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Esta columna fue escrita junto a Alejandro Guin Po, economista.

La inversión ha sido un tema protagonista en las últimas noticias sobre la agenda económica del gobierno. Según datos del Banco Mundial, desde 2014 la inversión ha tenido un crecimiento negativo, siendo superada por los principales socios comerciales y potencias como Estados Unidos y China. Adicionalmente, según la OCDE, la inversión extranjera directa (IED) cayó casi un 40% el 2017. Esto sella el peor cuatrienio en términos de crecimiento de la inversión desde principio de los años 80.

La importancia de esta variable se asocia principalmente al papel que juega en el crecimiento. Un punto de consenso en economía es que un mayor stock de capital conlleva un mayor producto en la economía y, por ende, una mayor inversión implica mayor crecimiento del producto. Más concluyente aún es Solow (1956), quien hace varias décadas demostraba que la convergencia del crecimiento en la economía se logra mediante la acumulación de capital, como sostienen prácticamente todos los modelos de economía neoclásicos (Barro, 1996).

Ahora bien, ¿cuáles son los canales por los que la inversión puede favorecer el crecimiento?

Uno de los impactos más importantes que genera la IED es el aprendizaje y efecto "contagio" en tecnologías e innovación que provoca en los países. Como estudian Borensztein, De Gregorio y Lee (1997), la IED se comporta como un importante vehículo de transferencia de tecnología, aunque para obtener una mayor productividad, el país receptor de la IED debe poseer un umbral mínimo de capital humano, lo que representa la "capacidad de absorber" las tecnologías avanzadas.

Por otra parte, Cheng y Kwan (1999) plantean que la inversión es persistente en el tiempo, es decir, a medida que se invierte es más probable que la inversión siga aumentando. Esta idea es congruente con los modelos neoclásicos en los que, debido a los rendimientos decrecientes del capital, se debe invertir cada vez más para poder crecer. Adicionalmente, algunos de los factores que potencian este efecto son la infraestructura y políticas preferenciales a la inversión extranjera directa.

En cuanto al impacto sobre productividad, Álvarez (2002) sostiene que debido a que las firmas extranjeras que ingresan al país presentan niveles bastante superiores de productividad respecto a las firmas locales, éstas hacen que las domésticas eleven su productividad, en un ciclo de externalidades positivas. Adicionalmente, esta idea es apoyada por el trabajo de Kim (1998) acerca del efecto positivo de la IED sobre la productividad en el sector manufacturero mexicano.

Otro mecanismo se produce a través del empleo. Baldwin (1995) señala en su trabajo que, a partir de la literatura considerada hasta ese momento, los efectos de la IED son positivos sobre el empleo local. La intuición es simple, mayores empresas que se instalen en el país requieren mayor mano de obra.

En conclusión, la inversión es un componente clave para el crecimiento y puede actuar por diversos mecanismos para proporcionar un mayor producto. La necesidad de generar una mayor acumulación de capital para enmendar a la alicaída economía chilena pasa por motivar a los determinantes de la inversión, que influye en el crecimiento de corto y largo plazo de la economía.

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