La historia del Pascuero que se convirtió en asesino serial contra la comunidad gay

Foto: CNN.

Tras personificar al clásico personaje navideño en un centro comercial, el sujeto inició una serie de violentos atentados en contra de hombres homosexuales, quienes compartían su misma orientación sexual y que solían visitar el barrio gay de Toronto. Acá, cómo fue descubierto por la policía un sujeto descrito como “pura maldad”.


El canadiense Bruce McArthur parecía un ciudadano tradicional. Tenía una esposa y dos hijos y se solía desempeñar en distintos empleos para dar sustento económico a su familia.

Entre ellos, ejerció como vendedor en una tienda comercial y fue representante de una empresa de productos textiles, mientras que también asistía frecuentemente a la iglesia, una costumbre que le inculcaron desde la infancia.

Desde su nacimiento en Argyle en octubre de 1951, su mamá y su papá se esforzaron en imponer tradiciones conservadoras para él y sus nueve hermanos. Después de todo, ella era católica y él presbiteriano, ambos posicionados en las ramas más extremas de tales creencias religiosas.

Pero este último tuvo una particular influencia en la vida de Bruce McArthur.

Pulsiones reprimidas

Si bien, desde temprana edad supo que era homosexual, según rescata Infobae en un artículo sobre el bullado caso policial, tendía a ocultarlo para que su padre no lo reprendiera o se burlara de él, por lo que reprimió su orientación hasta después de cumplir la mayoría de edad.

A sus 23 años, en 1974, se casó con una ex compañera de colegio, con quien había mantenido un noviazgo para convencer a su papá de que no era gay. Incluso, posteriormente tuvieron dos hijos, pero el transcurso de la adultez hizo cada vez más fuerte su necesidad de escapar del clóset.

Durante la década del 90, McArthur empezó a tener relaciones sexuales con otros hombres fuera del vínculo matrimonial. Y a pesar de que en un inicio ocultó esa doble vida a su esposa, un año después le confesó sus andanzas.

A diferencia de lo esperable, a ella pareció no importarle demasiado y más bien, optó por aceptarlo, para que así se enfocaran en contrarrestar la aguda crisis económica que enfrentaba la familia. Y si bien, ambos intentaron mantener sus rutinas con cierta normalidad, en 1997 se negaron a seguir en esas condiciones y optaron por dar fin a su matrimonio.

Fue ahí cuando McArthur quiso construir una nueva vida en otro lugar.

Foto: Facebook / BBC.

El primero de una serie de ataques

Ese mismo año llegó a Toronto en busca de oportunidades, con la intención de no volver a reprimir su identidad sexual. De hecho, frecuentaba el barrio gay de la ciudad e incluso tuvo su primera relación de pareja con otro hombre, pero a pesar de que todo parecía marchar con normalidad, un episodio de violencia marcó lo que después se convertiría en una serie de misteriosos asesinatos.

Durante la noche del 31 de octubre de 2001, misma fecha en que se celebra Halloween y en donde los jóvenes pasean disfrazados de monstruos y personajes ficticios para pedir dulces de puerta en puerta, McArthur salió de su departamento con la intención de cometer un crimen.

Con esa convicción, se dirigió hacia un edificio en donde un enfermero, también de la comunidad gay de la ciudad, estaba a punto de abrir la puerta principal para entrar a su departamento.

En ese instante, McArthur se acercó para preguntarle qué planes tenía para esa noche. Y tras recibir una respuesta desinteresada de parte de quien sería su víctima, se abalanzó sobre sus espaldas para golpearlo en la cabeza con una barra de metal.

Herido tras ese primer impacto, el agredido se protegió con sus manos para que el atacante no volviera a alcanzar su cráneo con el fierro, una acción que le costó la rotura de algunos de sus dedos, para luego terminar en el piso al borde de la inconsciencia.

Pero a pesar de que ya había recibido varios golpes, logró juntar sus dos piernas para responderle con una fuerte patada, la cual distanció a McArthur y le permitió ganar tiempo para dirigirse a su departamento y llamar a la policía.

Detrás de él, el agresor lo seguía para pedirle que no denunciara la situación, pero al percatarse de que podía seguir defendiéndose, optó por escapar.

