La vida sin fútbol

Relatos de hinchas que resumen el amargo sentir de quienes ya acumulan más de 40 días sin ver rodar una pelota.



“Nada es lo mismo sin fútbol, la vida no es la misma sin fútbol”. Así reza parte del coro de la canción que en 2006 escribió Joel Jáuregui. El mexicano, sin saberlo, se estaba adelantando casi 15 años a un sentimiento que por culpa del coronavirus hoy inunda a miles de fanáticos del deporte rey. Porque hoy la vida se vive sin fútbol y para ellos ya nada parece ser lo mismo. El viernes se cumplieron 40 días sin fútbol de Primera y hoy las mismas jornadas sin Primera B.

La llegada del Covid-19 paralizó todo. Y para Chile, la pausa futbolera viene de mucho antes también. Entre estallido social y crisis sanitaria, a la actividad le arrebataron muchas horas de vida. A los fanáticos, a la mayoría de ellos, les quitaron con eso el motor de su motivación diaria. Y en lo concreto, al hincha chileno puro y duro le quitaron más de 14.000 minutos de pelota, de gritos, de goles, de euforia y también de sinsabores. Como sea, ese forofo, el que ríe, sufre y llora con el balompié, quedó con un enorme vacío en su vida. Así como se quedó sin tribunas, cánticos y maní a mil pesos, también se quedó sin fútbol.

Los colores, en este caso, no son impedimento para un mismo sentir. Tomás Marshall, abonado de la UC, así grafica su falta de fútbol: “Iba al estadio una vez a la semana, veía tres partidos, juego dos ligas… Son varias horas a las que uno está acostumbrado y ahora desaparecen”, dice con un dejo de nostalgia. “Es como si tuvieras que dejar de comer o dormir. Se siente que falta algo que siempre haces”, coincide Germán Angellotti, socio de la U.

“Hay un vacío, algo que falta”, añade Rocío Aravena, otra seguidora de la Católica.

Y si bien en la cancha hay un mundo que los separa, en la necesidad de balón se encuentran sin dobles lecturas el azul y el blanco. “Por la cuarentena no puedo ver a mi hija y esa sensación de ausencia, de necesidad de verla, es la misma de ver al equipo”, reseña José Ignacio Schmidt, socio de Colo Colo.

“El fútbol ocupa el mismo lugar que antes, a pesar de que no se estén jugando partidos”, grafica Daniel Castillo, quien asiste sagradamente al Elías Figueroa a ver su querido Santiago Wanderers. El hincha porteño cree que ese es el mayor problema que enfrenta el hincha del fútbol. No existe. No está. Se esfumó hasta quién sabe cuándo. Y ellos, los fanáticos, a pesar de eso, “nunca dejamos de estar futbolizados, no podemos vivir sin él”, dice.

José Ignacio Schmidt y su hija.

“Uno echa de menos el fútbol en la medida de cuánto significa para ti y cuando has sido futbolero toda tu vida el vacío es mayor, te corta las piernas”, dice el cruzado Maximiliano Curi.

Maximiliano Curi, hincha de la UC.

Cuesta poco encontrar opiniones coincidentes. La melancolía, la aflicción y la pena por no contar con la principal herramienta de distracción de un fanático del fútbol los hace coincidir, como antes no lo hicieron sus verdades sobre qué equipo es mejor, en lo mucho que necesitan de ver rodar una pelota en Chile. “Soy fanático del torneo local, prefiero un Cobresal-Antofagasta antes que el Calcio. Y ahora ni eso está. Tienes las manos atadas”, dice Ramón Fuenzalida, otro fororo del Chuncho.

Ramón Fuenzalida y su grupo de amigos con el que asiste al estadio.

Para Felipe Garrido, abonado de la U, la tragedia es mayor. “Normalmente es parte de mi rutina diaria. Veo noticias, escucho los programas”, cuenta. Y hoy todas esas noticias y programas están dedicados al Covid-19. El fútbol pasó a los últimos lugares.

Justamente, ese es el otro dilema. En otras épocas con problemas, un simple partido de 90 minutos servía como catarsis o distractor para miles de personas. Hoy, con los encierros y la preocupación latente del coronavirus, ese fútbol sería un alivio enorme. Pero tampoco es posible.

