James Miller, biógrafo: “Michel Foucault desafía los límites entre la razón y la locura, entre el bien y el mal”

El filósofo francés Michel Foucault (1926-1984).

Académico en Nueva York, el autor de La pasión de Michel Foucault habla sobre la obra del filósofo francés, a quien Guy Sorman acusó de abusar sexualmente de niños en Túnez.


Comenzó a trabajar en su libro en 1987, solo tres años después de la muerte de Michel Foucault. Más allá de interpretaciones y de modelos teóricos, James Miller (1947) asumió una perspectiva en un sentido anticuada: apegarse a la verdad. De este modo, dice, se propuso recrear la vida del filósofo más influyente de Francia sin esquivar los aspectos controvertidos. Así fue como relató su afición por el erotismo sadomasoquista como práctica filosófica y exploró en sus últimos días afectado por el sida, cuando eventualmente participó en “orgías suicidas”. Pero cuando publicó La pasión de Michel Foucault en 1993, no disponía de información que lo vinculara con abusos de menores, como relató el filósofo Guy Sorman.

En el libro Mon dictionnaire du bullshit, publicado en marzo, Sorman cuenta que vio a Foucault pagar a niños por sexo en Túnez, en 1969: por la noche, en el cementerio Sidi bou Saïd, “él los violaba sobre las tumbas”, escribió. “A Foucault no le importaba lo que les sucediera a las víctimas, o quiso ignorar que ellos eran las víctimas de un viejo imperialista blanco: él prefería creer en el libre consentimiento de sus pequeños esclavos”, agregó.

En entrevista con Sunday Times, el ensayista confirmó las acusaciones, como hace en una columna para La Tercera Domingo.

Las revelaciones de Sorman han encendido un debate en torno a Foucault. El autor de Vigilar y castigar y de Historia de la sexualidad es uno de los pensadores más influyentes y reverenciados en la academia y entre los intelectuales progresistas.

Pero a James Miller la información no le sorprendió; en La pasión de Michel Foucault abordó el rechazo del filósofo a cualquier norma que intente regular la vida sexual, incluso las relaciones consentidas entre adultos y menores de edad. Como relata en su biografía, Foucault pensaba que “es muy difícil establecer barreras”, en especial porque “puede suceder que sea el menor, con su propia sexualidad, el que desee al adulto”.

De esta forma, a Miller no le resulta difícil creer en el testimonio de Sorman. “Aunque, por supuesto, no tengo forma de saber si lo que dice es cierto o no, lo encuentro un testigo creíble. Cuando escribí mi libro, no tenía información específica sobre Foucault pagando a chicos árabes por sexo de noche en un cementerio de Túnez”, cuenta el académico de The New School, de Nueva York.

Dada la estatura intelectual de Foucault, ¿es posible que los intelectuales franceses hayan intentado minimizar estas acusaciones?

Sé por experiencia personal que la élite intelectual parisina sabe cómo dar vueltas en sus carromatos e intenta ignorar la información que encuentra desagradable. Queda por ver si eso sucederá en este caso. Hasta ahora, el silencio ha sido ensordecedor (y aquí en Estados Unidos también).

¿Deberíamos considerar el apoyo de Foucault a la despenalización del sexo con menores a la luz de esta denuncia?

Hice un punto en mi libro para enfatizar la defensa de Foucault de los hombres mayores que tienen relaciones sexuales con niños mucho más jóvenes. Él fue abierto y explícito al respecto, con bastante independencia para unirse a otros intelectuales en la firma de la carta abierta de 1977 en apoyo a la despenalización del sexo con menores en Francia.

La vida y los textos de Foucault “están estrechamente entrelazados de una manera que se iluminan mutuamente”, escribió en su libro. ¿El eventual abuso sexual de niños arroja nueva luz o sombra sobre el trabajo de Foucault?

Honestamente, no creo que lo que ha dicho Guy Sorman altere radicalmente nuestra imagen general de la vida y el trabajo de Foucault, incluso si resulta ser cierto.

Sorman afirma (y esto me parece probable) que Foucault nunca consideró la cuestión del “consentimiento” en sus tratos con los niños árabes en Túnez. (Que tuvo tales tratos ha sido confirmado por un informe reciente publicado en Jeune Afrique). Pero en entrevistas e interacciones posteriores con amigos, Foucault argumentó explícitamente que los niños, incluso los niños preadolescentes, tienen la edad suficiente para ejercer su propia sexualidad libremente. Por eso pensó que la edad legal de consentimiento debería reducirse drásticamente. Uno puede estar en desacuerdo con Foucault en este punto, pero no es que mantuviera sus predilecciones o su razonamiento en secreto.

Por cierto, no creo que Sorman tenga forma de saber, como afirma en su entrevista del Sunday Times, si Foucault solo tuvo relaciones sexuales con niños en Túnez, en lugar de tener relaciones sexuales con niños también en Francia o en Estados Unidos.

Por otro lado, creo que Sorman tiene razón sobre el aspecto “colonialista” de su conducta, ya que Foucault claramente estaba siguiendo los pasos de Andre Gide y otros, incluido Oscar Wilde (quien consiguió un niño árabe para el joven Gide en Argel en 1895).

