Gay Talese: “De esta experiencia podemos ver surgir una civilización más sensible”

Foto: Marcello Mencarini/Leemage

El legendario cronista estadounidense, figura emblemática del nuevo periodismo, y personaje ineludible de la vida neoyorquina, reflexiona en esta entrevista con Tendencias sobre la pausa impuesta por el coronavirus. Además, aventura sobre una mayor conciencia social a partir de ahora. “Las personas privilegiadas son conscientes, por primera vez en muchos casos, de la clase que sirve y de la clase que lucha, que nos apoyaron y recibieron poca gratitud a cambio”.


Nació en Nueva Jersey, pero el periodista y escritor Gay Talese es neoyorquino hasta la médula.

Figura imprescindible del periodismo norteamericano, su célebre perfil de Frank Sinatra publicado en la revista Esquire es considerado el mejor texto de revistas de la historia. Su periodismo ha dejado huellas en generaciones de periodistas alrededor del mundo. Partió como reportero en The New York Times, diario en el que destacó pronto por sus retratos a personajes de la ciudad, nunca de la primera plana, dejados de lado por el periodismo tradicional, pero que representaban la quintaesencia de la vida en la ciudad que lo encandiló. En los años sesenta, comenzó a trabajar en las revistas Esquire, New York y mucho más tarde New Yorker, y esos trabajos ahora canónicos lo transformaron en uno de los iconos del Nuevo Periodismo, movimiento surgido en los sesenta en Estados Unidos que revitalizó narrativa y temáticamente al periodismo.

Muy pronto se embarcó en la escritura de libros de no ficción que consolidaron su talento como contador de historias, y a los cuales les dedicó años de reporteo y otros tantos de escritura. Varios han sido best sellers: El reino y el poder (1969, sobre el diario The New York Times); Honrarás a tu padre (1971, un retrato de la mafia); La mujer de tu prójimo (1980, sobre la revolución sexual de los 70); Unto the Sons (sobre la historia de su familia de inmigrantes italianos) y Una vida de escritor (2007, sus memorias periodísticas), entre otros. En 2016 publicó El motel del voyeur, un ‘spin off’ de su libro La mujer del prójimo, donde dio un paso en falso: algunos datos carecían de rigor propio de su trabajo.

Sus libros lo llevaron a conocer un éxito inédito: ganó mucho dinero y gracias a él fue comprando una hermosa casa de cuatro pisos de Park Avenue, donde ha vivido la mayor parte de sus 88 años. Ahí ha escrito sus libros, nacieron sus hijas, y se ha desarrollado su vida completa.

Es una casa estilizada, clásica, patrimonial. Como él. Partió comprando el departamento 3E , de un ambiente, que hoy es su pieza matrimonial. En 1973 logró tenerlo todo a su nombre. En el cuarto piso está su escritorio, lleno de libros y flores, donde él se levanta cada día, se viste como un dandy y comienza su rutina de escritura.

Nunca ha dejado esa casa, ni la compañía de su mujer, de 60 años, la célebre editora Nan Talese, quien ha sido clave en la publicación de autores como Ian McEwan, Margaret Atwood y Pat Conroy, entre otros grandes escritores.

Tampoco ha abandonado nunca su oficio reporteril. Incluso hoy, en cuarentena, sigue escribiendo y, sobre todo, sintiendo y pensando esta ciudad que lo cautivó desde joven. Y donde -antes del coronavirus- era uno de sus máximos exponentes, a pesar de la edad, seguía yendo regularmente a los espectáculos, conferencias, comidas, fiestas y, sobre todo, su pasión: los restoranes. Todas ellas, pasiones que están en pausa.

“La ‘nueva normalidad’ es sin incidentes, triste y vacía”.

-Nueva York es ahora el centro de esta terrible pandemia. Como neoyorquino durante la mayor parte de su vida, ¿cómo ha visto esta tragedia?

-Como millones de otros neoyorquinos, estoy viviendo en Nueva York, pero no como neoyorquino. Estoy aislado de mi vida normal. En lugar de ir a restaurantes todas las noches con amigos, ir al teatro y al cine y cenar, estoy quedándome en casa con mi esposa (y dos perros) todas las noches, cenando principalmente comida entregada o congelada, y esperando poder ser distraído viendo películas antiguas en la televisión. La “nueva normalidad” es sin incidentes, triste y vacía.

-¿Cómo ve el cambio que este virus ha traído en las vidas cotidianas?

