Lynsey Addario: “He visto a decenas de mujeres afganas intentar suicidarse por autoinmolación”

Viudas afganas pidiendo limosna en las calles de Kabul, en mayo de 2000. Foto: Gentileza Lynsey Addario

La fotoperiodista de 47 años, ganadora de un premio Pulitzer, relató a La Tercera su experiencia en Afganistán.


Viajé por primera vez a Afganistán en mayo de 2000, cuando tenía 26 años. En ese momento vivía en India, cubriendo temas de mujeres en el sur de Asia como periodista gráfica, y sentía curiosidad por saber cómo vivían las mujeres durante el régimen de los talibanes”, relata en un artículo escrito el lunes en la revista The Atlantic la fotoperiodista estadounidense Lynsey Addario, que centra su trabajo en temas de derechos humanos, especialmente en zonas de conflicto. La profesional de 47 años se dedica específicamente a retratar el rol de las mujeres en las sociedades más tradicionales.

Addario volvió a Afganistán tres veces antes de que cayera el primer gobierno talibán, realizando su último viaje de ese período en marzo de 2001. La tarea no fue fácil. “Al ser una estadounidense soltera, necesitaba encontrar una forma de moverme por Afganistán con alguien que hiciera las veces de marido y sacar fotos sin que me vieran (los talibanes habían prohibido fotografiar cualquier ser vivo). Me puse en contacto con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, una de las pocas organizaciones internacionales que seguían funcionando en Afganistán, y con el Programa Integral para Afganos Mutilados, un organismo de Naciones Unidas cuyo objetivo era rehabilitar a los heridos por las muchas minas antipersona sembradas por el país. Los grupos se encargaron de conseguir hombres que me sirvieran de escoltas, además de conductores y traductores, para atravesar las provincias de Ghazni, Logar, Wardak, Nangarhar, Herat y Kabul, a fin de fotografiar y entrevistar subrepticiamente a afganas. Enseguida comprendí las ventajas de ser una fotoperiodista mujer, a pesar de las dificultades: tenía libre acceso a ellas en espacios prohibidos para los hombres”, escribió Addario en la revista estadounidense.

Lynsey Addario en la provincia afgana de Badajshán, en noviembre de 2009. Foto: Gentileza Lynsey Addario

Tras viajar al país una docena de veces después de 2001, Addario volvió por última vez en enero de 2020, y pudo observar cuánto habían avanzado las mujeres afganas respecto de sus derechos. “Los talibanes no pueden quitarles en qué se han convertido las mujeres afganas en los últimos 20 años: su educación, sus ganas de trabajar, su gusto por la libertad”, señaló la autora de los libros Of Love and War y It’s What I Do, sus memorias como reportera para The New York Times. “Y hoy hay una nueva generación de afganas, mujeres que no recuerdan lo que es vivir sometidas a los talibanes”.

Addario comenzó a fotografiar profesionalmente en 1996, para el Buenos Aires Herald de Argentina, y se estableció como reportera freelance para The Associated Press. Desde que fotografió Afganistán bajo el control del régimen talibán en 2000, ha cubierto conflictos en Irak, Darfur, República del Congo, Haití y Medio Oriente.

Mujeres policías afganas son capacitadas en un campo de tiro por Carabinieri italianos fuera de Kabul, el 13 de abril de 2010. Foto: Gentileza Lynsey Addario

La periodista ha trabajado como fotógrafa para importantes publicaciones, incluidos The New York Times, The New York Times Magazine, Time, Newsweek y National Geographic. Fue una de las cuatro periodistas de The New York Times que desaparecieron en Libia el 16 de marzo de 2011, siendo liberada junto a sus tres compañeros cinco días después.

El Centro Nobel de la Paz, en Oslo, exhibe una gran exposición de parte de su trabajo sobre las mujeres en Afganistán, junto a las fotos de soldados norteamericanos en el Valle de Korangal tomadas por el reportero gráfico británico-estadounidense Tim Hetherington, muerto en Libia en 2011.

