Un año decisivo para la democracia

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Cerca de 2 mil millones de personas están convocadas a las urnas en 2024 y los resultados pueden tener repercusiones para el futuro de la democracia mucho mayores que la sola definición de las autoridades que gobernarán los más de 70 países donde se irá a votar.



“El año en que el mundo vota”, así tituló su primera edición de 2024 la revista Foreign Policy. Y la masiva concurrencia a las urnas durante los próximos 12 meses también ha sido motivo de artículos en varios de los principales medios internacionales desde The Economist a The Financial Times. La razón es simple: nunca antes más personas estaban convocadas a las urnas en un mismo año en la historia de la humanidad. Más de 2 mil millones de habitantes del planeta votarán en 2024, lo que equivale a cerca de la mitad de la población adulta en el mundo. Son más de 70 países los que elegirán a sus representantes, ya sea para el parlamento o la presidencia, y entre ellos están ocho de los 10 países más poblados del mundo. Pero lo que algunos podrían ver como un triunfo de la democracia como modelo de organización política, plantea también muchas dudas y desafíos.

La maratón electoral de 2024, que incluye desde Estados Unidos, a Taiwán, pasando por México y Rusia, por citar solo a algunos países convocados a las urnas, se da en momentos en que la democracia está seriamente desafiada. No solo 2023 marca el sexto año consecutivo de retroceso democrático en el mundo, según el International Institute for Democracy and Electoral Assistance, es decir, cada vez son más las personas que viven bajo sistemas autoritarios y menos bajo modelos democráticos, sino que incluso la calidad de la democracia ha caído a su menor nivel desde 1986, según el V-Dem Institute. La democracia es mucho más que concurrir a las urnas regularmente para elegir representantes -aunque esto sea un componente decisivo-; implica también un sistema donde se garantizan derechos individuales y libertades públicas.

Por ello, más que el dato anecdótico de que tantos países deban elegir en un mismo año a sus representantes, la relevancia de la masiva concurrencia a las urnas en 2024 es el rumbo que pueda tomar el mundo después de los comicios. No solo son tiempos de avances del iliberalismo, como hemos visto en Rusia e incluso en países de la UE como Hungría, sino también de creciente populismo y nacionalismo. Las elecciones en Taiwán, el sábado próximo, por ejemplo, pueden determinar el tono de las relaciones con China, luego de que Xi Jinping insistiera a fin de año en la futura anexión de la isla; las de México en julio, el riesgo del avance de un copamiento institucional por parte del partido de Andrés Manuel López Obrador; y la de Estados Unidos en noviembre, el rumbo que tome la principal democracia moderna, si gana Donald Trump.

A todo ello se suman los países de la Unión Europea que deberán concurrir a las urnas para elegir al europarlamento, con la atención puesta en el eventual avance de los partidos nacionalistas y euroescépticos, que podrían debilitar el compromiso con el modelo de unidad continental, al cumplirse 31 años del Tratado de Maastricht. Por eso, 2024 no es solo un año anecdótico por el número de elecciones, más aún cuando se libra una guerra dentro de los confines de Europa y otra en Medio Oriente, cuyos desenlaces pueden determinar las características que tome el nuevo orden mundial. Además, con una juventud cada vez más tolerante a modelos autoritarios, según muestran las encuestas, y un mundo donde se han debilitado los consensos surgidos tras la Segunda Guerra Mundial, el resultado de la maratón electoral tendrá muchas más repercusiones que solo la definición de las autoridades que gobernarán los países convocados a las urnas.

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