Versus: los discos de la década

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of Montreal.

Se remata la década y los críticos de música de Culto hacen sus balances. Acá sus escogidos como lo mejor del último decenio en música. Discos de Steven Wilson, Grimes, Lana del Rey, Chelsea Wolfe, of Montreal, Kanye West, Drake, Kendrick Lamar y los chilenos Javiera Mena y Pablo Chill-E, figuran entre los favoritos.


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Lana del Rey.[/caption]

Los años pasan como trenes

Por Nuno Veloso

Para mí todo está en Seinfeld. Y para esta ocasión hay un episodio acerca de las eternas discusiones sobre cuándo realmente parte una década, que se llama The Millennium. Pero lo que Seinfeld predijo también es la era en que vivimos. Desde 2010 que estamos interactuando casi exclusivamente mediante las redes sociales. Instagram y Snapchat vinieron a ponernos el lente encima, para dejarnos como aquél personaje de American Beauty que, con la excusa del lema "Look closer", terminaba finalmente distanciado de todo, viviendo a través de su cámara. En el episodio final de Seinfeld, ¿qué hacen nuestros antihéroes favoritos? Observan –y se mofan- de un asalto, sin hacer nada por el afectado, excepto grabar el hecho en video. Y por ello –y su patológica falta de empatía- son juzgados.

En ese sentido, si hay un disco en esta década que reflejó como ninguno el espíritu de los tiempos, es Hand. Cannot. Erase. de Steven Wilson. ¿Su inspiración? La historia de Joyce Carol Vincent, una residente de Londres que tras cambiar de domicilio perdió contacto con todos sus conocidos. Fue encontrada muerta en su departamento tres años después, mientras llenaba cartas y envolvía regalos, a punto de retomar la comunicación perdida. Frente a este desenlace, la maestría de Wilson para evocar el sentimiento de alienación urbana es sublime. En "3 years older" hay un guiño a "Xanadu" de Rush, y no es casual: el protagonista de aquel clásico del A Farewell to kings buscaba la inmortalidad y, al encontrarla, termina condenado a vivir en el encierro y soledad. Cuando Wilson canta la frase "The years just pass like trains. I wave but they don't slow down", justo al cerrar el disco en "Happy returns", es inevitable sentir la indiferencia del Universo a nuestras espaldas.

https://open.spotify.com/album/6P7vL4vGgyrD7q9VR9BcnV?si=iSjmuG-sShCvklssDG7ujg

Pero no solo tuvimos Instagram, Snapchat y Whatsapp. Esta fue la década de Garage Band. Y el mejor ejemplo de lo que puede conseguirse con esta app en las manos correctas lo dio Grimes. En su cuarta placa, Art Angels, abandonó para siempre las abstracciones erráticas de Geidi primes y Halfaxa y se alineó con la visión que tuvieron Kate Bush y Peter Gabriel en los ochenta: el pop puede sonar como vanguardia. Ya estaba pegando el salto en Visions, fichando por el eminente sello 4AD, pero acá no dudó en tomar una guitarra y añadirla a su paleta, no para emular el rock, sino que para convertirla en una textura más entre las capas de pistas y personalidades que esconden las explosivas "Scream" (junto a la taiwanesa Aristophane) y "Kill V. Maim", o las centelleantes "World Princess, Pt. II" y "Easily".

https://open.spotify.com/album/5hB4jVN4ZHpubyiMmW81K1?si=SAXjiEZkQsiY9KSn1zdRZA

La que pasó por muchas manifestaciones también fue Elizabeth Grant, que tras ser May Jailer, Lizzy Grant y Lana del Ray se bautizó a sí misma definitivamente como Lana del Rey para plasmar su anhelo de recorrer Estados Unidos retratando la muerte del Sueño Americano, transitando por las mismas carreteras perdidas que Lynch e invocando a Morrison, Elvis, Marilyn, Dylan y Springsteen. "Walking throught the city streets. Is it by mistake or design?", se pregunta en la canción monumental que inauguró esta travesía y dio nombre a su debut Born to die. Trip Hop, surf, jazz, alma de cinerama y temple suicida. Si Cobain fue el poeta maldito de los noventas, Lana lo fue de esta década, y en su más reciente álbum NFR le dijo adiós a la civilización, a un mundo rumbo al carajo gracias a Trump y sus clones. No sin antes tendernos una mano, por supuesto.

https://open.spotify.com/album/4vXt6IpMcSnqonljffWlMI?si=u7_pNmuEQeusNhWZhtHtzg

https://culto.latercera.com/2019/09/11/mejor-disco-lana-del-rey/

Esa sensación de acabo de mundo fue también el motor de Chelsea Wolfe. Su disco Apokalypsis dejó atrás el ruido blanco de The grime and the blow –y lo confesional de Mistake in parting- para engendrar un tortuoso folk gótico. Su voz, estremecedora como la de un ánima en pena, se anida en "Pale on pale", "The Wasteland" y "Movie screen", sonando atemporal. En mi favorita del álbum, "Tracks (Tall bodies)", canta: "It's a machine we're up against. Devoid of reason, devoid of sense. We could be two straight lines in a crooked world". Su canto es contra un mundo torcido. Y en ese ejercicio lleno de angustia está el torrente original que desembocó posteriormente en Hiss Spun, su obra más corrosiva.

