Columna de Marcelo Contreras: 60 años de Los Jaivas, hágase la luz

Los Prisioneros poseen otro sitio de máxima relevancia por lírica, contexto y habilidad en el arte del estribillo a fuego, como resulta insoslayable que el resentimiento inherente granjea histórica resistencia. Los Jaivas, en vez de replicar estilos, crearon su propio lenguaje. En originalidad, tal como sucede con Violeta Parra, no tienen competencia.



Resucitaron cada vez que la muerte les arrebató miembros fundamentales demostrando que la obra supera a las personalidades, aunque se trate de músicos inimitables como Gabriel Parra fusionando rítmicas en la batería con carismática presencia, y la voz chilenisima hasta las lágrimas de Eduardo “Gato” Alquinta, alternando solos melódicos, punzantes y chamullentos en la guitarra eléctrica. Los Jaivas celebran seis décadas bajo el título de la banda más grande del país, aferrada a los corazones y la memoria colectiva como ninguna otra. Encarnan un sentir nacional transgeneracional, sobrepuesto a cualquier atisbo de clasismo. Son gusto del pueblo y de los cuicos.

¿Y Los Prisioneros? Poseen otro sitio de máxima relevancia por lírica, contexto y habilidad en el arte del estribillo a fuego, como resulta insoslayable que el resentimiento inherente granjea histórica resistencia, en tanto su música sin ambages remitió en dirección a Inglaterra, “plagiando y copiando como todos los demás”, según asumen en We are Sudamerican rockers. Los Jaivas, en vez de replicar estilos, crearon su propio lenguaje. En originalidad, tal como sucede con Violeta Parra, no tienen competencia.

Aún así, el clamor de justicia y reivindicación no son ajenos a los viñamarinos. Figura puño en alto Indio hermano del álbum La Ventana (1973), con algunos de los versos más demoledores y fatales escritos en este país: “no cambiaré, mi destino es resistir (...) engañado, solo, esclavo, triste y sin amor”.

A pesar de nuestro carácter isleño, encajonados entre mar y cordillera -los aburridos del subcontinente-, Los Jaivas captaron un sentir musical y espiritual de la América morena cableado al rock y la música docta, superior a las fronteras y las instancias del país.

Cuando la gran mayoría de los artistas se atrincheraron en la Unidad Popular bajo el pesado influjo ideológico de la época, mantuvieron distancia. La psicodelia, las improvisaciones y el folclor podían expandir los márgenes, sin perder el foco en la canción. Se desplegaron progresivos y experimentales, sin olvidar la fiesta y el sentimiento en hits como Todos juntos y Mira niñita.

Con o sin Golpe de Estado, Los Jaivas se habrían marchado igual. La primera parada, Argentina, un mercado en general indiferente a nuestros artistas, se rindió en poco tiempo. “Su inclaudicable fe y la exquisita calidad de su música derrotaron todos los prejuicios”, evocó la revista trasandina Pelo en 1983, “y en el ‘75 ya eran uno de los grupos más importantes del panorama musical argentino”.

Su discografía con un peak creativo entre los 70 y los 80, posicionada de igual a igual con lo mejor del rock progresivo -pero con un temperamento festivo y rítmico ajeno a la rigidez del género-, merece curatoría del Primer Mundo con reediciones remezcladas, archivos y apuntes de especialistas. Sería justo también que una avenida lleve el nombre del grupo en Viña del Mar; tal vez la ocasión de pasar a retiro el homenaje al presidente golpista Jorge Montt, en el borde costero.

Es probable que nada de eso ocurra. Los Jaivas nunca dejaron de ser hippies, desinteresados en las formas tradicionales y las estructuras, tanto del negocio musical como del arte en sí.

En este contexto, podrían ser acusados de apropiación cultural. Se hicieron de los vientos y redobles andinos, y los ecos de Arauco; sazonaron canciones con sabores brasileños y del folclore argentino; el piano en espiral se convirtió en una columna, y los sintetizadores fueron un zarpazo al futuro en busca de un sonido sideral, un arco entre ancestros y tecnología. No escribieron el verso que dice “sube a nacer conmigo hermano”, pero comprendieron su esencia con inigualable expresión musical.

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