Frente a este violento escenario, el enfermero fue llevado a un hospital para constatar lesiones, mientras que durante esa misma noche, su atacante optó por entregarse voluntariamente a la policía.

Aquello le costó una condena inicial de 729 días en cárcel, pero luego de que los peritos evaluaran su estado mental como de “bajo riesgo”, la pena se redujo a un año de arresto domiciliario y a una norma preventiva con duración de una década, en la que se le prohibió asistir a clubes de la comunidad gay, consumir remedios sin receta y portar armas.

Aun así, el tiempo demostró que el diagnóstico de los expertos psiquiátricos fue errado. Más bien, los atentados de McArthur recién estaban comenzando.

El carisma del Pascuero

Tras enfrentar la pena judicial y empezar a desempeñarse como paisajista, fundó una empresa de jardinería con la que consiguió clientes de los sectores más acomodados. Según informaciones reunidas por Infobae, la clientela que trataba con él tendía a destacar su amabilidad.

“Era un buen hombre, que parecía muy feliz con las decisiones que había tomado en la vida”, dijo una de sus compradoras habituales, “era alegre y gracioso, te hacía reír con sus historias”.

Tales características llevaron a que incluso se desempeñara como Viejo Pascuero en un centro comercial ubicado en las afueras de la ciudad, en donde lucía el uniforme rojo tradicional del “viejito pascuero” para sacarse fotografías con los niños que circulaban con sus padres en época navideña.

Incluso, según declaró posteriormente una de las personas que se contactó con McArthur a través de una aplicación de citas, usaba una fotografía con el disfraz para lucirse en la red social, mientras que también tendía a buscar a parejas sexuales con interés en el sadomasoquismo.

Foto: CNN.

Una serie de asesinatos

Tras construir un personaje de características amigables para las miradas externas, empezó a atacar nuevas víctimas a mediados de 2010, pero a diferencia de la vez anterior, en donde el enfermero pudo escapar, esta vez sí terminaron con muertes.

El primero de los atentados fue contra un empleado migrante que trabajaba en su empresa, quien tenía pasaporte de Sri Lanka y ningún familiar o amigo cercano en Toronto, por lo que su repentina desaparición no despertó mayores sospechas inicialmente.

Solo unos meses más tarde, en diciembre de ese año, cometió su segundo ataque contra un migrante afgano, mientras que en octubre de 2012 cometió otro hacia un hombre de la misma nacionalidad. Ambos cuerpos se esfumaron.

Ante tal escenario y sin tener rastros del culpable, la policía notó un patrón en las desapariciones de las víctimas, ya que cada una de ellas venía de otro país y todas visitaban constantemente los clubes de la comunidad gay de Toronto.

Y si bien, crearon una unidad especializada para investigar las desapariciones, a la cual bautizaron como Proyecto Houston, no lograron descifrar la identidad del agresor ni detener los planes de sus próximos asesinatos, a pesar de que sí lo entrevistaron como sospechoso.

En 2014 las autoridades judiciales optaron por borrar su historial criminal, mientras que McArthur continuó sumando muertes. Solo entre 2015 y 2016 asesinó a tres migrantes más, cifra que aumentó con dos más en 2017.

Pero a diferencia de las víctimas anteriores, uno de estos últimos era un conocido activista de la comunidad LGBTIQ+ en la zona, Andrew Kingsman, por lo que su caso generó mayor conmoción en la ciudadanía y, por consiguiente, la destinación de más policías para descifrar la relación entre estos casos, de los cuales nunca se encontraban los cuerpos.

Según declaraciones de su hermana a las autoridades, las cuales fueron recogidas por Infobae, el fallecido “jamás habría dejado sólo a su gato, ni dejaría su trabajo desatendido”.

En busca del Pascuero asesino

El noveno ataque de McArthur fue en contra de otro migrante, quien había llegado a Canadá hace media década con su familia, a la que ocultaba que era realmente homosexual.

Ambos se conocieron a través de una aplicación de citas (la misma en la que figuraba con el traje de viejo pascuero) y acordaron reunirse en el departamento del primero para un encuentro sadomasoquista a escondidas.

Ahí consumieron un tipo de ácido en conjunto y cuando el agresor notó que el segundo evidenciaba rasgos de no sentirse bien, le colocó unas esposas y lo encadenó en los fierros superiores de su cama.