https://open.spotify.com/album/6FyvLNb26bBDQ9ViXlEy5i?si=TwzOkncEQL-XzW2KTpvXVA

En su disco Aureate gloom –mi favorito absoluto de la década- Kevin Barnes de of Montreal llevó al extremo su constante de exorcizar la vida a través del arte a raíz del fin de su matrimonio con su esposa Nina. La morfología de estas composiciones –en particular "Monolithic egress" y "Empyrean abbatoir", con sus métricas y ánimos cambiantes- espejea la fragmentación y el caos al estilo del Woody Allen de Deconstructing Harry. Sobre la música, frases agudas como "I realized then if ever there was something alive in you, something I could love, that thing must now be dead" o menciones a locaciones específicas (como 224 West 16th St., NYC) son el ancla en medio de la desesperación, marcando puntos de referencia. "I'm grieving for you, my love. And I don't understand what's going on", gime Barnes en "Virgilian Lots". Y uno no tiene de qué quejarse. Esto es una maravilla y somos espectadores.

https://open.spotify.com/album/0srjjj6eDgNMZRLppF2T11?si=FuDNU_2STeWt-hK4QUwFpA

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Pablo Chill-E.[/caption]

Tres pilares y dos momentos

Por Andrés Panes

En la década recién extinta, el rock se convirtió en el nuevo jazz. No lo digo yo, sino decenas de columnistas de medios como New York Times o The Guardian. La afirmación suele incomodar a los que amamos las guitarras eléctricas, pero hay que sincerarse. ¿Cuántos discos rockeros cambiaron el mundo entre el 2010 y el 2019? Con una mano en el corazón, no se me ocurre ninguno. Más allá de que artistas como Japandroids o Kurt Vile me encanten, en el fondo son custodios de viejas tradiciones que siguen guías ajenas. En cambio, cuando me pregunto si algún álbum de rap (el género que le quitó al rock su liderazgo entre las fuerzas contraculturales) le movió el piso al mundo, encuentro de inmediato a mis primeros seleccionados. Hablo, en orden cronológico, de My Beautiful Dark Twisted Fantasy de Kanye West (2010), Take Care de Drake (2011) y To Pimp A Butterfly de Kendrick Lamar (2015).

https://open.spotify.com/album/20r762YmB5HeofjMCiPMLv?si=ByBlnUCETKqlzdBT8G3TzQ

Los tres discos que elijo resultaron ser modélicos para el hip hop y la cultura urbana en general durante este decenio. Las ambiciones operáticas de Kanye West en My Beautiful Dark Twisted Fantasy hicieron por esas formas de expresión lo mismo que Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band de los Beatles hizo por el rock: elevarlo a la categoría de arte posicionándolo dentro de la alta cultura.

https://open.spotify.com/album/6X1x82kppWZmDzlXXK3y3q?si=muJsV8fZTnKUDEyjHsfvkg

Por su lado, Drake ayudó a definir a las nuevas superestrellas con el vulnerable, contradictorio y atormentado personaje que desarrolló en Take Care: es culpa suya que ahora existan tantos cantantes de trap y reggaetón llorando rodeados de lujos. Desde la vereda de las letras, esenciales para un estilo que se vale del texto como una de sus principales armas, Kendrick Lamar se impuso como el nuevo Bob Dylan con To Pimp a Butterfly, uno de los cimientos del prestigio que poco después le terminaría valiendo un Pulitzer (el primero en la historia otorgado a un músico fuera del espectro docto).

https://open.spotify.com/album/7ycBtnsMtyVbbwTfJwRjSP?si=EVYzePHVSaaOKAA6TbWlEg

Mis otros dos escogidos son discos chilenos. Uno cuya energía se impuso por buena parte de la década y otro que señala el futuro de la música nacional. Ambos dicen mucho también sobre el país donde vivimos. Me refiero, primero, a Mena de Javiera Mena, la más alta cumbre alcanzada por el electropop hecho en Chile. Pierdo la cuenta de la cantidad de artistas a los que vi, por todos los medios, intentando hacer algo parecido. Difícil: ni siquiera la propia Mena ha logrado acercarse en sus lanzamientos posteriores.

https://open.spotify.com/album/5sJ8qbvnUMa3I4yTOmCeBj?si=nH3wJw57SLy_1ycctgNleQ

El otro lado de la moneda es S.U.N.O. de Pablo Chill-E, otro líder generacional, pero de características muy disímiles a la camada del pop. Los valores que encarna el rimador, un cronista de la periferia salvaje sin pelos en la lengua y orgulloso de su proveniencia humilde, revela cómo nuestra juventud ha ido cambiando su modo de ver el mundo. Si en la época marcada por Mena lo ideal era acercarse lo más posible a los estándares primermundistas, en estos tiempos de trap regidos por S.U.N.O. lo que se estila es la conciencia de clase y la reivindicación flaite. Cambia todo cambia, dice el cliché, pero lo cierto es que no hay nada más clásico que ver cómo las nuevas generaciones abrazan paradigmas opuestos a los de sus mayores.

https://open.spotify.com/album/6V18lHqeCbGGFxtpkOJVpk?si=2D_V9_PoSpKEYGbrCQ1oqg

https://culto.latercera.com/2019/12/30/mejores-discos-chilenos-recomendados-culto/

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