Las penurias de la familia de Ronald Ojeda

Funeral de Ronald Ojeda. Foto: Andres Perez / La Tercera.

El clan del exteniente venezolano secuestrado y asesinado en Santiago aún no encuentra la paz. Temen salir de su casa, se sienten espiados y deben vivir el luto en medio de la estrechez económica. Esta semana, además, se enteraron de que todos sus miedos eran ciertos: el crimen de Ojeda, cree el Ministerio Público, tuvo una motivación política.


Javier Ojeda, hermano del exteniente Ronald Ojeda, siente mucha emoción. Lo dice a través de Zoom desde España, donde reside. Dice que la familia de Ojeda que vive en Chile -su esposa, su hijo pequeño y su hermana- también están en un proceso muy duro.

Se enteraron a través de la prensa de los nombres de los captores de su hermano. También, dice Ojeda, de que estaban vinculados al Tren de Aragua. Pero lo que no les sorprendió fue que el fiscal Héctor Barros, de la Fiscalía ECOH, tiene certezas de que el móvil del asesinato de su hermano fue algo político y planificado desde Venezuela. Un hecho relacionado a la deserción de su hermano a las fuerzas armadas de su país.

Van 53 días desde que esa noche, Ojeda saltó de su cama en medio de la noche alertado por fuertes golpes a la puerta de su casa. Su hermano dice que estaba preparándose para ese momento. Y que tenía miedo de que eso sucediera.

-Mi hermano ya lo había conversado con nosotros. Sabía que una situación así era posible. Precisamente porque uno conoce al enemigo. Y, más bien, el enemigo conocía bien a mi hermano.

Lo que le duele también a Javier Ojeda son las consecuencias del asesinato de su hermano. Su familia, dice, ha pasado por momentos muy duros en lo psicológico. Todo esto los ha desenfocado y dañado profundamente, por lo que también los ha afectado en lo económico.

-Hemos tratado de redoblar la marcha para tener más ingresos y poder cubrir gastos familiares de mi familia en Chile. Pero su esposa no puede trabajar por los daños psicológicos que esto le ha generado. No le genera ninguna tranquilidad salir a trabajar. Mi cuñada tuvo que dejar de trabajar momentáneamente también en su pequeña empresa. Todo esto la ha desestabilizado muchísimo. Mi hermana cayó en una inestabilidad psicológica. Y con eso, ya no ves la realidad como es. Ves las cosas desde otro punto de vista. Estás desenfocado. Aunque tengas energía, no la reflejas. No la usas.

Lo otro que dice Ojeda es que no dejan de pensar en lo que le pudieron hacer a su hermano durante su cautiverio.

-El secreto de la investigación no nos hace bien. Como no tenemos claridad de los hechos que ocurrieron en el asesinato de mi hermano, nos planteamos una y otra vez la misma situación. Nos ponemos a pensar en que mi hermano recibió torturas. Pero esas torturas no estaban reflejadas en su cuerpo. Los golpes se ven por dentro -dice Ojeda-. Esas torturas me hacen pensar que la situación tomó un giro en el momento. Yo creo que mi hermano posiblemente iba a ser trasladado a Venezuela para llevarlo hasta allá.

Lo cierto, dice Javier Ojeda, es que a su familia les cambió la vida por completo. A tal punto, que analizan todo lo que hacen pensando en una pregunta: si existe peligro o no.

Ojeda dice que a su familia en Chile les cuesta dormir por las noches. Incluso, sienten miedo con situaciones cotidianas.

-Inclusive te cuesta abrir la puerta de la casa. Por miedo. Puede que no haya nadie detrás. Pero el simple hecho de tener miedo te hace pensar tres veces antes de abrir la puerta.

El punto de comparación de lo que viven hoy como familia, dice Ojeda, es lo que vivieron como familia luego de la captura del teniente el año 2017 por el régimen de Maduro. Allá vivieron cosas que, sienten, se están repitiendo acá.

-Hemos sentido actos de espías. Acercamientos de gente extraña que no nos generan seguridad. Los hemos denunciado. Sentimos miedo por algunas personas que nos rodean -denuncia-. No puedo responder si son chilenos o venezolanos, ya que no quiero dar más detalles de eso.