Edward Said me dijo una vez que se sentía muy incómodo con este período en la vida de Foucault, ya que de alguna manera la conducta personal y política de Foucault en Túnez le parecía encarnar una visión clásica “orientalista” del “otro” árabe.

¿Es posible que Foucault haya desarrollado sus teorías sobre la sexualidad para justificar su comportamiento?

Mi propio libro sostiene que prácticamente todo lo que escribió Foucault fue parte de un esfuerzo por comprender quién era y en quién podría llegar a ser, en parte a través de una investigación sobre las “experiencias límite”, emprendidas tanto en la teoría como en la práctica. Como me comentó el erudito literario Leo Bersani, que conoció a Foucault en Berkeley, “la vida de su cuerpo era importante para la vida de su mente”.

Foucault siempre se preguntaba: ¿Debería considerarse a sí mismo, como otros en el pasado lo habrían hecho, y algunos hoy todavía lo harían, como loco, anormal, criminal y pervertido? Creo que estas cuestiones fueron la raíz de sus investigaciones filosóficas e historiográficas más importantes.

¿Esta acusación sobre abuso de menores desacredita moralmente la obra de Foucault?

Estoy de acuerdo con algo que el propio Guy Sorman dijo en su entrevista con el Sunday Times: “Tengo una gran admiración por su trabajo y no estoy invitando a nadie a quemar sus libros, sino simplemente a comprender la verdad sobre él”.

En general, ¿la estatura intelectual de un autor cambia su relación con los valores morales?

Creo que los seres humanos que son extraordinariamente privilegiados, debido a su gran riqueza, o gran fama debido a grandes logros, a menudo se encuentran en condiciones de burlar las reglas convencionales sobre lo que está bien y lo que está mal con relativa impunidad. Foucault siempre estaba poniendo a prueba los límites. A medida que se hizo más famoso, se volvió un poco más fácil para él probar los límites con mayor libertad.

Foucault claramente no era el único que toleraba las relaciones sexuales con menores. La carta de 1977 a favor de modificar la ley del consentimiento y despenalizar las relaciones sexuales consensuadas con menores de 15 años fue firmada por numerosos intelectuales, entre ellos Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Gilles Deleuze, entre otros. Hoy esa posición resulta insostenible. ¿Correspondía al contexto cultural de la intelectualidad francesa o a la moral de la época?

No estoy de acuerdo con usted en que la posición que asumieron los intelectuales franceses en 1977 fuera “insostenible”. Intentaban provocar un debate. E incluso hoy, creo que este es un debate que vale la pena tener. Después de todo, hay varios países donde la edad de consentimiento sexual es actualmente menor de 15 años. En Filipinas y Angola, es 12; es 13 en Burkina Faso, Comoras, Nigeria y Japón.

Pero también es cierto que la carta abierta de 1977 refleja un momento en la historia de la humanidad en el que muchos de nosotros, inspirados en parte por autores como Foucault (y también Freud y Marcuse), habíamos llegado a creer que las sociedades modernas padecían un exceso innecesario de culpa y vergüenza, gran parte de ella dirigida a regular el deseo sexual. Un lema de mayo del 68 era “Está prohibido prohibir”.

La glorificación del exceso y la transgresión de mi generación fue a veces autodestructiva, y en ocasiones facilitó nuevas formas atroces de dominación (como el mismo Foucault llegó a comprender y escribir en su obra posterior sobre “el cuidado de uno mismo”).

Al mismo tiempo, Foucault fue una parte crucial de un momento y medio intelectual más amplio, uno que también inspiró poderosamente nuevos movimientos de liberación, especialmente para los gays, pero también para las mujeres.

Para Foucault, la sexualidad era un lugar de experimentación activa, uno en el que no sabía de antemano dónde trazar una línea. “Trace la línea, dice el contador: pero de hecho se puede trazar en cualquier lugar”. Cito aquí a Gilles Delueze, pero Foucault compartía esos sentimientos. Fue tan intrépido, y a veces imprudente, en su conducta como en su filosofar.

El año pasado, el caso del escritor y pedófilo Gabriel Matzneff conmocionó a Francia y planteó la cuestión de qué hacer con el trabajo de autores moralmente cuestionables. En su opinión, ¿cuál es el desafío que estos autores plantean a nuestra sociedad?

Foucault desafía directamente donde una civilización elige trazar la línea entre la razón y la locura, entre lo normal y lo anormal, entre el bien y el mal. Ese desafío está en el corazón de su trabajo; es lo que hace de Foucault un pensador verdaderamente radical. La obra de su vida sigue siendo profundamente inquietante, como él quiso que fuera.

De haber conocido este aspecto cuando trabajaba en su biografía, ¿habría cambiado el sentido de su trabajo?

Nada de lo que aprendí en el último mes sobre Foucault en Túnez me llevaría a modificar mi retrato general de Foucault en mi libro, o mi juicio de que es uno de los pensadores más originales y desafiantes del siglo XX.

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