Madre y delantera

María José Urrutia

María José Urrutia pasó el cuarto cumpleaños de su hija en la Copa América. El tiempo es su enemigo: debe entrenar, jugar, cuidar a su niña y estudiar. Además, estuvo seis meses suspendida por dopaje y llegó sin competencia. Pero rindió.



Bastante se ha escrito ya sobre las carencias que afectan al fútbol femenino chileno. La Selección es una isla. Fue apoyada al máximo y clasificó al Mundial de Francia 2019. En medio de eso, se tejen historias como las de María José Urrutia (24), la delantera de la UC que este año defenderá a Palestino. Ella debe esforzarse el doble o triple para formar parte de la Roja. Es madre (como también lo es la arquera Carolina Armijo), futbolista y estudiante.

"La verdad es que es difícil. Veo a mi hija mucho menos de lo que quisiera. Durante la semana, la Sofi está en el jardín desde las ocho de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde", explica. "Y los horarios de entrenamiento (19.00) me complican para ir a buscarla, por lo que a veces la retiro un poco antes".

Los sacrificios de Cote son evidentes: no le sobra un minuto. Pasa el día corriendo entre la casa, el jardín infantil, la universidad y las canchas. Cuando vuelve al hogar, Sofía ya duerme.

"A veces, en verano, la Sofi va al entrenamiento, pero en invierno es imposible, por el frío o la lluvia", dice. Cuenta, sin embargo, con el apoyo de su familia. "Mi mamá, mi viejo y el enano (su hermano menor, de 17) siempre están cuando los necesitamos con la Sofi", afirma.

"En la Cato no tuve problemas de haber llegado tarde por algo de la Negra, un poco porque pasó muy pocas veces. Nunca puse a la Sofi como excusa para justificar un mal rendimiento; más me ha afectado en la universidad, porque se me ha enfermado en semana de pruebas y no he tenido con quién dejarla. Y ahí he tenido que apelar a la buena voluntad de los profes, que en todo caso no es mala, porque hay varios papás y mamás entre los alumnos".

Por eso, enfatiza la pasión deportiva como un motor que no afecta sus amores más verdaderos. "Siento pasión por el fútbol, sin duda, pero jamás he dejado de lado a mi hija, aunque ahora, por ejemplo, me tocó vivir su cumpleaños número cuatro concentrada, el día del partido con Colombia por el cuadrangular", explica.

Desde el domingo último, le espera un panorama mucho más exigente: "Ahora será más duro, con más entrenamientos, más concentraciones y más giras al extranjero" para preparar la participación en el Mundial de Francia, como amistosos frente a Estados Unidos.

En el plano local, Coté pasó de la UC a Palestino, un equipo autogestionado, de recursos escasos. "Me han pedido siempre de varios clubes. Me ofrecieron plata en la U, me han llamado del Colo, lo que menos pienso al elegir club es la plata. No voy a vivir de eso y por algo estudio. Acá, aunque salgas, no te aseguras la vida como los futbolistas, que en tres años en el exterior lo logran", sostiene.

Urrutia tuvo que saltar otro obstáculo para estar en la Copa. El año pasado fue suspendida por dopaje, tras participar en un Sudamericano de Futsal. "Siempre se culpa al futbolista, pero el pecado de uno es la ignorancia. Para mí es asunto superado", dice.

La inactividad la puso cuesta arriba. "Por la suspensión (seis meses), pude volver a entrenar recién el 11 de febrero y no alcancé a jugar ningún amistoso. Me apuraron lo más que se pudo para ponerme a punto y creo que llegué bien. Ahora, para Francia, será diferente. Mucho mejor", afirma.

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