Todo para un triste final



SEÑOR DIRECTOR:

Existen varias razones para estimar que el resultado del plebiscito es triste. En primer lugar, ha quedado en evidencia la perfecta inutilidad de un prolongado proceso constituyente, nacido del revanchismo, el delirio y el voluntarismo extremo. La izquierda, en todas sus denominaciones, en especial aquella más religiosa y poco amiga de la democracia, ha conseguido condicionar la vida política del país, imponiendo sin mayor contrapeso su visión a los demás sectores políticos, basada en el garlito de que la causa de los problemas nacionales es la Carta Fundamental. Además, han sido cuatro años de estancamiento, de parálisis política y de atraso económico, con un Ejecutivo pasmado, embriagado de poder y embarrado en la corrupción de sus bases de apoyo, y un Legislativo de fiesta, indolente, absorto en el disfrute fruitivo de sus privilegios, en medio de un incremento intolerable de la inseguridad y de la conflictividad social.

Es evidente que el origen de los problemas que aquejan a nuestro país, que son muchos, no es la Constitución; haber salmodiado lo contrario en estos años no ha sido más que majadería, política de la peor calidad y descarado afán de imponer un modelo de muy dudosa ingeniería social. Que los sectores más moderados, los que se llaman a sí mismos de centro, hayan cedido a esta tentación es otra muestra de la consolidada mediocridad en que transcurre nuestra vida pública; sin proyecto, sin visión histórica, sin entusiasmo, anclada en eslóganes toscos, feos y falsos, en propuestas improbables, y sumida en una profunda crisis de valores.

En este contexto, lo concreto es que el país hoy está más dividido, se han despilfarrado ingentes recursos, los chilenos nos queremos menos entre nosotros y, además, somos más pobres que antes.

Gustavo Adolfo Cárdenas O.

Abogado

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