Columna de Alejandra Sepúlveda: "¡Es la educación, estúpido!"

En abril, el Instituto Nacional decidió convertirse en un liceo mixto. FOTO: Mario Tellez / La Tercera

La polémica encendida en el Instituto Nacional me trae a la memoria, casi como un mantra, un famoso eslogan de la campaña presidencial estadounidense del año 92, que terminó dándole el triunfo a Bill Clinton. Pero esta vez no para decir que es la economía lo que importa, sino para insistir hasta el cansancio que "es la educación, estúpido, la educación", lo que tenemos que priorizar y mejorar sustancialmente en este país, si queremos legarles una sociedad más justa, equitativa y desarrollada a las nuevas generaciones.



En estos días de polémica por la decisión mayoritaria de la asamblea del Instituto Nacional de no admitir mujeres en sus aulas -gracias al peso otorgado al voto de los apoderados y en contra de la opinión mayoritaria de los alumnos a favor-, los cuestionamientos han sido muchos y decepcionantes las respuestas y señales que se han dado, finalmente, a los y las estudiantes de nuestro país. Desde el neutro "respeto a la decisión libre de la comunidad educativa", al "hay que discutir en el Congreso" si la educación pública debe ser obligatoriamente mixta.

Pero, en concreto, como resultado de todo el debate, emerge un mensaje directo a las niñas que resulta tan contundente como un mazazo: ellas son peores, si entran a este liceo de excelencia lo van a "echar a perder" y/o van a distraer a los hombres de su verdadero cometido, que es sacar buenas notas y tener un alto rendimiento. Y, claro está, como allí se educa a los líderes del mañana, ellas no tienen cabida. Intolerable y doloroso.

Me puedo imaginar la decepción de Marina Ascencio, la estudiante del Liceo Carmela Carvajal que el 28 de julio de 2016, a los 11 años, escribió una carta dirigida a la entonces Presidenta de la República, a la alcaldesa de Santiago y al rector del Instituto Nacional, pidiendo entrar como alumna al liceo para seguir los pasos de su padre.

Tres años después de ese acto tan valiente y decidido, por el que en ComunidadMujer la distinguimos un 8 de marzo, Marina fue invitada con un grupo de compañeras a la asamblea realizada recientemente en el Instituto Nacional. Los alumnos querían que su presencia fuera un símbolo, un testimonio de su voluntad de incluirlas, porque, como dicen, ellos quieren "ser educados para la vida… y la vida ¡es mixta y diversa!". Pero apenas tuvieron espacio para ser escuchadas.

¿Cómo, entonces, esos niños y adolescentes van ver y tratar a las mujeres como pares, si en el propio colegio les enseñan que son una especie de accesorio distractivo? La educación sexista se fragua también en el currículum oculto, en lo que no se dice de manera explícita, en los sesgos y estereotipos, en el machismo, la subvaloración de las mujeres y en la segregación de género. Ya hay demasiada y rigurosa evidencia al respecto.

Por eso, la polémica encendida en el Instituto Nacional me trae a la memoria, casi como un mantra, un famoso eslogan de la campaña presidencial estadounidense del año 92, que terminó dándole el triunfo a Bill Clinton. Pero esta vez no para decir que es la economía lo que importa, sino para insistir hasta el cansancio que "es la educación, estúpido, la educación", lo que tenemos que priorizar y mejorar sustancialmente en este país, si queremos legarles una sociedad más justa, equitativa y desarrollada a las nuevas generaciones. Y, evidentemente, la igualdad de género debe ser una dimensión estratégica de la misma, un pilar fundante de la calidad hoy tan cuestionada.

Algunos dirán que esto supone un gran cambio cultural y que eso toma tiempo. Pero la verdad es que el Estado tiene la obligación de actuar ahora, partiendo por el Ministerio de Educación como garante e impulsor de la política pública. Igualdad de género desde la primera infancia no quiere decir que las mujeres quieran ser como hombres, una errónea interpretación que he escuchado tantas veces, sino que aspiran a tener los mismos derechos, el mismo trato y oportunidades. Nada más ni nada menos.

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