“El Profesor”, el informante chileno de la DEA que logró incautar 3,5 toneladas de marihuana colombiana

“Código CH1”, como es identificado en los registros de la Inteligencia de la Armada, jugó un rol clave en una operación de espionaje y agentes encubiertos que permitió desbaratar una organización internacional de narcotráfico que usaba los puertos de San Antonio y Valparaíso para ingresar droga a Chile. Esta es la historia de cómo un chileno reclutado por la DEA terminó con una banda de 10 colombianos presos y con uno de los mayores decomisos de marihuana creepy hasta hoy.


Clases privadas de inglés y estrategias para comprender ese idioma en materias comerciales son parte del anuncio de un profesor chileno que ofrece sus servicios por una página web para alumnos primerizos y avanzados. El hombre, de cerca de 60 años, no tiene problemas para recibir a los estudiantes en su casa o ir de manera particular a las comunas de Las Condes, La Reina y Ñuñoa. Su horario es flexible y lo pueden contratar de lunes a viernes, entre las nueve de la mañana y las dos de la tarde. El anuncio finaliza remarcando que el profesional tiene cinco años de experiencia en este rubro.

Esta descripción a simple vista parece normal, pero no es una historia real. Es un relato ficticio que un ciudadano chileno diseñó para ocultar su verdadero trabajo: ser un informante oficial de la DEA en territorio chileno -la agencia del Departamento de Justicia de Estados Unidos que lucha contra el narcotráfico-, cuyas operaciones como agente encubierto han permitido lograr importantes incautaciones de droga que provienen por mar, además de la detención de brazos operativos de los principales carteles de Colombia que envían su producto estrella: la marihuana creepy.

Tal como en las películas de espionaje y series sobre narcos de plataformas como Netflix o Amazon Prime, “El Profesor” o “CH1″, como lo tiene identificado la Inteligencia Naval y que tiene otras chapas como “Óscar”, “Juan”, “Alberto” y “Carlos”, lleva una vida tranquila en una comuna del sector oriente y evita llamar la atención para no revelar su verdadero oficio. No tiene grandes lujos y tampoco tiene problemas en movilizarse por Santiago en el transporte público.

De acuerdo a fuentes judiciales, “CH1″ vivió varios años en México y Estados Unidos, donde habría tenido conocimiento de las operaciones de algunos carteles de narcotráfico. Es en esos años cuando la DEA lo habría reclutado para colaborar con algunas investigaciones enfocadas en Sudamérica con foco en Perú y Chile.

La Tercera tuvo acceso a un informe secreto de una de las últimas operaciones en que el informante chileno de la DEA tuvo un rol trascendental para apoyar las labores de la Inteligencia de la Armada y el OS7 de Carabineros en el desmantelamiento de una organización colombiana de narcotráfico que pretendía comercializar cerca de cinco toneladas de marihuana creepy en la Región Metropolitana.

La Inteligencia de la Armada y la Fiscalía de Foco de Valparaíso montaron una investigación internacional que permitió la incautación de 3,5 toneladas de marihuana creepy proveniente de Colombia.

Esta es la historia de la “Operación Cerbero”, dirigida por la Fiscalía de Foco de Valparaíso, y que detalla pasajes hasta ahora desconocidos del trabajo en terreno que ejecutó el informante para colaborar con la Armada y Carabineros en la incautación de 3,5 toneladas de marihuana, avaluada en $ 11.500 millones.

El origen: lanchas y coordinación internacional

Todo partió en julio de 2021, cuando “CH1″ junto a un informante ecuatoriano apodado “El Negro” reportaron a su oficial a cargo en la Armada que un ciudadano colombiano llamado Carlos Buitrago Ocampo, alias “El Ingeniero” o “El Papaya”, venía viajando a Chile para coordinar los últimos detalles de una importante entrega de marihuana del Valle del Cauca, que sus jefes habían pactado con una banda narco de dominicanos residentes en Santiago.

Esa reunión se concretó el 16 de julio en una residencial en Estación Central, en la que participó el informante chileno de la DEA. Tras finalizar ese encuentro, “CH1″ reportó a la Armada el plan para el envío de la droga: el cartel colombiano “contaminaría” un contenedor con cinco toneladas de marihuana, el cual zarparía desde Ecuador por el puerto de Guayaquil o Posorja con destino a los puertos de San Antonio o Valparaíso. Esto, tras desechar la primera opción, que era zarpar de la ciudad ecuatoriana de Machala en una embarcación más pequeña. El gran peso de la droga lo hizo inviable.

Buitrago Ocampo, además, reveló al informante encubierto que tenía una fachada para justificar su permanencia en el país, pues tendría un contrato en la empresa colombiana Comercializadora Agropecuaria Ramírez Molina, con sede en Cali, como especialista en comercio exterior con foco de negocio en Chile y Perú.

