El doloroso déjà vu de la familia Barra

Los hermanos Barra Parra: Carla, Ignacia, Sebastián, Catalina y Antonia en la fotografía.

La muerte de Antonia Barra, en 2019, trajo consigo mucho dolor. Y cada miembro de su familia, a su manera, lo vivió en primera persona. Sin embargo, Sebastián, el único hijo hombre del matrimonio, jamás pudo recuperarse. Hoy sus hermanas que le sobreviven lamentan y buscan un propósito para esta nueva muerte, la que describen como un coletazo más de lo que le sucedió a Antonia.


El 13 de octubre de 2019 Sebastián Barra gritó fuerte, muy fuerte. En el departamento de uno de sus amigos en Viña, con su celular en mano, no lograba volver a la calma. Al otro lado de la línea, su hermana mayor, Carla, le acababa de contar que Antonia -la cuarta de los Barra Parra- se había quitado la vida en su casa, en Temuco.

Carla (39), Sebastián (35), Catalina (31) e Ignacia (19) sufrieron la primera y dolorosa pérdida en 2019 de Antonia, a sus 20 años. Esa muerte, según cuentan hoy Carla y Catalina, fue la causante de todo lo que vino después.

La última vez que la familia Barra vio con vida a Sebastián fue el viernes 9 de febrero. Ese día se reunieron para celebrar el cumpleaños de uno de los sobrinos, hijo de Catalina, en la casa de veraneo que tienen en Cunco, Cautín. Fue un día familiar, estaban todos, menos Carla, quien estaba en su trabajo. Terminada la celebración, cerca de las 22.00, Sebastián subió a su camioneta azul para regresar a su casa en Temuco, donde vivía solo. El trayecto es de 58 minutos. Cuando llegó, ya en su cama, llamó a su madre. Conversaron unos minutos y a las 23.08 se despidieron.

Al día siguiente, el sábado 10 de febrero, Sebastián Barra se despertó temprano, cuentan sus hermanas. Tenía que ir a buscar a un entrenador de aves que lo ayudaría a adiestrar a sus cuatro pájaros. El único hermano hombre de los Barra había comenzado a criar aves rapaces después de la muerte de Antonia, para intentar distraerse de la pena. De hecho, la primera que compró la bautizó como Rayén, en honor a su hermana Antonia Rayén. A su última ave -que había adquirido la semana pasada- no alcanzó a ponerle nombre.

Antonia y Sebastián Parra en el último cumpleaños de Sebastián que celebraron juntos.

A las 7 horas de ese día conducía por Temuco en su camioneta azul, una Ford Ranger. Iba por Av. Recabarren -a las afueras de la ciudad- cuando al tomar una curva perdió el control del auto, lo que hizo que terminara chocando contra un poste de alumbrado público y después se estrellara contra la pilastra del Puente Nuevo Cautín.

El militar Gonzalo Ibieta, que patrullaba la zona como era habitual, vio el choque junto con sus compañeros. Se detuvieron y se acercaron al auto. Ahí estaba Sebastián Barra, aún respirando. Ibieta intentó romper el vidrio de la ventana del piloto, pero tenía láminas de seguridad. Primero probó con una piedra, luego con un fierro, hasta que lo logró. Sacó a Barra y lo puso en un lugar seguro. Lo inmovilizaron y esperaron la ambulancia. Todo esto se lo contó dos días después Ibieta a Carla Barra, por Instagram, cuando se enteró por las noticias de que era su hermano. Ambos se conocían, habían sido compañeros en quinto básico, pero no habían tenido contacto en 28 años.

Barra fue trasladado en ambulancia al Hospital Regional de Temuco, donde llegó con riesgo vital. Nada fue suficiente. Después de varios minutos recibiendo atención médica, falleció a las 7.48, producto de la gravedad de sus lesiones.

A las 8.00 de la mañana del 10 de febrero, una carabinera intentó comunicarse con Catalina Barra a través de su Instagram. Por esta misma red social llegó al número de su marido. Lo llamó y pidió que le pasaran con Catalina. En eso, ella contestó. Lo primero que dijo fue:

“Otra vez no”.

Culpa

Un mes antes de quitarse la vida, la mañana del 18 de septiembre de 2019, Antonia Barra despertó en una cabaña en Pucón. La sorprendió que encima suyo se encontrara Martín Pradenas.

Antonia lo apartó, se vistió, tomó sus cosas y se fue. Según dio a conocer la investigación que se inició tras su muerte, Barra había sido violada por Pradenas esa noche, pero tenía miedo de denunciarlo por la posible reacción de sus padres. Tres semanas después de esa noche, el 12 de octubre, llamó a su expololo Rodrigo Canario para contarle lo sucedido. Él grabó la conversación y luego la hizo pública tras colgar la llamada. Al día siguiente, el 13 de octubre, Antonia le envió un nuevo mensaje a Canario, esta vez, despidiéndose. Luego se quitó la vida.

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Antonia Barra.

Lo que siguió para la familia fue una larga pesadilla: un proceso judicial que duró casi tres años, el cual fue anulado por la Corte Suprema en diciembre de 2022 y luego reiniciado. Al final, el 28 de julio de 2023, el Tribunal Oral en lo Penal de Temuco condenó a Pradenas a 17 años de cárcel por siete delitos sexuales, entre ellos dos violaciones: una de ellas a Antonia Barra.

Aunque eso tranquiliza a Carla y Catalina, saben que nada fue ni será igual desde la partida de Antonia.

“Las navidades ya no son iguales, los cumpleaños, los almuerzos familiares... Siempre iba a faltar uno”, cuenta Carla Barra, quien explica que tras la muerte de su hermana toda su familia recibió ayuda psicológica. Poco a poco, los médicos fueron dando de alta a sus padres y hermanos, pero a Sebastián jamás pudieron soltarlo.