Foto: Ontario's Superior Court of Justice / BBC.

En declaraciones rescatadas por Infobae, el migrante declaró que quedó “apagado por 20 minutos”, en los que McArthur también le puso a la fuerza cinta adhesiva en los ojos y la cabeza, para así evitar que alertara a los vecinos.

Pero luego, al percatarse de que la persona con la que convivía había llegado de manera imprevista a su departamento, optó por no seguir con sus planes y permitir el escape de su víctima.

Frente a las constantes críticas de la comunidad hacia el desempeño de la policía, las autoridades optaron por crear un nuevo grupo de investigación, el cual se fue bautizado como “Proyecto Prisma” y que encontró los primeros rastros que delataban al asesino.

Al revisar el departamento de uno de los hombres desaparecidos, encontraron un calendario que tenía escrito el nombre “Bruce” y los números “15:00″ en la casilla del 26 de junio, misma fecha en que se dejó de conocer su paradero.

Con esos datos en mano, revisaron las cámaras de seguridad que daban hacia la calle del edificio y notaron que una camioneta Dodge Caravan de color rojo y del 2004, había estado estacionada justo afuera de la entrada, para que luego la víctima se subiera al vehículo sin volver a aparecer.

La policía reunió estas informaciones y determinó que el principal sospechoso era el dueño del vehículo, Bruce McArthur, quien había recibido un indulto a la condena que se le adjudicó después de golpear a un hombre en las afueras de su residencia.

Frente a esto, los detectives buscaron el vehículo, el cual ya había sido desechado por su dueño, y descubrieron rastros de sangre en él.

Pero a pesar de que eran conscientes de que existía una relación directa con las desapariciones, las pruebas no eran suficientes para inculparlo.

El arresto

Aquello llevó a que aumentaran sus seguimientos a las rutinas de McArthur. Incluso, pusieron un dispositivo de rastreo en su nuevo vehículo, consiguieron un permiso para revisar sus pertenencias mientras estaba en la empresa de jardinería, y clonaron su computador para revisar los archivos que guardaba ahí.

Entre ellos, encontraron fotografías de algunas de las víctimas desaparecidas, las cuales insinuaban que él era el culpable, por lo que a inicios de 2018 se emitió una orden de arresto en caso de que se sospechara de otro posible ataque.

Y, precisamente, eso fue lo que pasó.

Luego de que los policías lo vieran entrar en su departamento junto a otro hombre, los agentes irrumpieron en el edificio para llegar hasta ahí. Una vez dentro, encontraron a la visita amarrada con cadenas a la parte superior de la cama, por lo que detuvieron a McArthur e inspeccionaron el lugar nuevamente.

Foto: Facebook / Reuters.

A diferencia de la primera vez en que hicieron un peritaje de sus pertenencias, en esta oportunidad encontraron un disco duro que contenía, entre otros archivos, ocho carpetas con evidencia explícita de que había sido el asesino del mismo número de víctimas. Y a eso se le sumaron diversos objetos que les arrebató.

Pero, ¿dónde estaban los cuerpos? Aunque McArthur no quiso responder a esa pregunta en el primer interrogatorio, los policías visitaron con perros entrenados las casas de sus principales clientes, todos provenientes de un sector socioeconómico alto.

Ahí los caninos descubrieron a través de su olfato que los cuerpos de las víctimas habían sido trozados por el asesino, quien luego los metió en grandes maceteros, los tapó con tierra y los repartió como objetos de decoración por los jardines de su clientela y el de un edificio en donde guardaba herramientas de la empresa de jardinería.

Toda esa evidencia lo obligó a confesar sus crímenes y a que, más tarde, a inicios de 2019, fuese declarado culpable por los ocho asesinatos.

De esta manera, el juez a cargo le dictaminó ocho cadenas perpetuas en simultáneo, sin la posibilidad de optar por la libertad condicional hasta 25 años después de su ingreso a prisión.

Asimismo, lo calificó como un hombre que albergaba “pura maldad”, mientras que por su parte, McArthur, hoy con 71 años, repitió insistentemente: “Yo los maté a todos”.

Si eres víctima o testigo de violencia, puedes alertar a Carabineros de Chile marcando el número 133 o a la Policía de Investigaciones digitado el 134.

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