“Ahora que uno está un poco más estresado, ese fútbol sería un distractor y por eso se extraña más”, señala Esteban Silva, forofo de Unión Española. “Es otro punto de estrés que se suma a la no facultad de salir”, aporta a su vez Tomás Neumann, otro hincha de la U.

Claudio Pérez asiste regularmente junto a su madre Rebeca Díaz a la tribuna Foullioux en San Carlos de Apoquindo. Y desde que se instaló la pandemia, esa costumbre se canceló hasta nuevo aviso. “Es la excusa que tengo el fin de semana para juntarme con mi mamá y mi hermano. Es lo que más se echa de menos”, dice él. “Se extraña el ambiente de los partidos”, aporta ella.

Claudio Pérez, su madre Rebeca Díaz, su hermano y la pareja de él.

Encima, todo el tiempo sin fútbol que lleva el mundo, Chile lo duplica por lo ocurrido en el país tras el estallido social, mismo que obligó a terminar anticipadamente los torneos en 2019.

“Fue un error involucrar el deporte con lo que pasó el 18 de octubre”, expone Rebeca.

“Si bien veníamos semi acostumbrados, igual se tenía fútbol en otras partes del mundo, algo se podía ver, y ahora nada”, dice Germán. “Creo que ha sido mucho rato con el fútbol sin normalidad en Chile”, añade en tanto Julio Espinoza, seguidor de Audax Italiano.

“Hubo fútbol entremedio, pero fue como un veranito de San Juan”, filosofa Ramón. “Por más aburrido que fuera, en el tema de la revuelta social hay que entender que es un momento único, había un interés superior”, dice José Ignacio. Y agrega: “Entonces si bien ahí el fútbol chileno se suspendió, uno podía ver fútbol del mundo”.

Ese parece ser el sentir generalizado. “Ahora estamos en una situación que afecta al mundo, no hay fútbol en ningún lado”, opina Felipe. “La sensación es que últimamente he ido muy poco al estadio”, revela el Tomás cruzado.

Llenar el vacío

¿Qué se hace entonces con horas y horas dedicadas al fútbol cuando no lo hay? ¿Cómo se satisface la necesidad de pelota? ¿Cómo se suplen 159 partidos que debieron jugarse en Chile desde el 18 de octubre en adelante y que por diversas razones no se desarrollaron? Las alternativas son variadas, pero ninguna, dicen los aquí consultados, resulta a plenitud. YouTube, Play Station, partidos antiguos, Netlfix, lectura, podcasts o conversaciones virtuales han sido los intentos de respuesta.

“No se llena ni se reemplaza”, “se pasa con más fútbol”, “no es lo mismo” o “no tengo nada más que hacer” son algunas de las apreciaciones en torno a las actividades para reemplazar el tiempo sin fútbol.

-Me puse a escuchar un podcast de unos españoles y argentinos que analizan los partidos de Católica, porque siguen a Holan. Vi documentales de la Generación Dorada, reviví a Chile en Sudáfrica 2010 y en Brasil 2014, Copa América 2015 y 2016, Copa Confederaciones. Quise comprar Don Balón, juego FIFA, me como todos los programas de radio. Uso poleras de fútbol cada vez que puedo y me puse a ver videos de Bonvallet –detalla acuciosamente Curi.

-Estoy conectada todos los días con las noticias de Cruzados o viendo repeticiones de partidos –asegura por su parte Rebeca.

-Me puse a leer libros de fútbol como loco –cuenta Silva.

-Tengo partidos guardados en mi computador y los he revivido –reseña Garrido.

-Tengo 19 años y ha servido para culturizarme y agarrar más conciencia del fútbol –relata Neumann.

-Lo he llenado principalmente viendo partidos del recuerdo, como la final de 2006. Me entretengo un rato, pero obviamente no es lo mismo –dice, a su vez, Schmidt.

-He visto en Netflix series como la del Sunderland, la del City y pretendo ver ahora la del Leeds –aporta Marshall.

-Vi entera la campaña de Audax en la Libertadores de 2007 –manifiesta Espinoza.

-Los futbolistas hacen entrevistas y con eso me entretengo, pero no es fútbol –cierra Pérez.

Y el bolsillo, ¿qué?