Agarrado del cuello

La noche que Ronald Ojeda desapareció desde su departamento, Walter Rodríguez Pérez lo llevaba del cuello. La escena muestra cómo Rodríguez es quien domina la situación, mientras baja el ascensor del edificio donde Ojeda vivía, con el exteniente venezolano en ropa interior.

Javier Ojeda cree, por todo lo que conversaron con su hermano sobre su primera captura y proceso de torturas en Venezuela, que su hermano en el ascensor pudo entender la situación en la que estaba. Lo interpreta así por la forma en que bajó la cabeza en el ascensor. Allí, su hermano supo que no estaba rodeado de policías.

-Lo que mostraba mi hermano en el ascensor era temple. Esa resistencia muscular que se le nota en los vídeos no es para resistirte de que te lleven, sino que era para demostrarles a ellos que tú tienes temple, que estás firme. Que no estás sumiso a las acciones que ellos están realizando.

Los captores subieron a Ojeda al Nissan Versa gris, el primer vehículo desde el que escaparon. El vehículo lo abandonaron. Pero los investigadores hallaron más cosas.

Encontraron dos teléfonos celulares en la caletera de la Costanera Norte, en Renca. Uno de esos aparatos marca Samsung tenía una huella dactilar.

El peritaje arrojó que pertenecía a Walter de Jesús Rodríguez Pérez. Según la información que entregó el SIBI de la PDI, Rodríguez Pérez es “venezolano, soltero, nacido en Maracay el 14 de mayo de 1995, 28 años, soltero”. Registraba domicilio en un departamento en Coquimbo 1331, Santiago.

Otra cosa delató a Rodríguez Pérez. La PDI lo observó a través de videos que recogieron cuando lo siguieron. Se dieron cuenta que tenía las mismas “características morfológicas” que la persona que entró al domicilio de Ojeda. También tenía el mismo caminar, algo chueco hacia la derecha.

Rodríguez también tenía tres órdenes de detención vigentes.

El 29 de junio del 2020, fue a un supermercado en Avenida Padre Hurtado, en La Condes. Allí, un guardia de seguridad le pidió el permiso temporal sanitario para entrar. Rodríguez se ofuscó, se le abalanzó y le dio dos puñetazos. El guardia terminó con su tabique desviado a la izquierda. Se le formalizó por lesiones graves. Quedó con dos cautelares: se le prohibió acercarse a la víctima y salir del país. Finalmente, se adoptó una suspensión condicional del procedimiento.

El 14 de junio de 2022, un grupo de tres ciudadanos venezolanos abordaron un auto rojo en el centro de Santiago. A los ocupantes los secuestraron y los amenazaron de muerte durante 38 horas. Le exigieron un pago de dinero a sus familias, quienes, tras entregar joyas, los soltaron. Rodríguez fue imputado en esa causa por el delito de secuestro. Pero cuando la policía llegó a buscar a Rodríguez a su domicilio en el centro de Santiago, no lo encontraron.

Rodríguez también tenía antecedentes por otro secuestro, sucedido el 14 de noviembre de 2023, también en Santiago.

En esas causas, según la indagatoria de la PDI, se llegó a la conclusión de que Walter Rodríguez tenía relación con el Tren de Aragua.

Esto motivó que la Fiscalía ordenara a Gendarmería que realizara allanamientos en las celdas en los penales que existían reclusos de esa banda. Incautaron trece celulares, que aún siguen siendo periciados.

Esto contrasta con la postura que han tenido miembros del gobierno venezolano ante el caso.

El lunes 8 de abril, antes de las declaraciones del fiscal Barros, Yvan Gil, canciller de Venezuela, dijo que el Tren de Aragua no existía. “Es una ficción creada por la mediática internacional para tratar de crear una etiqueta”.

