Desempleo en niveles muy preocupantes

Cuesta entender que ante el progresivo deterioro del mercado laboral -con una tasa de desempleo que ya se acerca a los dos dígitos- esta realidad aún no aparezca como una tarea prioritaria en la política gubernamental.



El rezago que ha exhibido el mercado laboral luego de los severos efectos de la emergencia sanitaria es evidente hace muchos meses. Ha costado recuperar los niveles prepandemia y en el margen lo avanzado corre el riesgo de perderse.

Los datos del trimestre junio-agosto prendieron de nuevo las alarmas. El desempleo escaló hasta un 9%, anotando un alza de 1,1 puntos porcentuales en un año y el mayor nivel en más de dos años. La tasa de desocupación de mujeres llegó en el trimestre terminado en agosto a 9,3%, mientras la de hombres escaló hasta 8,8%.

En tanto, los ocupados no sólo aún no recuperan los niveles prepandemia, sino que en los últimos registros han mostrado una caída en relación con los meses previos, corrigiendo por estacionalidad. De hecho, la actual tasa de ocupación -que mide el número de ocupados sobre la población en edad de trabajar- está casi tres puntos (55,4%) por debajo del nivel de febrero de 2020 (58,2%), lo que implica que es necesario crear 450 mil empleos adicionales para recién alcanzar los registros previos a la crisis sanitaria.

Al analizar el empleo por rama es posible determinar los sectores más afectados. En un año el empleo total registró en el periodo junio-agosto un aumento de 1,7%, el menor ritmo en 28 meses, lo que equivale a 152 mil puestos de trabajo adicionales, comparado con el mismo periodo del año anterior. Sin embargo, en los sectores de la construcción (-68 mil), agricultura (-21 mil), industria (-13 mil) y minería (-12 mil) registran una destrucción neta de empleos comparados con hace un año atrás.

Cuesta entender que este fenómeno y sus implicancias no aparezcan como una prioridad para el gobierno y la coalición que lo acompaña. La mayoría de las propuestas económicas más que resolver el problema que se está incubando en materia laboral, previsiblemente terminarán por agravarlo. Está en curso la implementación de la reducción de la jornada semanal a 40 horas, el aumento del salario mínimo a $500 mil; en tanto que en el Congreso se discuten leyes que rigidizan el mercado laboral o encarecen la contratación, como la reforma de pensiones.

En cambio, escasean las reformas que buscan apuntalar la actividad, agilizar las inversiones privadas y mejorar el ambiente para hacer negocios, todo lo cual repercute en la generación de empleos permanentes y de calidad. Por su parte, aspectos que son claves para despejar la incertidumbre y que tienen efectos directos sobre la inversión se mantienen en la nebulosa, como una eventual alza de impuestos, la reforma al sistema de evaluación de impacto ambiental y nuevas reformas laborales, las que se suman a la incertidumbre que de por sí conlleva el proceso constituyente.

En una perspectiva de largo plazo para el empleo es necesario reconocer que la informalidad -que llega al 26,7%-, el empleo público -que sigue expandiéndose en el margen- y los trabajos a tiempo parcial contribuyen a atenuar el problema, pero no lo resuelven de manera permanente. Es importante apuntalar el empleo privado, que es el único que puede seguir expandiéndose sin crear externalidades negativas, y esa es una tarea que no puede seguir dilatándose.

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