La importancia de recuperar los consensos

Los dos procesos constituyentes fallidos son un recordatorio del riesgo que conlleva la pretensión de que mayorías transitorias busquen imponer su visión al resto. Cabe esperar que nuestro sistema político haya extraído las lecciones.



Ya despejado el resultado del plebiscito constitucional, es inevitable el sentimiento de frustración ante la imposibilidad de contar con una nueva Carta Fundamental luego de cuatro años de un extenuante proceso constituyente. Con dos experiencias fracasadas consecutivamente, es evidente que la clase política es la que queda en deuda con el país, pues los sectores que en cada momento tuvieron la mayoría circunstancial de una u otra forma prefirieron, con distintas intensidades, imponer sus respectivas visiones, desatendiendo la importancia de haberse jugado por lograr un consenso amplio, como fórmula para asegurar el éxito.

Este nuevo traspié sorprende al país con una serie de reformas muy relevantes trancadas en el Congreso -entre ellas, lo relativo a pensiones, sistema tributario e Isapres-, justamente porque los distintos bloques políticos llevan mucho tiempo sin poder zanjar sus diferencias. Todo esto ha alimentado una fuerte animadversión ciudadana hacia el Congreso y los partidos políticos, una señal a la que cabe prestar especial atención ante el riesgo de que la población deje de ver en los canales institucionales la forma de procesar las diferencias y buscar soluciones a los problemas que aquejan a la sociedad.

Ahora que el proceso constituyente se ha cerrado, es urgente volver a poner el acento en las demandas ciudadanas, donde la política tendrá la oportunidad de intentar redimirse y ser capaz de responder a estos requerimientos. Para ello resulta fundamental extraer las lecciones que han dejado estos procesos fallidos, donde un aspecto central es volver a recuperar el espíritu de los grandes acuerdos y entender que la vía de imponer a toda costa las ideas propias sin abrirse a recoger otras visiones augura profundizar la polarización, alejándonos de las soluciones que urgentemente se requieren.

La palabra “consenso” ha sido injustamente desprestigiada en estos últimos años, especialmente porque los núcleos más radicalizados han visto en ello burdos intentos de “cocina política”, que a su juicio sólo han buscado resguardar el statu quo y los intereses de algunos en detrimento del bienestar de las grandes mayorías, simbolizándolo en la crítica hacia los “30 años”. Se ha perdido de vista que fue justamente en los momentos en que la política logró alcanzar grandes acuerdos cuando mejor le fue al país, y aun cuando en el ambiente de fuerte crispación que hoy se vive este tipo de entendimientos aparece lejano, no se debe renunciar al objetivo de recuperarlos, tal como ocurrió con el gran acuerdo político de fines de 2019, para canalizar la crisis social de entonces, o en el Acuerdo por Chile de 2022.

Tras los resultados de este domingo, las fuerzas políticas deben poner especial celo en no pretender dar lecturas antojadizas al veredicto de las urnas. En algunos ya parece aflorar la creencia de que ahora el programa de gobierno ha quedado “validado”, creyendo equivocadamente que el masivo voto “En contra” fue un respaldo a sus ideas, en tanto que también, desde la vereda opositora, algunas voces ya señalan que no se debe ceder en nada a las reformas que proponga el Ejecutivo. Ambas son miradas cortoplacistas, que de asentarse le harían mucho daño al país y al sistema político.

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