Los extremos políticos capturando el debate

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La bancada del Frente Amplio en el Congreso.


Ni el asambleísmo de la izquierda racionalizada de campus o PC, atada a discursos generales que tienden a desconocer la singularidad del individuo, la peculiaridad de las situaciones y la importancia de una división del poder entre el Estado y la sociedad civil (apuntalada esta en una economía libre, pues, si no, bajo las condiciones actuales tiende a la impotencia), ni la tozudez mercantilista que aboga por las leyes inmutables o por los dictámenes de los económicamente poderosos y soslaya el aspecto colaborativo, comunitario y político de la existencia, dan para comprender lo que está ocurriendo.

No es equivocado interpretar el malestar popular difuso y generalizado como una resistencia a sucumbir bajo el peso de esos discursos abstractos de la derecha y la izquierda menos moderadas.

Ambas se unen en la confianza que depositan en las construcciones mentales y en la desatención a la existencia popular e individual concreta; se alían en la adhesión a las abstracciones, sean estas la del racionalismo de la deliberación pública o de la oferta y la demanda.

"Generalizar es ser un idiota; particularizar es la distinción del mérito", escribió William Blake. Hoy luce aplicar la alusión a la izquierda y la derecha menos reflexivas: amigos de la fórmula general, que se ahorran el esfuerzo de pensar lo raro, lo otro, lo distinto. "Capital humano", "masa crítica", "asamblea", "movilización social", "revolución", "sigue la revolución", "mercado en vez de ideología", son parte del stock de abstracciones con las que entienden el ancho mundo e intentan someterlo.

Están por todas partes, con insistencia que pasma. Se tomaron la derecha post-dictadura, crearon "think tanks", como LyD o la Fpp, para legitimar su operación; denostaron a las tradiciones más humanas de la centroderecha de antaño: el liberalismo político moderado, el pensamiento socialcristiano y el nacional-popular. Pero están también en la izquierda, con la insistencia del tambor, con Atria y sus ideas sencillas "en la mochila" (lo escribió Jackson), listos para desplazar el mercado y avanzar hacia la plenitud generalizante de la deliberación pública en asamblea.

La esperpéntica imagen y la ignorancia confesada de Florcita Motuda vienen a ser como el reclamo de la armonía pueblerina y la individualidad dañadas: "sólo quiero descansar", exclama el pequeño burgués hasta cierto grado cómplice en dejarse incluir en la normalización, admitida acríticamente por los aceleradores de procesos, los partidarios -aquí y allá- de los modelos simples.

Una mirada a ese fondo sin fondo que siempre será el pueblo, permite discernir ciertos aspectos de un fenómeno que incluye, a la vez que bienestar -las clases medias son, y por primera vez en nuestra historia, mayoritarias-, una precariedad, un miedo a la pobreza, una angustia abismal, que rematan en un malestar difuso, extendido y enconado.

Urge comprender la situación. Antes que adoptar el giro hacia las fórmulas abstractas, es menester considerar con detención la realidad social y popular; atender cuidadosamente a las pulsiones y anhelos nacionales; luego de esa consideración, buscar las maneras discursivas e institucionales de darle expresión adecuada en articulaciones plenas de sentido. Se necesitan liderazgos lúcidos de esa tarea comprensiva y dotados de las capacidades de intuición, reflexión e imaginación requeridas para palpar el fondo nacional, elucidarlo y ofrecerle cauce por medio de la obra y la palabra hacia rumbos significativos. Mientras algo así no ocurra, seguiremos rumiando el malestar.

No hay que ir muy lejos, hace un siglo pasó algo parecido. Desde 1910 hasta entrados los años 30 se sucedieron: malestar, protestas, inestabilidad, hasta golpes y matanzas, precisamente, por una comprensión política inveteradamente deficitaria. Ante los nuevos anhelos sociales de las emergentes clases medias y los preteridos de siempre, todavía insuficientemente considerados, no es descartable que la insistencia en las abstracciones carentes de penetración comprensiva termine intensificando la crisis.

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