-Al mismo tiempo (de lo anterior), el aislamiento exige que nos redireccionemos a pensar en nuestras vidas de una manera especial y original. Mientras nos estamos perdiendo nuestra vida “antigua”, nuestra vida anterior al virus, también nos hacemos preguntas: lo que extrañamos, ¿vale realmente la pena echarlo en falta? ¿Cuánto de lo que ya no tenemos vale la pena recuperar? ¿Necesitamos todas las distracciones que antes deseábamos? ¿Buscamos demasiadas distracciones? ¿Salimos demasiado para alejarnos de nosotros mismos? ¿Bebemos demasiado, festejamos demasiado? ¿Buscamos escapar de nosotros mismos identificándonos con los personajes que vemos en el escenario, en películas o en los titulares? Ahora estamos repensando y alterando nuestro pensamiento y nuestros valores hasta cierto punto. Y eso podría ser bueno.

-¿En qué lo nota?

Ahora prestamos atención por primera vez, y celebramos por primera vez, a conciudadanos que solíamos ignorar y que rara vez apreciábamos: enfermeras, cuidadores, trabajadores de supermercados, conductores de autobuses, repartidores. Tomábamos el trabajo de estas personas como algo que siempre tendríamos con seguridad, casi nunca pensábamos en ellas, hasta ahora, cuando las necesitamos. Están en primera línea, haciendo tareas esenciales; mientras nosotros estamos adentro, tratando de esquivar la enfermedad, sin ser “esenciales”. Es una reversión de roles valioso para las clases consentidas y privilegiadas en mi país.

-¿Lo había pensado antes?

-A menudo, en años pasados, al reflexionar sobre cuán rica y extravagante era la vida para las clases “privilegiadas” en Estados Unidos, pensé que sería bueno que ocurriera un desastre que sacudiera un poco la sociedad estadounidense. Pensé que podríamos beneficiarnos de una especie de “Revolución Cultural” que cayó sobre las clases burguesas chinas a mediados de la década del 60, una época en que las personas que nunca se ensuciaron las manos fueron enviadas repentinamente al campo para alimentar a los cerdos y saber lo que es ser desfavorecido y sin poder de primera mano. Además, creo que aquella experiencia, difícil como lo fue para millones de chinos relativamente privilegiados durante esa impactante experiencia, en realidad endureció a la nación china y la convirtió en el poder mundial en que se transformó.

“A menudo, en años pasados, al reflexionar sobre cuán rica y extravagante era la vida para las clases ‘privilegiadas’ en Estados Unidos, pensé que sería bueno que ocurriera un desastre que sacudiera un poco la sociedad estadounidense”.

-¿Cree que ese es un efecto posible de la pandemia para Estados Unidos?

-Bueno, tal vez algo así suceda aquí. Los jóvenes estadounidenses con educación universitaria en las últimas décadas nunca tuvieron que servir en el ejército. El reclutamiento se detuvo cerca de los últimos años de la guerra de Vietnam, y como resultado la idea de sacrificio y servicio desapareció cuando los jóvenes educados y privilegiados solo pensaron en sí mismos (se los ha llamado “The Me Generation”), y se dedicaron a ganar dinero y disfrutar del lujo y satisfacción personal. Mientras tanto, los jóvenes con poca educación, los pobres y los desafortunados, se ofrecieron como voluntarios para unirse al ejército y luchar en las guerras de Estados Unidos porque era mejor que trabajar en restaurantes de comida rápida y otros trabajos sin salida con salarios bajos. Ahora, gracias al coronavirus, todo ha cambiado. Y, como sugiero, tal vez algo “digno” y “valioso” vendrá de nuestra experiencia con la privación actual, una experiencia que las clases privilegiadas hasta ahora habían evitado en gran medida. Y de esta experiencia podríamos ver surgir una civilización más sensible, con una “conciencia social” que cumpla con una política nacional de igualdad y equidad. En los años o décadas por venir, nuestros historiadores se dedicarán a describir este resultado.

-¿Es optimista sobre el futuro, entonces?

Sí, lo soy. Porque, como dije anteriormente, creo que esta epidemia conlleva (además de la muerte) un posible renacimiento de valores y una oportunidad de crecer a través de la perseverancia y la conciencia ampliadas. Ahora, las personas privilegiadas son conscientes, por primera vez en muchos casos, de la clase que sirve y de la clase que lucha, que nos apoyaron y recibieron poca gratitud a cambio.

-¿Y hoy?

