El día en que Francisca salvó a Luisiana

Francisca Espinoza, bombera de Conchalí, ha tenido que enfrentar varias adversidades para avanzar en su carrera como bombero. Aún así, mantiene su convicción en el servicio público. "Es mi vocación", dice.

Hace una semana, una mujer bombera salvó a una mujer haitiana y a sus cuatro niños del fondo de una casa sofocada por humo y llamas. El acto heroico cruzó las vidas de una madre migrante en condiciones de hacinamiento y el de una rescatista que necesitaba demostrar su valentía.


Francisca Espinoza (33) se había acostumbrado a tener una rutina ajetreada. Ser mamá de dos niños, de 12 y cinco años, estudiar Ingeniería Comercial por las noches y estar en el cuartel de Bomberos durante el día, era un ritmo que, aunque a ratos le pesaba, había logrado llevar desde hace tiempo. Sobre todo porque esa rutina no tenía mayores alteraciones. Por eso, el miércoles 12 de octubre, su día comenzó igual que cualquier otro: Espinoza salió desde su casa en Lampa, a las 7.30 horas, para llevar a sus hijos al colegio. Luego de eso, llegó a la Quinta Compañía de Bomberos de Conchalí, aprovechó de tomar desayuno junto a sus compañeros y usar el tiempo libre para estudiar la carrera que cursa en la Universidad Finis Terrae.

La rutina de Luisiana Polche (29), también de Conchalí, tampoco variaba mucho. Ella, una cuidadora haitiana que había llegado a Chile desde hace dos años, recién había sido madre de su tercer hijo. Él, sumado a sus gemelas de tres años y a la niña de siete que una vecina le dejaba para que cuidara de lunes a viernes, tenían a Polche la mayor parte del día encerrada en la pieza donde vivía junto a su esposo, Remy Fleury (29): una por la que pagan $ 250 mil, ubicada en el primer piso de una casa en Av. Independencia con El Olivo. Ahí tenían una cama de dos plazas y media -en la que dormía junto a sus dos hijas y su marido-, una cuna para su bebé de tres meses, un bidón de agua, un mueble y un televisor.

Las historias de Luisiana y la teniente tercero Espinoza se cruzaron en medio de un feroz incendio en Conchalí. Foto: Andres Perez

A Francisca Espinoza siempre le gustaron los bomberos. Aún tiene fotos suyas posando frente a un carrobomba a los 12 años. También se acuerda que, en su infancia, cuando vivía en Cerro Navia, se emocionaba cuando escuchaba las sirenas: salía corriendo a la esquina a ver los camiones pasar. Esa fascinación la llevó a inscribirse, ocho años después, como voluntaria en la Quinta Compañía de Conchalí, aprovechando que un conocido era bombero. A medida que Espinoza se fue especializando y sumando experiencia en la institución, su vida cambió: se fue a vivir sola a Lampa, tuvo a sus dos hijos, Lucas y Gaspar, y se separó.

Espinoza sabía que la actividad a la que se dedicaba de lunes a viernes era riesgosa por naturaleza. También, cuenta, a ratos era estresante y, encima, no remunerada. Las tareas que había tenido que hacer hasta antes del miércoles 12 de octubre era, más que nada, salir a asistir en incendios, preparar los bolsos de rescate y revisar que los equipos estuvieran completos ante cualquier llamado de emergencia. Nunca le había tocado una experiencia muy peligrosa, salvo una vez que le vino una crisis de pánico en un incendio.

Lo que más le pesaba de esa vida, eso sí, era que, entre todas esas responsabilidades, ser bombero le había quitado tiempo para estar con sus hijos:

-Ellos son los que sufren por el sacrificio de la mamá. La falta de tiempo, el andar corriendo -dice Espinoza.

Pero aunque eso se había transformado en un costo, dejar de ser bombero, para ella, nunca había estado dentro de sus posibilidades. Para ella ser bombero era una válvula de escape.

-A veces uno tiene problemas familiares, laborales, pero llegas al cuartel y te olvidas de lo que estás viviendo en tu otro entorno. Porque compartes diariamente con un equipo que te saca de esos problemas.

