Kast y el Partido Republicano: los grandes derrotados

El lider del partido Republicano Jose Antonio Kast realiza un discurso luego de conocer los resultados del plebiscito constitucional. Foto: Juan Farias / La Tercera.

El Partido Republicano y su líder fracasaron en la fundamental tarea de asegurar una nueva Constitución para Chile, al buscar imponer contenidos que finalmente no representaron a la mayoría.



El resultado del plebiscito constitucional ha sido contundente: con una participación superior al 80%, casi el 56% de los votantes se manifestó en contra del proyecto presentado por el Consejo Constitucional, mientras que sólo el 44% apoyó dicho texto, confirmando el escenario que diversas encuestas venían anticipando.

El resultado que han arrojado las urnas desde luego no es una buena noticia para Chile. Por de pronto, nuestro país ha pasado a ser una rareza en el concierto internacional, ya que prácticamente no hay ejemplos en el mundo donde dos procesos constituyentes consecutivos hayan terminado en fracaso. En ese sentido, son cuatro años perdidos, lo que reviste un enorme costo para el país, pues no sólo se ha frustrado la posibilidad de dotarse de una nueva Carta Fundamental, sino además los principales problemas del país se han agudizado desde entonces: el crecimiento se ha hundido, tenemos más desempleo, la inseguridad ha alcanzado niveles sin precedentes, y aún no se logra una solución en el tema de pensiones, sólo por mencionar algunas de las temáticas más acuciantes.

En fin, si bien estos resultados nos han devuelto al punto de partida, cuando menos cabe reconocer que no estamos en las mismas condiciones con que todo esto partió, en los días más álgidos días del llamado estallido social, a fines de 2019, pues entonces la violencia política se encontraba validada en amplios sectores de la sociedad, lo que claramente hoy no ocurre. Si se quiere, estamos en un mejor punto de partida que entonces, pero eso no obsta para reconocer la pérdida que significa haber dilapidado todos estos años.

A la hora de explicar este nuevo desaguisado, podrán esgrimirse una serie de factores, entre ellos la fatiga electoral y el cansancio de la ciudadanía con este ya largo proceso. Pero aun cuando ello es real, parece un hecho que ante la contundencia del resultado las razones de esta derrota son más de fondo, pues es indudable que la mayoría no se sintió representada por este texto, particularmente con algunos de sus contenidos que terminaron dividiendo fuertemente a la ciudadanía. La responsabilidad de ello recae sobre todo en el Partido Republicano y en su líder, José Antonio Kast, quienes han terminado siendo los grandes derrotados de esta jornada.

Los republicanos fueron la fuerza que por voluntad popular logró tomar el control del Consejo Constitucional, y por tanto sobre sus hombros recaía la principal responsabilidad de lograr que la meta de contar con una nueva Constitución llegara a buen puerto, pues dicha fuerza tenía por sí misma el derecho a veto en el Consejo. Si bien los republicanos eran refractarios a cambiar la actual Carta, desde el momento en que decidieron embarcarse en este proceso y optaron por la alternativa de jugarse por un nuevo texto, su misión era lograr concretar ese objetivo. Que tras el resultado siga rigiendo la actual Constitución no puede considerarse ningún triunfo para Republicanos, porque su opción fue otra y terminó derrotada.

En vez de utilizar hábilmente su mayoría, Kast y los republicanos optaron por imponer numerosos cambios al texto de los expertos -el que había logrado ser aprobado dificultosamente por la unanimidad de sus integrantes-, sobre todo en una serie de materias altamente sensibles, desoyendo las advertencias de que con ello sólo se estaban introduciendo ruidos innecesarios en el proceso y polarizando aún más a la ciudadanía. En tal sentido, se habría esperado una mayor autocrítica de Kast, quien si bien anoche reconoció la derrota, también dijo que “podemos estar contentos porque hicimos la pega”, desentendiéndose de que él y su partido desaprovecharon la oportunidad de haber cerrado de mejor forma lo que él mismo denominó como el “daño de los últimos cuatros años”.

El hecho de que la opción A Favor haya sido derrotada, tampoco implica un triunfo para las fuerzas oficialistas. Esto porque seguirá rigiendo la actual Constitución, donde siempre el objetivo de las fuerzas de izquierda fue apuntar a su reemplazo, para lo cual no dudaron en tacharla de ilegítima y culparla de haber instaurado un modelo plagado de injusticias. Estas mismas fuerzas, por razones tácticas, ahora la validaron -para lo cual se llegó a volteretas inauditas, como dejar de hablar de la “Constitución de Pinochet”-, y ahora sólo cabe esperar que la promesa de que el proceso constituyente se cierra con este plebiscito se cumpla a cabalidad, tal como lo indicó el Presidente en el discurso que pronunció anoche.

En ese orden de cosas, no cabe duda de que si bien la actual Carta ha quedado dañada después de todas las críticas destempladas de la que fue objeto en estos años, tras estos resultados el texto finalmente termina consolidado en su vigencia, lo que dentro de todo es una buena noticia para el país. En ello es fundamental apelar a la responsabilidad de los partidos, considerando que la Constitución vigente contempla un quorum de sólo 4/7 para reformar cualquiera de sus capítulos, lo que podría despertar el apetito para seguir insistiendo en introducir cambios, atentando contra el objetivo de afianzar una indispensable estabilidad de las reglas constitucionales. Sí cabe esperar que el Congreso tenga la grandeza para incorporar los cambios al sistema político que incluía el texto rechazado, justamente el aspecto que era más valorado del texto, y que son fundamentales para asegurar el buen funcionamiento de nuestra democracia y pensando en las generaciones que vienen.

Cerrado el tema constitucional, es urgente que tanto el Ejecutivo como el Congreso se aboquen ahora de lleno a resolver los grandes problemas del país, los cuales ya no pueden seguir esperando. Es acertado en tal sentido que el Mandatario haya buscado transmitir la idea de que ahora “las urgencias son otras” y la necesidad de buscar grandes acuerdos entre todos los sectores, lo cual exigirá que tanto oficialismo como oposición flexibilicen sus posturas y actúen con el sentido de premura que los tiempos exigen.

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