“A nosotros nos dieron de alta, porque estábamos con un duelo normal, natural, porque uno expresaba sus emociones, lloraba. Pero mi hermano siempre fue más hermético, entonces le costó un poquito más”, agrega.

Sebastián era el único hombre entre sus hermanas, por eso -dice Catalina- era muy protector. Esto, cree su otra hermana, influyó mucho en el impacto que tuvo la trágica muerte de Antonia en él:

Se sintió culpable, sintió que no pudo ayudar a su hermana. Se preguntaba ¿por qué?, ¿por qué a la Antonia, que era una niña buena?, ¿por qué le pasan cosas malas a la gente buena? Él nunca pudo entender, le daba impotencia. Hubo un tiempo en que él tenía mucha rabia con la vida; cuando falleció Antonia nos hizo saber que estaba enojado con ella, porque no lograba entender por qué se había suicidado si ella sabía que nosotros siempre la íbamos a apoyar. Tenía muchas preguntas sin respuesta…”, cuenta hoy la mayor de los Barra.

La rabia que sentía Sebastián se la hacía saber a quienes estaban del lado del violador de Antonia. Carla recuerda bien una escena: habían pasado sólo meses de la muerte de su hermana. Iban en la camioneta de su hermano. En un semáforo en luz roja, en el centro de Temuco, vieron que en el auto del lado iba un amigo de Martín Pradenas. Sebastián bajó el vidrio y comenzó a increparlo. El otro hombre sólo pidió perdón y aseguró que no sabía nada. “Parecía que entendía la impotencia de Sebastián”, dice Carla.

Los años siguientes no fueron mejores. Sebastián iba a los juicios, pero esperaba afuera, en su camioneta. Escuchaba lo que sucedía en su radio o se conectaba por Zoom, pero jamás entró al tribunal. Lo otro que le molestaba mucho, dice Catalina, eran los comentarios en redes sociales:

“Siempre que leía algún comentario me mandaba el pantallazo y me decía: mira lo que escriben, ¿cómo la gente puede ser tan mala?, la gente habla sin saber. Los comentarios decían que la Antonia era una borracha, que era una prostituta. Después de un tiempo la gente no habló mal solamente de Antonia, sino que de nosotras. Él quería protegernos, pero se daba cuenta de que no podía”.

El tiempo siguió pasando. Sus hermanas notaron que Sebastián ya no hacía las cosas que antes le gustaban. “Le encantaba la cocina, la comida, pero hubo un tiempo en que ya no participaba de los almuerzos, de las once… Ya no quería hacer nada”, cuenta Carla. A esto se agregó su despreocupación con la ropa. “De repente se ponía cualquier cosa. Y uno le decía: pucha, hermano, tus zapatillas están rotas... A él no le importaba. Como que uno se daba cuenta de que algo pasaba”. Las noches también eran un problema para Sebastián, le costaba mucho dormir, sufría de insomnio.

Los Barra en el cementerio, visitando la tumba de Antonia.

Lo único que sí hacía muy seguido Sebastián Barra era ir al cementerio. Pasaba horas en la tumba de su hermana, acompañándola. Después volvía con los ojos llorosos.

“Sebastián nunca volvió a ser 100% feliz. Sufría mucho en silencio”, cuenta la primogénita. Y agrega: “Hacíamos todo lo posible para ayudar a mi hermano. Pero a veces la mente es mucho más poderosa…”.

Un propósito

Fueron cuatro años arrastrando una pena enorme, que no desaparecía, dicen hoy los Barra Parra. Todo eso, añade Carla hoy -a sólo cuatro días de perder a su segundo hermano-, fue agotador. De todas maneras, tenían que seguir con sus vidas:

“Fueron cuatro años tratando de hacer que Sebastián entendiera que la vida tenía que continuar. Pero hay personas que no logran eso…”, dice mirando el horizonte.

Catalina agrega que él manifestaba constantemente que extrañaba mucho a Antonia. Sebastián trataba de canalizar esa pena ayudando a otros. De hecho, esta Navidad había donado seis cenas navideñas a mujeres víctimas de violencia intrafamiliar. A pesar de esto, su depresión era más grande.

Su madre, Marcela Parra, dijo a Mega: “Se amaban con su hermana, se querían, se extrañaban, y Sebastián tampoco pudo superar su muerte, estando con tratamiento psicológico, psiquiátrico, pero no lo pudo superar, así que está con su hermana, están los dos juntitos y van a quedar los dos juntitos”. Por su parte, su padre, Alejandro Barra, se refirió al fatal accidente de su hijo a través de LUN: “Tengo la convicción del sufrimiento no resuelto de mi hijo, el cual fue motivo de la gran frustración que le provocó la desgracia de nuestra hija Antonia”, dijo.

Sebastián Barra junto a sus padres, en julio de 2023, celebrando su último cumpleaños.

Carla Barra comparte los dichos de sus padres y asegura: “Este es un coletazo más de lo que le pasó a la Antonia”.

Hoy, la familia Barra Parra vive un déjà vu. La mayor de los hermanos lo describe como repetir una película: “Se vienen muchos recuerdos de lo que pasó con Antonia. Ir a escoger la urna, todos los trámites legales, sacarlo del Servicio Médico Legal, vestirlo…”.

De todas maneras, esperan que esta muerte tenga un propósito, como la de Antonia. Aseguran que gracias a ella hoy existe la Ley Antonia, la que busca mejorar las garantías procesales, proteger los derechos de las víctimas de los delitos sexuales y evitar su revictimización. Por esto, esperan que la muerte de su segundo hermano también tenga algún sentido:

“Vamos a descubrir este propósito”, dice confiada Carla Barra.

Sebastián Barra.

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