Luisiana Polche, en cambio, nunca andaba corriendo. Después de vivir cuatro años sola en Porto Alegre, Brasil, al llegar a Chile en 2021, inmediatamente quedó embarazada de las gemelas, por lo que no alcanzó a trabajar. Su esposo, Remy Fleury, llevaba más tiempo en Chile. Aunque los dos salieron juntos de Jacmel, Haití, en 2017, Fleury decidió llegar solo a Santiago a probar suerte y dejar a su esposa en Brasil. Mientras vivía en una habitación en la comuna de Conchalí, trabajaba en una empresa de transportes y viajaba cada seis meses donde Polche para verla y llevarle algo de sus ingresos. Cuando ella logró entrar a Chile, ambos se alegraron: por fin podrían instalarse juntos en un lugar.

A partir de ahí, el día a día fue así: Fleury pasó de la empresa de transportes a trabajar como cuidador en el Cementerio Israelita de Recoleta. En ese trabajo sigue hasta el día de hoy, donde gana un sueldo mensual de $ 670 mil. Polche, por su parte, se dedica a sus hijos y recibe un sueldo de $ 70 mil mensuales por cuidar a la hija de su vecina. De los pocos meses en que les sobra algo de plata, envían aproximadamente $ 40 mil a sus familiares en Haití. Aunque siempre habían soñado con poder ahorrar para cambiarse de residencia y dejar a las otras 14 familias que también viven en la casa de Av. Independencia.

En ese lugar estaba Luisiana Polche el miércoles 12 de octubre, cuando a las 11.00, mientras terminaba de bañar a sus hijas y recibía a la hija de su vecina, comenzó a sentir olor a humo desde la habitación del lado.

Vidas cruzadas

El sector de Conchalí donde vivían Polche y Fleury es complicado en la comuna.

El alcalde René de la Vega cuenta que el problema del hacinamiento y el subarriendo en Av. Independencia ha ido creciendo por el abandono del proyecto del corredor del Transantiago que debería haber comenzado su construcción en 2015.

-El Minvu expropió entre 40 y 60 propiedades. Pero no se demolieron. Y, como el proyecto no avanzó, fueron tomadas ilegalmente por personas extranjeras. Ahora se usan para la prostitución, subarriendo, narcotráfico y delincuencia -dice.

De la Vega reconoce que no puede hacer nada por este problema.

-Como no son propiedades del municipio, estamos de manos atadas. Hemos oficiado muchas veces a varios ministerios y a la presidencia, en este gobierno y el anterior, pero solo hemos recibido respuestas evasivas.

En los 10 años de servicio que Francisca Espinoza llevaba asignada al sector norte de Santiago, en comunas como Conchalí, Independencia, Recoleta, Quilicura, y poblaciones como La Pincoya, en Huechuraba, también se había dado cuenta de este problema: el hacinamiento en la zona crecía.

-La gente vivía en espacios cada vez más reducidos. A veces uno llega a una casa de tres pisos, pero en cada piso hay una vivienda.

Sus compañeros que han visto la misma situación, explican por qué esto es riesgoso:

-Vemos mucha gente y muchos muebles en un solo lugar. Los incendios los generan porque sobrecargan las instalaciones eléctricas, porque conectan muchos electrodomésticos -explica Enrique Lizana, chofer de la compañía de Conchalí.

Al mediodía del 12 de octubre, en el cuartel de la calle Guanaco se encendieron las alarmas: había que ir a apagar un incendio en un local comercial de Independencia con El Olivo.

De alguna manera, Espinoza siempre había sentido que este tipo de situaciones eran oportunidades para probarse a sí misma y, también, al resto de las personas, de lo que era capaz. Esa sensación la vivía especialmente con su padre, César. Él, según cuenta la bombera, nunca le había tomado el peso al trabajo que hacía. De hecho, pensaba que sus labores en la Quinta Compañía de Conchalí eran más que nada administrativas.

