Déficit habitacional y pobreza

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Ignacio Aravena. Investigador asociado Fundación P!ensa y Ms. Urban Planning, NYU.

Es sabido que el déficit habitacional crece mientras el sueño de la casa propia se vuelve cada vez más lejano. Y si bien se estima que este oscila entre las 600 y 700 mil viviendas, al considerar un ritmo de casi 50 mil subsidios anuales entregados desde el año 2010 resulta evidente que, más que un problema de provisión, este es una pieza de un puzle más grande: el de la pobreza multidimensional.

Un factor que ha percolado en este problema en el corto plazo se asocia a las restricciones financieras relacionadas a la inflación y al daño de los mercados de capitales producto de los sucesivos retiros de los fondos de pensiones. Esto ha implicado un encarecimiento significativo de los créditos hipotecarios, los que ahora se financian a menor plazo y con mayores tasas. No obstante, junto a ello también existen otros fundamentos de largo plazo, como la baja movilidad social entre generaciones y la dependencia económica entre núcleos familiares.

Dicho de otra manera, el déficit habitacional no se trata solo de viviendas en mal estado o de familias en situación de campamentos, sino que en él también influyen factores económicos. Esto es relevante, pues una gran componente del problema lo podemos asociar con núcleos intergeneracionales cuyos integrantes más jóvenes no pueden dejar su hogar producto de la dificultad para acceder a una vivienda. Similarmente, también se ha comprobado que familias beneficiarias de proyectos habitacionales vuelven a sus campamentos de origen un tiempo después, ya que muchos de estos están localizados en zonas segregadas, mal ubicadas -incluso en otras comunas- y lejos de sus redes de apoyo y de trabajo.

La evidencia, tanto en Chile como en otros países, nos muestra que la mayoría de estos casos se correlacionan con bajos logros educacionales, hacinamiento y segregación; todos factores que denotan pobreza multidimensional. La importancia de la vivienda en el desarrollo humano es indiscutible, sin embargo, es necesario cambiar el lente a través del cual se aborda el fenómeno y que parece estar enfocado casi exclusivamente en la provisión de viviendas para que las personas sean “propietarias”, en circunstancias que el solo dominio sobre un inmueble no resuelve el problema de fondo si es que no se atacan los flagelos económicos y geográficos que prolongan el estado de precariedad.

En el contexto de la crisis habitacional y de la discusión constitucional actualmente en curso, resulta imperante que comencemos a hablar en clave de las distintas dimensiones de la pobreza y no de vivienda solamente. Por supuesto, contar con una vivienda digna que permita el desarrollo de las familias, sin importar su clase social, es algo relevante para nuestra sociedad; no obstante, y como bien destaca Ricardo Abuauad en este mismo medio, si nos preocupamos solo de la vivienda y no se trabaja en temas socioeconómicos como segregación, seguridad ciudadana y educación -entre otros-, entonces los problemas tendrán más trabas que soluciones.

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