Katalin Karikó, de inmigrante ignorada a “madre” de la vacuna contra el Covid-19

La bioquímica húngara Katalin Karikó posa en un laboratorio de investigación, en una imagen captada en 1989. Foto: Gentileza Katalin Karikó

La bioquímica húngara pasó una década en busca de apoyo para sus estudios sobre ARN mensajero, la misma tecnología usada en las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna. “Espero que la vida pueda volver a la normalidad”, dice a La Tercera.


“¡Redención!... Empecé a respirar muy fuerte, me emocioné tanto que temí morir o algo así”. Así recuerda la bioquímica Katalin Karikó que fue su reacción ante la noticia de que la vacuna desarrollada por la farmacéutica estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech, que se basa en una investigación en la que fue pionera y por la que arriesgó su carrera, había sido 90% efectiva contra el coronavirus Sars-CoV-2.

Considerada hoy como una “superestrella” y la “madre de la vacuna” por sus precursores estudios sobre la tecnología del ácido ribonucleico mensajero (ARNm) -también usada en la vacuna del laboratorio estadounidense Moderna-, la labor de esta científica no siempre fue tan reconocida. Ahora parece increíble, pero durante toda una década, la de los 90, nadie apoyó la investigación de Karikó. “Recibía una carta de rechazo tras otra de instituciones y compañías farmacéuticas cuando les pedía dinero para desarrollar esta idea”, explica.

Katalin Karikó, vicepresidenta senior del laboratorio alemán BioNTech, en 2020. Foto: Gentileza Katalin Karikó

“Fue degradada, puesta en duda y rechazada. Ahora, su trabajo es la base de la vacuna contra el Covid-19”, destacó recientemente la cadena CNN sobre esta mujer nacida hace 65 años en Hungría, en plena época comunista. Criada en una casa de una habitación, sin agua potable ni refrigerador en Szolnok, una pequeña ciudad a las afueras de Budapest, la adolescencia de Karikó transcurrió luego en Kisújszállás, lugar en el que su padre trabajaba como carnicero. “Yo era una niña feliz. Mi padre era carnicero y me gustaba mirarlo trabajar, observar las vísceras, los corazones de los animales, quizás de ahí me vino la vena científica”, contó la bioquímica al diario español El País desde su casa en las afueras de Filadelfia, en EE.UU.

Apasionada de las ciencias, Karikó comenzó a dar sus primeros pasos en ellas a los 23 años, en el Centro de Investigaciones Biológicas de la Universidad de Szeged, en la que, además, logró su doctorado. Pero “la Hungría comunista ponía las cosas muy difíciles”, ha dicho la bioquímica. Por ello no dudó en dejar el país cuando en 1985 recibió una invitación de la Universidad de Temple, en Filadelfia, para tomar un puesto posdoctoral. Junto a su esposo y su hija pequeña se fueron a Estados Unidos después de vender su automóvil, reveló la científica a The Guardian. Metieron el dinero, el equivalente a unos US$ 1.200, en el osito de peluche de su hija para guardarlo. “Iba a ser un viaje de ida. No conocíamos a nadie”, relató a Business Insider.

Karikó junto a Norbert Pardi, investigador de la Universidad de Pennsylvania, en 2012. Foto: Gentileza Katalin Karikó

En Temple continuó su investigación, y luego en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pennsylvania (UPenn). “(El biólogo molecular) Pierre Meulien y colegas en Francia utilizaron por primera vez ARNm encapsulado en liposomas para vacunar ratones contra la influenza y publicaron sus resultados en el European Journal of Immunology en 1993. A principios de la década de 1990, mi plan era usar el ARNm que codifica proteínas terapéuticas para tratar enfermedades, en lugar de vacunar”, comentó Karikó a La Tercera por correo electrónico.

Pero para entonces, la idea de la científica de que el ARNm podría usarse para combatir enfermedades se consideró demasiado radical, muy arriesgada económicamente para financiar. Solicitó subvención tras subvención, pero siguió recibiendo rechazos, y en 1995 fue degradada al rango de simple investigadora en UPenn. También le diagnosticaron cáncer casi al mismo tiempo. “Por lo general, en este punto, la gente dice adiós y se va, porque es tan horrible”, le dijo a STAT, un sitio de noticias de salud, en noviembre. “Pensé en ir a otro lugar o en hacer otra cosa. También pensé que tal vez no era lo suficientemente buena, no lo suficientemente inteligente”, confesó. En aquel entonces, Karikó no era ciudadana de EE.UU. y necesitaba un trabajo para renovar su visa. Por ello, decidió continuar como investigadora en un rango inferior y con un sueldo escaso.

La bioquímica húngara estaba empeñada en sacar adelante sus investigaciones. Y el impulso llegó al fin en 1997, cuando un sencillo encuentro frente a una fotocopiadora cambió el destino de Karikó. Junto a la máquina, conoció al inmunólogo de la Universidad de Pennsylvania, Drew Weissman, un científico recién llegado que venía del equipo de Anthony Fauci, una eminencia en VIH y que en la actualidad dirige el instituto público que ha desarrollado la vacuna junto a Moderna. Weissman quería la vacuna contra el virus del sida y acogió a Karikó en su laboratorio para que lo intentara con ARN mensajero.

Los investigadores Drew Weissman y Katalin Karikó en 2015. Foto: Gentileza Katalin Karikó

“Cuando conocí a Drew Weissman comenzamos a enfocarnos en el desarrollo de vacunas. Usamos ARNm convencional que codifica antígenos virales para la vacunación, pero estaba causando inflamación. A partir de 2005, ocupamos ARNm modificado con nucleósidos, que era una vacuna muy potente, que no causaba inflamación y generaba una respuesta inmune muy fuerte que protegía a los animales de la infección”, detalla Karikó a La Tercera.

