Materiales

1674723


SEÑOR DIRECTOR:

En la antigüedad, los musulmanes construían sus viviendas volcadas hacia adentro, pequeñas ventanas hacia la calle y ni asomo de antejardín. La vida se daba entre muros, en el patio interior, lugar del té, del descanso, del rezo y la conversación, pero también del refresco, amparado en sus gruesos muros perimetrales. ¿El material? tierra y paja: el mejor aislante térmico.

Esa tradición llegó directamente a Chile por los siglos de colonización musulmana en España. Fueron árabes los que se subieron a los barcos, trayendo ese saber que amalgamó naturalmente con las técnicas constructivas de los pueblos originarios del norte. En el centro hubo que desarrollar el estilo, dando paso a la casa colonial de adobe. Térmicamente perfectas, las casas que poblaron las ciudades del centro estaban hechas para resistir el calor del verano -mas no los sismos- y no era tema para el habitante del valle central cuando pegaba la canícula.

A diferencia de entonces, hoy el calor es el tema de conversación del verano. Los medios dedican la mitad de su contenido a hablar de las consecuencias y a vaticinar el infierno que nos espera producto del cambio climático. Hoy, que se compran más aires acondicionados y ventiladores que libros de historia, es un buen tiempo para pensar en cómo se hacía antes cuando la tecnología llegaba hasta el abanico. Asimismo, desde nuestra disciplina, es tiempo de pensar en soluciones estructurales que provengan desde el diseño arquitectónico, estudiando e incorporando métodos eficientes que ayuden a la resta necesaria que tenemos que empezar a aplicar en nuestras vidas si queremos hacer de nuestra especie algo perdurable. No hay que inventar la rueda, solo basta con mirar por el retrovisor.

Gonzalo Schmeisser

Arquitecto y Académico UDP

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.