Preocupante “inflación” de notas

El explosivo crecimiento de alumnos con promedio siete parece estar confirmando que el diseño del puntaje ranking, en vez de favorecer los objetivos de mayor equidad, se está prestando para un aumento artificial de las notas, generando expectativas en los alumnos que a la larga se verán frustradas.



Los resultados de la Prueba de Admisión a la Educación Superior (PAES) trajeron consigo varios debates ya no en torno a la propia evaluación, sino sobre otros aspectos del proceso que llaman a la reflexión y que incluso los rectores miembros del Comité de Acceso del Subsistema Universitario acordaron reevaluar. Por un lado, la restricción del Ministerio de Educación a la difusión de información, que generó múltiples cuestionamientos. Y, por el otro, las dudas que se han levantado respecto a la idoneidad y el impacto que está teniendo el denominado puntaje ranking, indicador que el Cruch decidió incluir en 2012 -aunque con algunas correcciones en años posteriores- con el objeto de corregir los sesgos negativos que producía la PSU, buscando premiar la posición relativa de un alumno en relación a sus pares y, al menos en el papel, aumentando las posibilidades de acceso de quienes provienen de contextos más vulnerables.

La fórmula escogida por los rectores, sin embargo, más que un ranking acabó siendo una bonificación para quienes obtienen un buen promedio de notas de enseñanza media en comparación con las tres generaciones anteriores del mismo establecimiento. Ello, se advirtió en su momento, afectaría el cumplimiento del propósito de mayor equidad por el que se introdujo, pues pondría incentivos perversos hacia un aumento artificial de las notas, lo que provocaría una distorsión entre la bonificación que reciben estudiantes de mérito equivalente. Es así como a la fecha diversos estudios han ratificado dichas aprensiones, identificado no solo la inflación de notas señalada, sino también el impacto negativo que ésta ha tenido en el acceso a la educación superior de alumnos de colegios municipales y particulares subvencionados e incluso en la retención.

Es bastante claro que hoy, como resultado de lo anterior -y posiblemente también por la pandemia- las notas no están reflejando adecuadamente el nivel de los aprendizajes. Al utilizarlas para un fin distinto al que les corresponde, hemos llegado hasta el sinsentido de que, mientras los resultados en el Simce muestran el deterioro histórico del sistema educativo, el número de alumnos con promedio de enseñanza media igual a 7 creció en 460%. Esto, además, ha generado expectativas en los jóvenes que reciben mejores calificaciones, las que más temprano que tarde se verán frustradas, si no es durante el proceso de selección, una vez que ingresen a la universidad con una serie de vacíos y brechas.

Esta experiencia debe servir como lección, pues como ya ha pasado en otros ámbitos, se trató de una medida que, justificada en un fin legítimo, desoyó las críticas que a la larga fueron certeras. A estas alturas parece clara la necesidad de revisar los mecanismos existentes y en concreto repensar el ranking, teniendo en consideración que además se inserta en un contexto muy distinto al cual le dio origen, con una PAES que no posee las mismas falencias de la PSU.

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