-Hasta hace una semana, él creía que yo no me metía a los incendios. Le llama la atención que sea bombera y me arregle el pelo, las uñas y me maquille. Yo le digo que también puedo hacer un trabajo así y arreglarme.

Eso cambió con el incendio de la Av. Independencia.

Luisiana Polche no recuerda bien en qué momento el humo que sintió en la pieza del lado se transformó, rápidamente, en llamas alrededor suyo. Desesperada, llamó a su esposo, quien se encontraba trabajando en el cementerio de Recoleta.

-Me dijo que se iba a morir, que los niños habían empezado a toser y que no sabía dónde estaba la salida, porque estaba todo lleno de humo -recuerda Fleury.

Él, abrumado, corrió hacia su jefe para pedir permiso para salir del trabajo. Él le contestó que se subiera a su auto y lo llevó hasta su casa.

Al llegar al incendio, Francisca Espinoza se dio cuenta de que el humo -que cada vez era más espeso y caluroso- salía de un local que en su fachada tenía el cartel de una farmacia. Mientras esperaba a que bajara la intensidad, para subir al techo y seguir tratando de apagar el fuego desde allí, otros bomberos entraron al lugar y revisaron que no hubiera personas dentro de la propiedad. Pero esa espera, para Espinoza, comenzó a ser larga y agobiante. Así que decidió actuar rápido.

-Dije, no me voy a quedar acá parada haciendo nada. Entonces me puse mi equipo completo, con el traje de respiración, y entré a ver si es que habían sacado a toda la gente.

Cuando ingresó al local, se dio cuenta de que no era uno comercial, mucho menos una farmacia. Comenzó a ver muebles y ropa: eran dormitorios. En la propiedad vivían inmigrantes haitianos, que salían despavoridos.

-Avancé hasta el fondo. El humo era muy espeso. Abrí la última puerta del pasillo y me encontré a una mujer con cuatro niños, todos de menos de siete años. Uno de ellos, incluso, era un bebé de tres meses.

“Si no hubiera sido por usted, yo estaría muerta”, le dijo Luisiana Polche a Espinoza en un video. Se lo mostraron en una ceremonia en la municipalidad. Espinoza no aguantó y se puso a llorar. Había estado pensando mucho en esa familia, de quienes hasta ese momento no sabía nada. Foto: Mario Téllez / La Tercera

Sí, mi teniente

César Espinoza no era el único que no entendía cómo su hija trabajaba en una institución históricamente masculina. A nivel general, en el Cuerpo de Bomberos de Chile también había un machismo que, a ratos, la desanimaba. A pesar de que no ocurrió en su compañía, cuenta que, en enero de este año, cuando la ascendieron a teniente tercero, convirtiéndose en la primera mujer en ese cuartel en ostentar el cargo, corrían los comentarios negativos en otras compañías de la Región Metropolitana.

-No se acostumbran a que una mujer les dé órdenes. A nivel de Cuerpo de Bomberos uno tiene que estar constantemente demostrando sus capacidades para ganarse el mismo respeto que tiene un bombero hombre -dice Espinoza.

Lo mismo cree Amanda Duarte (31), la directora de la compañía: el cuartel en el que trabajan, para ellas, es la excepción a la regla: Duarte es la primera mujer nombrada directora y Espinoza, la primera teniente. Los cargos se eligen democráticamente, por lo que sus compañeros, 42 hombres y 11 mujeres, las escogieron para que los representaran. Sin embargo, el panorama general de Bomberos de Chile no es el mismo, y eso les pesa, reconocen:

-En Chile todavía hay compañías que no aceptan mujeres, hay compañías que han recibido a una mujer en sus 100 años de historia. Con Francisca hemos ido rompiendo ese patrón. Pero, aún así, hay que estar demostrando que somos capaces de hacerlo. Nuestro trabajo siempre queda mucho más expuesto que el que hacen los bomberos hombres- comenta Duarte.