En 2010, un grupo de investigadores de EE.UU. fundó una empresa que compró los derechos sobre las patentes de Karikó y Weissman. Su nombre era un acrónimo de “ARN modificado”: ModeRNA. La compañía prometía poder tratar enfermedades infecciosas con ARN mensajero. Casi al mismo tiempo, otra pequeña empresa alemana fundada por dos científicos de origen turco, BioNTech, adquirió varias de las patentes sobre ARN modificado de ambos investigadores para desarrollar vacunas contra el cáncer. En 2013, tras casi 40 años de trabajo prácticamente anónimo, Karikó fue fichada por BioNTech, de la que hoy es vicepresidenta senior.

Drew Weissman y Katalin Karikó reciben la vacuna contra el Covid-19 en la Universidad de Pennsylvania, el 18 de diciembre. Foto: Penn Medicine News.

El siguiente paso de Karikó y Weissman fue colocar el ARN en “nanopartículas lipídicas”, un recubrimiento que evita que se degraden demasiado rápido y facilita su entrada en las células. Sus resultados se hicieron públicos en 2015. Cinco años después, cuando la ciencia trata de luchar contra un coronavirus que invade el planeta, sus avances en este campo han sido el pilar sobre el que se han desarrollado las vacunas que han devuelto la esperanza a la humanidad. “Se utilizaron ARNm modificados con nucleósidos para crear las vacunas de ARNm anti-Sars-CoV-2, la BNT162b2 de BioNTech/Pfizer y la ARNm-1273 de Moderna/NIH (Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos)”, dice la investigadora a este medio. “Esto es algo increíble, porque significa que todo el trabajo que estuve realizando años enteros, durante la década de los 90, y convencer a la gente de que tal vez el ARNm sería bueno, valió la pena”, celebra.

¿Cómo se siente al saber que la vacuna de Pfizer/BioNTech contra el Covid-19 salvará tantas vidas?

Me alegra que la vacuna sea muy potente y proteja a las personas vacunadas. Espero que muchas personas se vacunen y la vida pueda volver a la normalidad.

Varios países del mundo ya han comenzado la inoculación contra el Covid-19. ¿Cree que la vacuna de ARN mensajero puede ser más eficaz que las clásicas?

Sí, la vacuna de ARNm es más eficaz y segura que las vacunas clásicas que contienen virus atenuados o inactivados.

Una mujer recibe la vacuna de Pfizer el miércoles en Israel. Foto: AP

Los países más ricos han comprado gran parte del stock de vacunas disponibles. Considerando esta situación, ¿cuándo cree que el mundo podrá derrotar a la pandemia?

Estados Unidos y la Unión Europea dieron el dinero de sus contribuyentes a diferentes compañías para acelerar el desarrollo de la vacuna asumiendo el riesgo financiero en caso de que la vacuna falle. De esta forma, las compañías podrían preparar la vacuna para las próximas etapas de los ensayos clínicos sin saber si su vacuna es efectiva. Con la ayuda de esta estrategia, las vacunas se prepararon muy rápido sin tomar atajos considerando las evaluaciones de seguridad. Por lo tanto, todos los países se benefician de esta estrategia, porque la distribución de la vacuna comenzó mucho antes y llegará a todos los ciudadanos del mundo antes.

El director general de la OMS ha advertido que la pandemia de coronavirus “no será la última”. ¿En el futuro será más fácil y rápido desarrollar una vacuna contra nuevas enfermedades?

Estoy segura de que el desarrollo de la próxima vacuna de ARNm será mucho más rápido, ya que todas las compañías involucradas adquirieron mucha experiencia, especialmente en cómo aumentar la producción.

Un trabajador de la salud mexicano se toma una selfie mientras recibe la primera dosis de la vacuna de Pfizer en Monterrey. Foto: Reuters

¿Esta tecnología podría utilizarse en el futuro para desarrollar vacunas contra el cáncer o el VIH?

Varias compañías están desarrollando vacunas contra el cáncer basadas en ARNm que codifican los antígenos del cáncer, algunas de las cuales tienen como objetivo antígenos tumorales compartidos, mientras que otras generan vacunas contra el cáncer individualizadas diseñadas para combatir específicamente el propio tumor del paciente. Generar vacunas contra el VIH es más complicado. Las personas infectadas por el VIH que sobreviven a largo plazo pueden suprimir el virus porque tienen antecedentes genéticos diferentes, en lugar de generar una respuesta inmunitaria especial contra el virus. Por lo tanto, se necesita más investigación para encontrar una solución.

Jennifer Arce, funcionaria de una residencia de adultos mayores, recibe la primera dosis de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus en Madrid. Foto: Reuters

Hace unas semanas, Derrick Rossi, uno de los fundadores de Moderna, dijo a STAT que Karikó y Weissman deberían recibir el Nobel de Química. Kenneth Chien, biólogo cardiovascular del Instituto Karolinska en Suecia y también cofundador de Moderna, coincide: “Todas las empresas de ARN mensajero, incluida Moderna, existen gracias al trabajo original de Karikó y Weissman. Merecen la parte del león, porque sin sus descubrimientos las vacunas de ARN no estarían tan avanzadas como para poder enfrentar esta pandemia”.

Para Karikó resulta inevitable recordar la época cuando era una joven científica aún en su Hungría natal y su madre le decía que algún día ganaría el Nobel. “Yo le contestaba, ¡pero si ni siquiera puedo conseguir una beca, ni siquiera tengo un puesto fijo en la universidad!”.

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