real disposición de conformar un cuerpo diplomático profesional de verdad, ya que debería entre otras cosas, extender la carrera al grado de embajador y no dejarlo a los designios del Jefe de Estado. La carrera diplomática termina hoy en el grado de ministro consejero. Ello transforma, de hecho, a todos los embajadores en cargos de confianza política, como se ha señalado varias veces cuando se reabre el tema. Dado que no hay posibilidades de contar con un 100% de embajadores de carrera, debiera limitarse la facultad presidencial y volver a la práctica de que sea el Senado de la República el que ratifique las designaciones presidenciales. Probablemente, ello nos habría evitado las situaciones bochornosas que hemos conocido en las más de tres décadas desde el retorno de la democracia al país.

En el Congreso Nacional, o más bien en la Cámara de Diputados, ya nos hemos ido acostumbrando a conductas reñidas con la ética y las buenas costumbres en el trato y en el lenguaje. Lo ocurrido recientemente, con ocasión de la lectura del acuerdo tomado por la Cámara en 1973, fue realmente vergonzoso. Mostró al país la degradación de la política y ayuda a entender por qué en las encuestas son los parlamentarios quienes cuentan con la más baja valoración entre las instituciones. Imponer una mayoría para dar lectura a una declaración de un sector importante de diputados de hace 50 años buscando justificar el rompimiento de la Constitución es solo un acto de ceguera política y provocación. El 11 de septiembre se rompió la democracia en Chile y los militares traicionaron su juramento constitucional dando inicio a la dictadura condenada universalmente y donde finalmente Pinochet comienza a ser repudiado por generales en retiro por haber roto el honor militar, como hemos visto en estos días.

Mientras no exista la convicción de la importancia de la diplomacia en la defensa del interés nacional nada cambiará, así como mientras los partidos políticos no seleccionen a sus representantes pensando en el bien común del país, seguiremos cosechando divisiones y afectado el interés de Chile.

Fernando Ayala, ex embajador y subsecretario de Defensa.

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