Estos antecedentes, según el informe reservado, dieron pie a la creación de patrullas mixtas de funcionarios de Inteligencia de la Armada e integrantes del OS7 de Carabineros para seguir todos los movimientos y reuniones de Carlos Buitrago, “El Papaya”, a quien denominaron como un blanco de alto valor en la investigación.

Así, el 20 de julio, estos equipos combinados le siguieron el paso al narco colombiano, quien junto a “CH1″ abordó una micro del Transantiago en dirección a Las Condes. Allí tenían que llegar a una cafetería en Av. Presidente Riesco para encontrarse con una persona que entregaría el financiamiento para la internación de droga desde un puerto de Ecuador.

Para sorpresa de los agentes chilenos, tras chequear a la persona, se percataron de que el financista era un ingeniero comercial con MBA, quien trabajaba en una empresa de software y programación de publicidad. El profesional le entregó un maletín con 14 millones 835 mil pesos, cuyo dinero fue contado y recibido por “El Papaya” delante del informante chileno de la DEA.

Al llegar este reporte a la oficina de la Armada, los agentes de Inteligencia dieron cuenta al Ministerio Público que se trataba de una operación real de narcotráfico, por lo que propusieron infiltrarla con agentes encubiertos en Ecuador y Perú, además de un informante ecuatoriano de la DEA de Estados Unidos con el siguiente plan: contratar los servicios de Conosur Service o South American West Coast Express, las únicas navieras que hacen el tránsito desde Ecuador a puertos chilenos en la Quinta Región.

Para ello, un agente encubierto de la Armada realizaría todos los trámites aduaneros para traer un contenedor con plátanos, cuyo cargamento y espacio en el buque se cancelaría con el mismo dinero que recibió Buitrago Ocampo en Las Condes.

Tras recibir luz verde del Ministerio Público, la Inteligencia naval realizó todas estas operaciones bajo secreto los primeros días de septiembre de 2021. Incluso, se usaron $2,9 millones, correspondientes al dinero de Buitrago, para arrendar una bodega en el puerto de Guayaquil con el objetivo de que el informante de la DEA Ecuador, apodado “El Pata”, pudiera recepcionar la droga a la espera del envío hacia Chile.

Pero el plan falló. Los narcotraficantes del Valle del Cauca se asustaron por una serie de decomisos en Guayaquil y cambiaron la ruta a último momento, según un reporte del 27 de septiembre de “CH1″, el informante chileno de la DEA, a su agente controlador de la Armada.

No todo estaba perdido. “CH1″ había logrado tal nivel de confianza con los narcos colombianos que obtuvo el nuevo diseño de navegación, lo que permitió anticiparse a la marina para mover a sus otros agentes encubiertos y reclutar nuevos “jugadores” para traer la droga a Chile sin que la organización criminal se diera cuenta.

La nueva operación dejaba atrás a las grandes navieras y optaba por una cadena de embarcaciones medianas. La idea era que saliera por aguas colombianas en el barco “Lucesita” hasta el límite marítimo con Ecuador para recalar en la ciudad de Esmeralda. Ahí estaría esperando la embarcación peruana “Frank Junior”, comandada por agentes encubiertos, para recibir las toneladas de marihuana y transitar hasta Tumbes, en Perú. En dicha ciudad-puerto, la droga se colocaría en un camión mediano para su traslado hacia Arica.

Esta nueva planificación, de acuerdo a los informes de Inteligencia, se trabajó bajo extremo secreto entre las fiscalías de Chile, Ecuador y Perú. Algunas intervenciones telefónicas a los narcos investigados dieron cuenta de que esta organización contaba con apoyo de la guerrilla colombiana y de la Armada de ese país con militares que entregaban información sobre los controles en las rutas marítimas. El riesgo de fracaso era alto.

El cargamento incautado desde Colombia venía con estos distintivos para diferenciar la entrega de la droga a los receptores en Santiago.

A pesar de esas amenazas, el cargamento conducido por un agente encubierto de la Armada pudo llegar al paso fronterizo Chacalluta a las 11.45 del 11 de noviembre. Y en presencia de cada integrante de las fiscalías mencionadas se constataron 125 paquetes con un peso de tres toneladas 345 kilos de marihuana tipo creepy.

Una vez terminada esta diligencia, la Armada informó a “CH1″ que la droga ya estaba en camino a Valparaíso para que avisara a los narcos colombianos y activara la última etapa de esta misión secreta de narcotráfico internacional.

La caída: droga falsa y una casa de seguridad

Mientras la droga venía en viaje, el cartel colombiano envió a Chile a tres de sus integrantes: Yimmy Arango, César Bolaño y Francisco Vélez para que fiscalizaran las gestiones de Carlos Buitrago, “El Papaya”, y aseguraran el negocio con las dos bandas que esperaban con ansias la mercancía, pues en medio de la pandemia, el creepy era escaso y tenía buena comercialización en las poblaciones de Santiago.