Al día siguiente, la ministra del Interior, Carolina Tohá, y el subsecretario de esa cartera, Manuel Monsalve, retrucaron a Gil. “La opinión del canciller venezolano no es la opinión que tienen muchos países de la región y muchos países del mundo”, dijo Monsalve. El mismo Presidente Boric calificó esos dichos como “un grave insulto”. Este viernes, el Mandatario dio otro paso más adelante, al exigirle al gobierno venezolano “toda la colaboración que se requiera en este caso para que busquen y pongan a disposición de la justicia a los sospechosos de haber perpetrado o colaborado en este vil asesinato”.

Ni Javier Ojeda ni sus amigos militares cercanos tenían idea de quién era Walter Rodríguez. Solo se enteraron a través de la prensa.

Empanadas y arepas

Javier Ojeda dice que siempre tuvieron razón. Desde el minuto uno, su familia afirmó el móvil político detrás de esta causa.

-Obviamente ellos tenían que hacer la investigación, pero eso no significa que nosotros no teníamos razón desde el principio. Mi hermano me había anticipado quiénes eran las personas que estaban o posiblemente estaban detrás de él, y lo querían a él. Y siempre me decía que lo querían más por la información.

Javier Ojeda dice que su cuñada recibió apoyo económico estatal a través del subsecretario Monsalve. Que se han podido acercar mucho este último tiempo. También tienen protección policial.

Esto no lo veían antes, al inicio del caso, cuando -asegura- el gobierno tenía una postura distante frente a la desaparición de su hermano. Ojeda siente que el acercamiento debió ser inmediato.

-Era como un cierto miedo de parte del Estado asumir esas responsabilidades. Ahora, después de lo que ha pasado, con la divulgación de la hipótesis del fiscal, es que se nota un poco más de acercamiento. Pero anteriormente ellos tenían como un miedo de acercamiento hacia el caso. Mucha distancia. No sé si era por el vínculo político o por la posición política de izquierdas que manejan los dos países.

Ojeda sigue esta idea.

-Ahora son mucho más cercanos. Pero, ¿cuánto le costó a Boric salir públicamente a nombrar a mi hermano? Solo para que lo nombrara tuvieron que pasar muchísimas cosas. Simplemente nombrarlo.

Ojeda recuerda a su hermano y rompe en llanto. Es doloroso hablar de él, dice. Su madre en Venezuela ha tenido que pasar este proceso de lejos. Dice que aún ella no se convence del todo de la muerte de su hijo.

-A mi madre aún le queda la duda de que el cuerpo que encontraron haya sido el de mi hermano. Es que no es lo mismo un asesinato a una muerte natural. Son los traumas que a uno le quedan.

Para Javier Ojeda también ha sido un proceso arduo. Vivir todo esto a miles de kilómetros, tratando con periodistas al mismo tiempo que apoya en la difusión del caso, lo ha hecho llevar su memoria a lugares íntimos de su pasado con su hermano.

Ojeda recuerda la infancia que tenían en Venezuela y cómo dejó de ver de un día para otro a su hermano cuando se fue a la academia militar. Luego del escape de Venezuela de Ronald Ojeda, él y Javier pudieron volverse a encontrar en Perú. Allí vivieron juntos mientras la familia de Ronald tramitaba salir de su país para reencontrarse. Lo harían en Chile meses después.

Ese año que vivieron en Perú, los Ojeda trabajaron de camareros en una discoteca. Aunque Ronald Ojeda siempre trataba de tener otros trabajos, por miedo a que lo estuvieran buscando.

Esas tardes en Perú recordaban la astucia de Ronald Ojeda al salir de Venezuela a través de un control policial montado en una bicicleta. Pudo pasar por allí saludando a los guardias, que no esperaban que un prófugo del gobierno pasara así, naturalmente, por la frontera.

Uno de los recuerdos más vívidos que tiene de su hermano eran sus dotes de cocinero. Preparaba empanadas y arepas. También las vendía para generar otros ingresos.

La noche de febrero en que desapareció también había cocinado empanadas para su familia. Horas después, saldría de esa puerta sin marcha atrás.

Javier Ojeda pide justicia antes de terminar. Frente a la pregunta de si ha pensado cómo será la vida sin su hermano, se quiebra otra vez.

-No lo sé. No lo he pensado, ni lo quiero imaginar. Mejor pregúntame otra cosa.

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