Por qué un nuevo Código Penal



SEÑOR DIRECTOR:

La actual discusión sobre eventuales problemas constitucionales de la próxima ley de delitos económicos, constituye una oportunidad para hacernos cargo de un problema que no ha logrado visibilizarse para realmente solucionarlo. Me refiero a las reglas que como sociedad nos damos para establecer la responsabilidad penal e imponer sanciones a los infractores.

En efecto, se cuestiona que este proyecto de ley tendría un tratamiento desproporcionado y más duro tratándose de la delincuencia de “cuello y corbata”, en comparación al resto de los delitos. Sin embargo, esto no es nuevo, pues precisamente lo mismo se hizo cuando legislamos sobre los delitos de manejo en estado de ebriedad causando las lesiones o la muerte de personas (Ley Emilia) o respecto de la denominada Agenda Corta Antidelincuencia (¿sabemos de agendas largas sobre la materia?).

En todos estos casos el problema ha sido el mismo: nuestro Código Penal de 1875, el más antiguo de Occidente, ha quedado obsoleto, llevándonos a tener una decena de legislaciones específicas con sus propias reglas. En efecto, nuestro actual Código es uno opaco y mentiroso. Opaco, pues las sanciones se expresan en presidios mayores y menores a través de grados que no entiende la ciudadanía, y mentiroso, porque por el sistema de atenuantes las penas que señala la ley no son las que se imponen.

Sería mejor, más que seguir contando con legislaciones sectoriales que dificultan la aplicación del Derecho, dotarnos de un nuevo Código Penal para el siglo XXI, y cuyo texto, que reúne el trabajo de los últimos cuatro gobiernos incluyendo el actual, se encuentra en la Cámara de Diputados desde hace más de un año.

Sebastián Valenzuela

Ex subsecretario de Justicia

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