Una vez arribada la marihuana a Valparaíso, los narcos colombianos informan a “CH1″ que realizarían una reunión de coordinación para entregar la droga en el edificio “Plaza París” de calle Serrano, en el centro de Santiago.

Esto, como ya era costumbre, fue reportado por el informante chileno de la DEA a la Inteligencia de la Armada, lo que originó nuevamente patrullas mixtas con el OS7 de Carabineros para vigilar el encuentro. Además, le dieron un celular a “CH1″ para que grabara todos los detalles de esa conversación. En la junta se especificó que Carlos Buitrago tenía que entregar 1,5 toneladas a una banda de dominicanos, y Yimmy Arango, una tonelada a unos narcos chilenos. Pero antes de hacer la transacción, ambas organizaciones habían pedido una prueba de calidad del producto.

“CH1″ dio cuenta de estos antecedentes a su oficial controlador, quien dispuso una nueva operación para complacer a los narcos colombianos y mantener el secreto de la investigación. El 18 de noviembre se acondicionó un departamento en Valparaíso para que el informante chileno de la DEA pudiera hacer entrega de dos kilos a Carlos Buitrago, quien tenía que llevar la droga a sus clientes. Antes de que llegara “CH1″, agentes de la Marina pusieron cámaras y micrófonos para escuchar y ver esa entrega.

Al volver a Santiago, Buitrago, “El Papaya”, se trasladó a San Ramón para la reunión con los ciudadanos dominicanos, quienes quedaron conformes con la muestra. Pudieron comprobar que se trataba de creepy, el también denominado “oro verde”.

Unos días después, “CH1″ participó de dos reuniones finales en un café de Providencia, en las cercanías de Pedro de Valdivia. La primera fue el 24 de noviembre, a la que asistieron Carlos Buitrago y sus compatriotas que llegaron a supervisarlo. “CH1″ llevó a un agente encubierto del OS7 de Carabineros, a quien lo presentó como el transportista. Ahí se acordó que la entrega sería a las 11 am del 26, dos días después, en el estacionamiento del Lider de Cerrillos, donde se entregarían 300 kilos de marihuana a los dominicanos.

La segunda reunión se realizó el 25 de noviembre en el mismo café. En esa oportunidad, “CH1″ se reunió con los supervisores, además de Yimmy Arango, que encabezaría la entrega de 600 kilos de marihuana a la banda chilena. El informante chileno llevó a un segundo agente encubierto de Carabineros, quien realizaría las labores de transporte de la droga. La orden también fue ejecutar la venta el 26 a las 11 am, pero en los estacionamientos del gimnasio Sportlife, ubicado en un centro comercial de Maipú.

Esa fue la última vez que los narcos colombianos vieron al informante chileno de la DEA, que trabajó encubierto en esta organización por cuatro meses. El viernes 26 de noviembre, en forma simultánea, los agentes de Inteligencia de la Marina y el OS7 de Carabineros desarticularon a toda la organización en los lugares anteriormente señalados, a quienes entregaron droga falsa para llegar hasta los receptores. Ese día cayeron detenidos 10 ciudadanos colombianos.

En la "Operación Cerbero", el Ministerio Público solicitó colaboración a Ecuador y Perú para lograr que la droga siempre estuviera vigilada en su trayecto vía marítima hacia Chile. Eso incluyó, además, la presencia en los barcos de agentes encubiertos.

El resultado fue dado a conocer a la prensa el 2 diciembre por el entonces ministro del Interior, Rodrigo Delgado, quien informó que en un trabajo de cooperación internacional se logró la mayor incautación de drogas en tres años y que se sacaba de circulación 3,5 toneladas de marihuana, avaluada en $11.500 millones. “Esta organización estaba siendo proveedora de otras organizaciones menores del territorio y que tenían la finalidad de distribuir la droga en distintos barrios”, señaló.

Los 10 ciudadanos colombianos detenidos, en tanto, llevan más de dos años presos en Santiago 1 y están en preparación de su juicio oral. El Ministerio Público pidió penas de 25 años para cada uno por los delitos de tráfico y asociación ilícita.

Mientras que “El Profesor” ha mantenido un bajo perfil desde el fin de la “Operación Cerbero”, a pesar de que no ha dejado de entregar información sobre posibles internaciones de droga vía marítima por los puertos chilenos. Lo que no ha dejado son las clases particulares de inglés que ofrece por internet. Fachada o trabajo real, “El Profesor” aún mantiene el aviso para reservar sus clases entre las nueve de la mañana y las dos de la tarde, de lunes a viernes. Eso, hasta que reciba una nueva misión de la DEA para infiltrarse en el mundo narco.

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