Con la esperable crisis económica que se avecina, el presupuesto dedicado al fútbol entra en disputa con otros ítems, quizás más relevantes en el día a día en el funcionamiento de un hogar, pero aparentemente no en la tranquilidad mental de un hincha del fútbol. Ahora los fanáticos de la actividad deberán resolver, si es que esa crisis financiera se consuma, si seguirán dedicándole el mismo dinero a la pelota.

“El fútbol actúa de cierta forma irracional en muchos de nosotros, y aunque falte el dinero para cosas esenciales, para verlo siempre aparece”, dice Germán. Es como si temiese a quedarse para siempre sin ir a un estadio. “Destinaría el mismo dinero. Estoy totalmente dispuesto porque es parte de mi vida. Es un punto al que no voy a renunciar”, coincide Tomás, el de la UC. “No me imagino no yendo, ya veremos”, dice Rocío.

Ramón expone su punto: “La crisis económica se viene fuerte en Chile, pero también estoy consciente de que hay otros gastos que puedo dejar de lado antes que la entrada al estadio”, asegura. Felipe, compañero de hinchada, asiente, aunque explica su mirada, la que ha construido en base a la mala fortuna. “Mi abono lo renové el 15 de octubre y lo usé solo el 17, el día antes del estallido social y después hubo poco fútbol. No he tomado una resolución, pero lo más probable es que sí renueve porque uno de los pasatiempos más importantes de mi vida es ir a ver a la U”.

“Con lo que ha pasado, la empresa donde trabajo nos está haciendo un recorte de sueldo muy importante, y el ítem abono, que pago en cuotas, es parte de lo imprescindible. El próximo año, pase lo que pase, lo voy a seguir pagando. Quizás me cambie a un lugar más económico, pero seguiré destinando un presupuesto”, cuenta Pérez. “A pesar de que he tenido buenos y malos momentos económicos siempre ha sido mi prioridad ir al estadio”, dice Tomás, su par en las tribunas cruzadas, hasta donde también llega Maximiliano: “Soy abonado y este año está cubierto. Pero si un aporte a la actividad tiene que ver con pagar el abono de nuevo el próximo año, lo hago”.

El punto donde sí puede haber cambios es el de los viajes para acompañar al equipo. “Soy mucho de ir fuera de Santiago y al extranjero, donde no podría ir por temas económicos, y los de visita que sean lejos de Santiago, tampoco, porque no habrán ingresos como habían antes de la pandemia”, relata el albo José Ignacio.

El soñado retorno

Aunque nadie sabe cuándo, los sueños sobre el regreso de la actividad están latentes en casi todo quien se declara fanático del fútbol. Aferrarse a esa idea puede llegar a ser algo que haga resurgir esa motivación que a veces decae. Alegría, alivio, ansiedad y nerviosismo son las palabras que más se repiten a la hora de imaginarse el futuro.

“Quiero que llegue luego, que ojalá sea el clásico y cantar, ver salir a la U a la cancha, alentar… Es un sentimiento raro de describir”, se aventura Ramón.

José Ignacio, en tanto, dice imaginar que “será grande la cantidad de gente que va a asistir, por la necesidad de hacer una actividad distinta a estar en la casa”.

Cuenta Felipe que tiene una sensación extraña. Que ha pensado mucho en ese posible duelo. “La gente va a tener tanta abstinencia de fútbol, que va a ir mucha, pero creo que todos con un poco de miedo por el tema del contagio. Pero habrá un público eufórico. Van a ser hartas las emociones”, dice.

“Va a ser emocionante porque va a significar que estamos retomando una vida normal”, cree Maximiliano. En ese sentido, Daniel coincide: “Va a haber mucha ansiedad, mucho nerviosismo. La gente va a tener muchas ganas, lo va a estar esperando”.

Rocío, en tanto, parece haber soñado una y otra vez la vuelta a la cancha: “No sé cuándo será, pero creo que va a ser maravilloso. Por las ganas de gritar, de cantar, de desahogarme. Cuento los días para que esto pase y pueda volver a San Carlos”.

“La emoción general será de alegría y una suerte de alivio. Todos queremos volver a juntarnos y abrazarnos después de tanto tiempo aislados, más aún si es para darnos un abrazo de gol”, añade Germán, uno de tantos que ya no concibe la vida sin fútbol.

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