Nada de eso importó cuando Espinoza se encontró con Luisiana Polche en la pieza de más al fondo de la casa. Polche, que no habla español y se encontraba con las gemelas, su hijo en la cuna y la niña que cuidaba, entró en pánico: no asimilaba la imagen de una persona con traje negro y equipo de respiración acercándose a ella entremedio del humo. Espinoza calmó a uno de los niños que se puso a llorar y le dijo a Polche que tenía que tranquilizarse y hacer lo que ella le dijera.

La teniente tercero tuvo que tomar una decisión rápida: salir sola y volver con más ayuda, o sacar a la familia de inmediato. Optó por lo segundo. No quedaba tiempo y se podían perder en medio del humo.

-Agarré a un niño en brazos y a otro de la mano. Ella tomó a los otros dos y me siguió. Cuando logramos salir nos recibió un familiar de ellos, creo, gritando, y me quitaron los niños.

Fleury llegó unos minutos después de que su esposa e hijos estuvieran a salvo. Cuando los vio, los abrazó.

Tras rescatarlos, Espinoza siguió trabajando para apagar el incendio. No se detuvo hasta que sus compañeros le pidieron que se detuviera.

-Había tomado agua, me estaba subiendo a otra escalera y me dijeron: “¿Te diste cuenta de lo que hiciste?”.

Cuando la sentaron en el carrobomba, le pasaron agua, dulces y entre todos la felicitaron. Pero ella no paraba de pensar en algo:

-Me imaginaba a mí con mis dos hijos, en la misma situación de esa madre. Me dio angustia y me puse a llorar. Me imaginé qué habría hecho si a mí me hubiera pasado algo así.

"Nunca imaginé que iba a pasar esto", dice Espinoza. "Lamentablemente los bomberos somos reconocidos entre los mismos bomberos. Yo lo hice porque era mi pega". Foto: Mario Téllez / La Tercera

No fue hasta que llegó a su casa, en Lampa, cuando vio que en las redes sociales de Bomberos de Chile se estaba viralizando su foto. Le llegaron saludos de familiares, amigos y colegas.

Francisca Espinoza estaba feliz. Aunque, dice, aún no dimensiona lo vivido.

-Nunca imaginé que iba a pasar esto. Lamentablemente los bomberos somos reconocidos entre los mismos bomberos. Yo lo hice porque era mi pega.

Dos días después de su hazaña, Espinoza fue condecorada por el presidente nacional de Bomberos de Chile, Juan Carlos Field, quien valoró la valentía de la teniente, además de destacar la labor de las mujeres en la institución.

“El acto de servicio de esta joven bombera -sostuvo Field- solo refleja el temple de nuestros bomberos, los mismos que juramos un día dar la vida por nuestros semejantes si fuese necesario”.

Espinoza bromea constantemente con la atención que ha recibido estos días, aunque está consciente de que este reconocimiento es colectivo y va a ayudar a seguir rompiendo el patrón masculino que históricamente ha tenido la institución.

Esta semana, la Municipalidad de Conchalí le hizo un regalo: una foto de la madre que rescató junto a dos de los niños. También le mostraron un video de ella dándole las gracias en creolé y, en la siguiente imagen, una mujer haitiana traduciendo lo que decía:

-Si no hubiera sido por usted, yo estaría muerta, -le dijo Luisiana Polche en el video.

Espinoza no aguantó y se puso a llorar. No supo más de ellos luego del rescate y tampoco volvieron a tener contacto.

En las siguientes salidas a terreno, la bombera notó un cambio en sus compañeros:

-Ahora, cuando doy órdenes, me responden: “Sí, mi teniente”. Eso antes no lo veía. Igual a veces molesta, porque significa que los hombres, solo por ser hombres, ya tenían ganado ese respeto.

Hay otro cambio que también le importó: después del incendio, su padre publicó la noticia en su cuenta de Facebook, acompañado de un mensaje que decía: “Orgulloso de ti, hija. Te amo, papá”.

Espinoza, entre risas, dice:

-Ahora se dio cuenta de que no era tan debilucha la hija que tiene y que no estaba sentada haciendo papeleos en una compañía de bomberos.

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