Ahora, a las 7 de la tarde en Nueva York, si abres la ventana, escuchas a personas en edificios cercanos haciendo sonar las campanas y gritando palabras de agradecimiento a las clases trabajadoras, los “trabajadores esenciales”: las enfermeras, los conserjes de los hospitales, los conductores de ambulancias , los conductores de camiones de saneamiento, etc., etc.… personas que, hasta ahora, no se consideraban “esenciales”.

“Soy optimista sobre el futuro porque, como dije anteriormente, creo que esta epidemia conlleva (además de la muerte) un posible renacimiento de valores y una oportunidad de crecer a través de la perseverancia y la conciencia ampliadas”.

Periodistas politizados

Aunque su trabajo periodístico más conocido es sobre el cantante más famoso de su época, en realidad a Talese siempre le ha interesado mucho más escribir sobre seres anónimos, a menudo invisibles, que le producen mucha más curiosidad e interés. Otro de sus artículos muy citados es su perfil a Nueva York, en que retrató a aquellos que le dan vida a esta ciudad inclasificable, vital e intensa. Publicado en Esquire en 1960, su crónica “Nueva York es una ciudad de cosas inadvertidas” es, acaso, una de sus más hermosas y sutiles cartas de amor a la ciudad. Después de enumerar las personas y animales y sonidos y sensaciones que evoca Nueva York, concluye:

“Cuando los halcones regresan, vuelan en silencio, sin notarse, como los gatos, los hombres sin cabeza, las hormigas, el masajista de mujeres, el portero con tres balas y la mayoría de las otras maravillas fuera de lo común en esta ciudad sin tiempo”.

Talese también se aventuró en la trastienda del poder de los medios cuando en 1969 publicó su celebrado libro El reino y el poder, donde describe la historia y el funcionamiento de The New York Times y la familia Sulzberger. Hoy, mira al periodismo estadounidense con distancia crítica.

-Usted tiene opiniones críticas sobre los periodistas y el papel de los medios. ¿Cómo lo ve ahora? ¿Y cómo cree que lograrán sobrevivir debido a la gran crisis económica que sufre la mayoría de los medios tradicionales?

-Lamentablemente, en los Estados Unidos ahora, la política ha penetrado en el periodismo. Cuando era un joven reportero en The New York Times, hace más de medio siglo (entre mediados de la década del 50 y mediados de la década del 60) nos consideramos periodistas “objetivos”. No teníamos agenda política. Pero hoy eso ya pasó.

“Lamentablemente, en los Estados Unidos ahora, la política ha penetrado en el periodismo”.

-¿Por qué? ¿Qué pasa ahora?

-Los reporteros ahora, en su mayoría personas de entre 20 y 30 años, reflejan un sesgo que empaña su reporteo. No estoy hablando de columnistas, estoy hablando de periodistas, reporteros del equipo del diario, que reflejan en su trabajo de todos los días sus prejuicios personales. En mi época, los editores no lo permitirían. Pero ahora los editores no interfieren, siempre y cuando los reporteros estén del mismo “lado” que los editores con respecto a la inclinación política durante este período con unos medios muy prejuiciosos. A un lado, tienes a los enemigos de Trump. Por el otro, a los fans de Trump. Los medios de comunicación están obsesionados por Trump. Los medios son flojos.

-¿Por qué dice eso?

-Es fácil escribir sobre Trump, porque es el hombre más famoso y controvertido del mundo. Es difícil lograr que los lectores lean sobre personas desconocidas. Pero si se está escribiendo sobre celebridades, y Trump es la principal celebridad entre las celebridades en este momento, entonces se tienen garantizados los rankings y ratings en las encuestas que miden y clasificaciones en las encuestas de medición que se traducen en dinero.

“Los reporteros ahora, en su mayoría personas de entre 20 y 30 años, reflejan un sesgo que empaña su reporteo. No estoy hablando de columnistas, estoy hablando de periodistas, reporteros del equipo del diario, que reflejan en su trabajo de todos los días sus prejuicios personales”.

-Finalmente, usted lleva más de una década en un proyecto muy especial: contar la historia de su matrimonio con Nan Talese, una memoria de su vida juntos en su casa de Park Avenue, por 60 años. ¿Está aprovechando el confinamiento para terminar ese libro?

-Estoy trabajando en dos libros ahora. El libro de matrimonio (bajo contrato con Knopf) lo terminaré para el próximo invierno. Tengo otro libro que ya terminé (para Houghton Mifflin) que trata sobre un personaje interesante, pero no quiero hablar sobre esta historia en este momento. Debería publicarse el próximo otoño.

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