Entre el dinero y la obstinación: por qué el COI se niega a la pandemia

People wearing face masks look out at the New Tokyo Stadium, the main venue for the 2020 Olympic Games, from a viewing area in Tokyo on March 9, 2020. (Photo by CHARLY TRIBALLEAU / AFP)

Pese a que la amenaza del coronavirus aún no es controlada, el COI se niega a aplazar los Juegos. Millonarios contratos y política, las principales razones de la decisión.


El coronavirus ha hecho que todos los eventos deportivos se hayan cancelado o aplazado para una fecha indeterminada, pero los Juegos Olímpicos mantienen su inicio inalterablemente. El martes, el COI decidió ratificar una vez más el 24 de julio como el día en que el pebetero de Tokio 2020 comience a arder y aunque su presidente, el alemán Thomas Bach, aseguró que la decisión “no estará determinada por intereses financieros”, es difícil encontrar una razón para entender la obstinación de no mover la fecha.

La principal tiene que ver con los contratos de por medio. Pese a contar con numerosos seguros en caso de la suspensión o aplazamiento de la cita nipona, su cancelación representaría para el COI 8.000 millones de dólares menos a sus arcas, lo que lo dejaría muy complicado ante futuras crisis. Sólo en tres ocasiones desde el inicio de los Juegos Olímpicos modernos, en 1896, la cita de los cinco anillos se ha aplazado: en Berlín 1916, en Helsinki 1940 y en Londres 1944. En todas ellas los conflictos bélicos fueron la razón. Por ello, el COI se aferra también a su tradición.

Aunque el informe anual del organismo dice tener una reserva de casi 2.000 millones de dólares, los contratos por transmisión televisiva tienen mucho que ver. Aproximadamente, el 73% (4.161 millones de dólares) de los ingresos de 5.700 millones de dólares del último ciclo olímpico provinieron de la venta de los derechos de transmisión. Eso, sumado al aporte de los patrocinadores (18%, 1.026 millones), llenan de dudas una posible modificación, a 126 días de que inicien.

El COI puede aplazar o cancelar los Juegos si “tiene razones fundadas para creer, según su propio criterio, que la seguridad de los participantes en los Juegos estaría gravemente amenazada o comprometida por cualquier razón”, dice el artículo 66 inciso a) de la Carta Olímpica, por lo que tampoco iría en contra de sus principios un aplazamiento, justificado en la clara amenaza del COVID-19 en un evento masivo de esta envergadura.

Pero hay otra razón poderosa y es el costo político. Imborrable es la cautivante ceremonia de clausura de Río 2016, en que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, personificó al personaje de Nintendo Mario Bross, asegurando que Tokio representaría unas “manos seguras” para el COI. Abe, que acabará su mandato en 2021, es el primer ministro que más años ha permanecido en el cargo en Japón desde la Segunda Guerra mundial, y los Juegos representan para él y su partido, el Liberal Democrático, la coronación de su carrera.

A cuatro meses de Tokio 2020, asegurar que la pandemia del Coronavirus será controlada es una aventura. Al menos, así lo dice la OMS por ahora, aunque el escenario es evaluado día a día. Eso, sin contar la modificación en el calendario de miles de deportistas.

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