El impacto de los líos de platas en las fundaciones

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La pérdida de confianza es uno de los mayores daños que ya se detecta, lo que puede llevar a que la ciudadanía deje de ver el favorable impacto que tiene para el país el que organizaciones de la sociedad civil contribuyan a la solución de problemas sociales.



Uno de los mayores efectos que se temía luego de que estallara el caso de los líos de platas -donde numerosas fundaciones fueron aparentemente creadas como meras maquinarias para extraer fondos desde el Estado a través de la celebración de millonarios convenios- es que justamente se resintiera la confianza sobre las organizaciones de la sociedad civil, sobre todo en las fundaciones, algo que lamentablemente ya parece estar ocurriendo.

Un reportaje de este medio dio cuenta de los problemas que están enfrentando las fundaciones desde hace algún tiempo. Los mayores requisitos que está exigiendo el Estado para la celebración de convenios, sin bien apuntan a mejorar los estándares de transparencia y cautelar mejor los fondos públicos, la abundancia de trámites y la lentitud de los procesos están complicando el quehacer de varias instituciones, con un impacto directo en quienes son los beneficiarios de los programas.

A pesar de que las fundaciones que están siendo objeto de investigación por parte de la Fiscalía son poco más de 50, ha sido suficiente para que por culpa de la irresponsabilidad de unos pocos todo el sistema se vea de algún modo afectado. Un estudio llevado a cabo por Ipsos el año pasado mostró que la confianza en las fundaciones y ONGs cayó 21 puntos porcentuales entre 2022 y 2023, afectando sobre todo a las organizaciones más pequeñas.

El mal uso que algunos grupos inescrupulosos han hecho del mecanismo de las fundaciones encierra el peligro de que la sociedad deje de ver el enorme aporte que la sociedad civil organizada puede hacer al país, especialmente en los sectores más vulnerables -donde gracias a la especialización de dichas instituciones los fondos del Estado y los aportes privados pueden resolver mucho más eficientemente una serie de necesidades-, como también el enorme valor social que tiene la filantropía. Las estadísticas de hecho indicaban que el número de organizaciones de la sociedad civil venía creciendo sostenidamente en los últimos años -superando las 300 mil-, dando cuenta de una saludable robustez. Pese a ello, todavía hay un amplio margen para seguir creciendo si se compara con la experiencia de otros países, como es el caso de Estados Unidos, donde hay una cultura muy instalada respecto del rol que juega la filantropía y la sociedad civil.

A partir del escándalo de los líos de platas es incierto si la caída de la confianza en el rol de las fundaciones se logrará revertir prontamente; por lo mismo, es importante que mediante procesos de fiscalización activos se logre discriminar mejor entre las fundaciones de fachada versus aquellas que encarnan proyectos serios y de largo plazo, sin caer en excesos regulatorios. Mayores niveles de transparencia también ayudarían a que la ciudadanía pueda diferenciar mejor entre los distintos proyectos. El Estado puede hacer entonces una importante contribución para un perfeccionamiento de la institucionalidad de modo que parte de su quehacer lo siga canalizando a través de estas entidades originadas en la sociedad civil, y su importante papel se releve ante la ciudadanía.

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