Columna de Marcelo Contreras: Advertencia: hecho por humanos

Liam y Noel Galagher, de Oasis

Difícil vaticinar si esta opción de la IA ofrecerá algún futuro creativo digno de atención. De ocurrir, antes que barrer con los artistas de carne y hueso como un Terminator programado para acabar con la creatividad y sensibilidad humanas, debería ser una opción más en los listados y una interesante herramienta en manos artísticas.



Dada la oferta creciente, quizás llegó la hora de una sección esporádica de reseñas para música creada por Inteligencia Artificial. Así como existe un subgénero en Youtube dedicado a las reacciones, podría surgir una subcategoría consagrada a comentar las novedades de la IA. Por ahora, la especialidad virtual se limita a replicar a las más grandes estrellas, vivas o muertas. De originalidad, cero.

Tras la alianza de Drake con The Weeknd hace un mes, siguieron el disco “perdido” de Oasis, la versión de Yesterday por Freddie Mercury, el insólito caso de Grimes como ella misma, y una santa trinidad argentina con Cerati, Charly y Spinetta cantando Yo vengo a ofrecer mi corazón de Fito Páez con horrorosas armonías. Se suman al irregular listado, unos pastiches para rechinar los dientes de Britney Spears y Taylor Swift.

Este auge de canciones por IA no es precisamente una novedad. En 2016 Sony CSL (Computer Science Laboratories) publicó Daddy ‘s car creada por el programa FlowMachines, replicando las dinámicas compositivas de The Beatles. El resultado era tan literal como una casa dibujada por un niño.

Hace un par de años la iniciativa Lost tapes of the 27 club lanzó composiciones de Nirvana, Amy Winehouse, Jimi Hendrix y The Doors, creadas por IA mediante el programa Magenta. Antes que interesado en la calidad musical, el proyecto pretendía concientizar sobre la salud mental de los artistas.

Mientras el valor de estos casos sigue siendo anecdótico, se trata de un proceso cuya automatización es relativa. Requiere intervención humana ingresar datos, qué decir de grabar voces, para luego seleccionar y combinar pasajes, en un extenso ejercicio de ensayo y error.

Si el término “inteligencia” ya resulta discutible para englobar una dinámica como esta, la sensibilidad musical se remite -por ahora- a crear material cuyo principal atractivo consiste en un acto de resurrección de efímero encanto.

Difícil vaticinar si esta opción de la IA ofrecerá algún futuro creativo digno de atención. De ocurrir, antes que barrer con los artistas de carne y hueso como un Terminator programado para acabar con la creatividad y sensibilidad humanas, debería ser una opción más en los listados y una interesante herramienta en manos artísticas. Quizás en el futuro, como vaticinó el reputado productor e ingeniero nacional Pablo Stipicic (Electrodomésticos, Gepe), tendremos advertencias sobre la procedencia de la música. “Una etiqueta que va a decir ‘human made’ (...) y probablemente va a ser más caro como los productos artesanales”.

Tal vez la IA derive a crear cruces de estilos y referentes para dar vida, vaya, a esas definiciones y clichés propios de la crítica musical que suele explicar la impronta y el sonido de un artista, utilizando como referencia a otros artistas. La IA creando un cantante que combine a Elvis y Bowie, o una banda puente entre Nine Inch Nails y The Cure. Las posibilidades son múltiples en tanto el músculo musical de la IA se perfecciona en la mímesis.

Serían divisiones complementarias conviviendo con la restante creación artística tradicional, de la misma manera que se da la cohabitación en la pantalla entre la cinematografía con actores y las cintas animadas por computación.

Por cierto, un riesgo latente es que la industria musical siga la trayectoria del cine comercial, donde la humanidad ha quedado sepultada bajo efectos digitales mientras las historias apenas se distinguen unas de otras. De ser así, se abrirá un nicho en la música popular de material artificial robótico y seriado, una opción más del mercado como el plástico que inunda los mares.

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