Proteger las democracias, aislar las dictaduras

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Foto: EFE


Después de un ir y venir de declaraciones, críticas y controversia, finalmente el gobierno decidió invitar a Nicolás Maduro y Raúl Castro al cambio de mando presidencial. Como demócratas, no cabe más que respetar tal determinación aunque estemos en total desacuerdo con ella. Pero, también como demócratas, se debe ser respetuoso y defensor irrestricto de los valores que la democracia conlleva.

Los chilenos conocemos las violaciones de los derechos humanos, la persecución política, las múltiples restricciones, la censura a la prensa; sabemos del exilio, del miedo y de la muerte. Esa experiencia, que jamás debiera borrarse de nuestra memoria histórica, no tendría que ser motivo de división entre los chilenos, pero sí de un gran aprendizaje. A partir de esas vivencias dolorosas y de la evolución natural de la sociedad, no podemos considerar como legítimo a un régimen que vulnera persistentemente la dignidad de su pueblo y hace caso omiso de acuerdos y recomendaciones internacionales orientados a proteger la democracia.

Más allá del método utilizado para llegar al poder, una dictadura se define como tal por la concentración de éste en una sola persona o grupo, que reprime los derechos humanos y las libertades individuales y que ejerce su autoridad mediante la fuerza o la violencia. Es decir, exactamente lo contrario a una democracia, forma de gobierno en que el poder es ejercido por los ciudadanos, se practica la igualdad de derechos y los gobernantes son efectivos representantes del pueblo.

En el caso de Venezuela, el gobierno de Maduro ha hecho esfuerzos denodados por disfrazar de pseudodemocracia un sistema que a todas luces reúne las características de una dictadura. Por eso, creemos que no corresponde la invitación al cambio de mando en un país que practica y promueve los principios de la democracia y del respeto al derecho internacional. Se trata de un acto de consecuencia moral y política, que debe dejar en evidencia la vocación democrática que rige a Chile desde 1990.

En otras palabras, cualquier dictadura debe ser aislada de la comunidad internacional, tal como ocurrió con las de Pinochet, Stroessner, Marcos y otros. Quienes ejercen gobiernos autocráticos y autoritarios deben comprender que el mundo avanza hoy en otra dirección, que los regímenes totalitarios ya no son aceptados y que el ejercicio del poder por la vía de la fuerza y la represión nunca han sido ni serán prácticas legítimas.

El Partido Comunista(PC) señala que criticar la visita de Maduro va en contra de los intereses nacionales y es dañino para el país. Muy por el contrario, lo que causa daño son los dobles discursos, en que se condena a una dictadura de un color y no a la de otro, o cuando se buscan resquicios semánticos frente a conceptos que no admiten más de una acepción. Esa ambivalencia es la que provoca un daño interno y también en las relaciones de Estado a Estado. Por otra parte, la Cancillería chilena ha expresado la postura oficial frente al régimen venezolano. El PC, siendo parte del gobierno, debería actuar en consecuencia y apoyar ese planteamiento, no como lo hizo el alcalde Jadue al tildar al ministro Muñoz de "agente norteamericano".

Ante la decisión del gobierno de Chile, no queda más que solidarizar con los pueblos de Venezuela y Cuba y esperar que sus gobernantes entiendan que es necesario escuchar la voz de la ciudadanía y no silenciarla, para así poder avanzar hacia un modelo de sociedad en que todas las personas sean tratadas con dignidad y respeto. También es de esperar que sean capaces de observar con altura de miras el ejemplo chileno, que con mucho sufrimiento y madurez política logró dejar atrás los años de dictadura.

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