Una valiosa señal de unidad

FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

El espíritu cívico que permeó el funeral de Estado del expresidente Sebastián Piñera es una muestra de lo bien que le hace al país cuando la política es capaz de ver las virtudes que hay en el adversario.



El funeral de Estado con el que esta semana se despidió al expresidente Sebastián Piñera no solo fue un acto que estuvo a la altura de nuestras mejores tradiciones republicanas, sino que inesperadamente se convirtió también en una instancia de unidad nacional, como hace ya un buen tiempo no se veía.

Las escenas de miles de ciudadanos haciendo largas filas frente a la sede del Congreso Nacional en Santiago para rendir espontáneo homenaje al expresidente fue por de pronto una postal inolvidable, lo que devuelve cierta esperanza de que a pesar del fuerte desprestigio en que se encuentra nuestra política, la ciudadanía todavía es capaz de separar las cosas y valorar las trayectorias de políticos o servidores públicos que fueron capaces de marcar una diferencia en bien del país.

Un crédito muy importante corresponde al gobierno, particularmente al Presidente Gabriel Boric, quien apenas conocido el trágico accidente del expresidente decretó duelo nacional, instruyó la realización de un funeral de Estado y valoró la figura del exmandatario -a quien calificó como un “demócrata desde la primera hora”-, para luego concurrir personalmente al aeropuerto de Santiago para esperar la llegada de los restos mortales del expresidente, acompañando a su viuda e hijos en un momento de particular dolor, sintonizando así con los sentimientos que imbuían a buena parte del país. La eficiencia con que cada detalle de este funeral fue organizado -tanto en la sede del Congreso, la Catedral y La Moneda- es también admirable, considerando que todo se tuvo que hacer en tiempo récord.

Especialmente simbólico resultó el hecho de que la mayor parte de los sectores políticos se dieran cita en la sede del Congreso para dar el último adiós y rendir tributo al exmandatario, dejando de lado cualquier pequeñez o rencillas pasadas. La guardia de honor que hicieron alcaldes de las más diversas tendencias políticas, así como los propios ministros de Estado, crearon un momento muy especial, donde al menos por un instante las diferencias parecieron quedar de lado y el reencuentro entre adversarios apareció como algo posible, quedando como otra de las postales de esta histórica jornada.

Pero además de estos hechos llenos de profundo simbolismo para la vida democrática, también hubo mensajes políticos de especial relevancia, en particular el discurso que pronunció el Presidente Boric, quien junto con volver a reivindicar las credenciales democráticas de Piñera, hizo un profundo mea culpa respecto del rol que él y las fuerzas que lo apoyan jugaron mientras fueron oposición a Piñera. “Como oposición, como ha sucedido otras veces en nuestra historia en medio de la vorágine política, durante su gobierno las querellas y las recriminaciones fueron en ocasiones más allá de lo justo y razonable”, señaló.

Los dichos del Mandatario ciertamente abren un capítulo aparte, no solo porque será interesante saber hasta dónde la izquierda está dispuesta a asumir el diagnóstico que con tanta sinceridad y coraje ha hecho el Mandatario -considerando que en los días más álgidos del estallido social hubo sectores que abiertamente validaron la violencia política o guardaron cómplice silencio frente a ella-, sino porque sectores del Partido Comunista rechazaron abiertamente estos dichos, al denunciar una suerte de “negacionismo”, abriendo un complejo flanco dentro del oficialismo.

En la misma línea, el discurso que pronunció la expresidenta Michelle Bachelet también conlleva importantes implicancias, no solo porque valoró que el propio Piñera hubiera solicitado a la ONU un informe para que se pronunciara sobre las denuncias por violaciones a los derechos humanos en el marco del llamado estallido social, sino porque también destacó la “valiosa consistencia” en la forma como Piñera entendió los grandes momentos de ruptura. “Tanto en la dictadura como en el estallido social eligió la salida institucional, de dar poder a la ciudadanía mediante el voto”.

Tanto la visión del Presidente Boric como de la expresidenta Bachelet traen una indispensable matización respecto del rol que le correspondió jugar al expresidente Piñera en momentos muy álgidos, reflexiones que permiten debatir sobre acontecimientos recientes desde un prisma más desapasionado y con mayor altura de miras.

Por cierto que sería demasiado prematuro anticipar que este clima de inesperada unidad y encomiable espíritu cívico que se ha visto por estos días es señal de que el país ha entrado en una nueva fase, donde sería posible superar las diferencias para buscar grandes entendimientos. Pero de lo que no cabe duda es que al menos debería servir para recordar lo importante que resulta para el país que la política salga de las lógicas de guerrilla y sepa apreciar las virtudes que hay en el adversario. Los gestos de reconocimiento, el respeto mutuo y el juzgar con mayor altura el rol de un gobierno o determinados hechos históricos no deberían ser actitudes que solo florezcan cuando tienen lugar acontecimientos de alta conmoción, sino que deberían ser lo propio de una política mucho más madura.

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