Lulú: una ópera fatal y atonal en el Teatro Municipal

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La soprano estadounidense Lauren Snouffer (izquierda) protagoniza Lulú.

Por primera vez se representa en Chile la creación de Alban Berg. Su protagonista lleva una vida disipada y en el camino se encuentra con Jack el Destripador.


Lulú no quiere ser una víbora, pero la vida le hizo defenderse como fiera. Tampoco desearía matar a su esposo de un pistoletazo, pero jaló el gatillo por equivocación. Ciertamente no quiere encontrarse con Jack el Destripador en las calles de Londres, pero debe ganarse la vida como prostituta en esa misma ciudad. Lulú, villana y víctima, es el producto de su época y al mismo tiempo la protagonista de una de las óperas más rupturistas de la historia.

Compuesta por el austríaco Alban Berg (1885-1935) hacia el final de su vida, Lulú no había encontrado hasta ahora la posibilidad de ser exhibida en nuestro país. Desde hoy deja de ser una deuda escénica y se dará en el Teatro Municipal hasta el sábado 1 de septiembre. Serán cinco funciones bajo la dirección escénica de la francesa Mariame Clément y la conducción musical del maestro Pedro-Pablo Prudencio.

Su complejidad puede parecer apabullante debido a una partitura atonal, pero su historia es concreta y con un estilo narrativo casi cinematográfico. Eso la hace bastante más "directa" de lo que muchos podrían creer, según explica su régisseur Mariame Clément (1974). Y con respecto a la música, que debido a su origen dodecafónico no posee melodías tradicionales, la directora de escena dice: "No creo que la gente esté tan poco familiarizada con este tipo de sonoridades. Muchas de sus huellas están en el cine, en las bandas sonoras contemporáneas".

Lulú se basa en las obras teatrales El espíritu de la tierra (1895) y La caja de pandora (1904), del dramaturgo expresionista alemán Friedrich Wedekind (1864-1918). Fueron creadas poco después de los sucesos criminales protagonizados por el asesino serial londinense conocido como Jack el Destripador, y Wedekind decidió desde un principio que aquel personaje se interpondría en la vida de Lulú.

En términos generales, la obra cuenta la vida de una escaladora social de la Viena de fines del siglo XIX, primero casada con un inspector de sanidad, luego con un pintor, posteriormente enredada con un músico y finalmente enlazada con una condesa lesbiana. Eso, sin contar sus días como atracción de circo, presidiaria y prostituta en Londres.

Aunque la obra original tiende a presentarla como una mujer de moral cuestionable, Mariame Clément quiere poner la discusión en otra parte: "Lauren Snouffer, que es la soprano que interpreta a Lulú en esta producción, me comentaba que a menudo había sentido que todo el mundo veía a su personaje como una psicópata y pervertida sexual. Pero yo creo que eso es esencialmente la concepción masculina de Lulú. A mí los que me parecen más pervertidos y psicópatas son los hombres que la rodean".

Luego se explaya: "En esta guerra de hombres y mujeres que podría ser Lulú, ella sólo utiliza el único poder que tiene: su sexo. En el tercer acto, cuando Lulú es vendida como una prostituta, dice 'ustedes no me pueden quitar lo único que es mío, que es mi condición femenina, mi sexo'. Para mí ella es una sobreviviente, no es una asesina".

La puesta en escena de Clément utilizará el marco visual de un circo para gran parte de la acción, pero recurrirá además al cuadro El origen del mundo, de Gustave Courbet como motivo en las escenas de interiores. Aquella pintura de 1866 es la representación en trazo realista del torso de una mujer, con una vagina en primer plano.

Clément hace una alusión algo velada a este detalle al enunciar la siguiente explicación de la trama de Lulú: "Los hombres descubren que provienen de aquel órgano sexual, pero al mismo tiempo se dan cuentan que éste tiene una 'misteriosa' cualidad mas allá de su función reproductora, una ligada al placer. Eso provoca desconcierto y por lo tanto deciden matar a la mujer".

Consultada sobre las eventuales dificultades de traer repertorio nuevo al Municipal, Clément se lo toma con calma y apuesta al impacto de lo nuevo: "No creo que el público pueda estar más reacio a una puesta en escena de una obra moderna versus una ópera ya conocida. Es más, creo que es al revés. Sobre La traviata o Carmen pueden tener una concepción previa. Con Lulú, no tienen nada a lo que asirse".

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