Mujeres afganas entrenan como policías en un campo de tiro en las afueras de Kabul, en junio de 2014. Foto: Gentileza Lynsey Addario

Su trabajo ha tenido amplio reconocimiento. En 2002 obtuvo el premio Infinity del Centro Internacional de Fotografía, mientras que, en 2008, Getty Images le otorgó un premio para fotografía editorial por su trabajo en Darfur. En 2009, no solo consiguió una beca MacArthur, sino que además le entregaron un premio Pulitzer por su trabajo en Waziristán, una región montañosa del noroeste de Pakistán que limita con Afganistán. En 2020, Addario obtuvo la beca Storytelling Fellows de la National Geographic Society.

En medio de una ajetreada agenda, la reconocida fotoperiodista se tomó unos minutos para hablar con La Tercera desde Londres sobre su experiencia en Afganistán a lo largo de los años y las posibles consecuencias para las mujeres afganas con un nuevo gobierno controlado por los talibanes.

¿Qué fue lo que más le sorprendió sobre el trato a las mujeres la primera vez que estuvo en Afganistán?

La primera vez que fui a Afganistán, todas las formas de entretenimiento eran ilegales, tanto para hombres como para mujeres afganos. Las mujeres no podían salir de su hogar sin un acompañante masculino, no se les permitía trabajar fuera del hogar, a excepción de algunas doctoras y enfermeras. No podían recibir educación, la educación de las niñas era ilegal. Así que creo que, básicamente, se prohibió el acceso a los derechos humanos básicos en la vida fuera del hogar.

Escuela secreta para niñas en Afganistán, en mayo de 2000. Foto: Gentileza Lynsey Addario

¿Qué es lo más duro que le ha tocado observar en sus viajes a Afganistán?

Es difícil de decir. Supongo que las injusticias en general contra las mujeres. En algunas familias y en algunas partes del país, las mujeres son vistas como propiedad de sus maridos o de sus padres. Entonces tienen muy pocos derechos. He visto a una mujer que fue encarcelada por pedir el divorcio de su marido, he visto a una mujer a la que le cortaron la nariz porque salió de la casa sin el permiso de su marido. He visto a decenas de mujeres intentar suicidarse con fuego, por autoinmolación, porque la vida era muy difícil, porque había tanto abuso. Hay tantas cosas desgarradoras que he visto durante tantos años.

¿Cómo logró obtener estos registros con tantas restricciones a lo que podían hacer las mujeres?

Como mujer, tuve acceso a mujeres. Así que pude usar hijab y poner una cámara y un lente, tenía un equipo mínimo. Los puse en mi bolso y pude colarme en las casas de diferentes personas y el hospital de mujeres, y realmente traté de pasar lo más desapercibida posible.

La parlamentaria afgana, Fawzia Koofi, asiste a una ceremonia de graduación de la Universidad de Kabul, el 9 de abril de 2010. Foto: Gentileza Lynsey Addario

¿Cuál fue el principal cambio que notó en el estilo de vida de las mujeres afganas tras la caída de los talibanes en 2001?

El cambio no ocurrió de la noche a la mañana, porque las mujeres habían estado tan asustadas durante tanto tiempo. El cambio ocurrió con el tiempo, en realidad. Las niñas volvieron a la escuela muy rápido, eso fue algo que pasó de inmediato. Pero el tipo de derechos como ver mujeres trabajando como periodistas, ver mujeres trabajando como doctoras y personal médico, abogadas, activistas de derechos humanos y en las Naciones Unidas. Hay toda una generación de mujeres que básicamente tenían que ser capacitadas y que tuvieron que aprender vocaciones. Así que creo que fue gradual, pero cuando estuve allí por última vez, en 2020, estaba esta increíble generación de mujeres que habían estado trabajando durante algún tiempo y que realmente entendían una vida completamente diferente a la primera vez que estuve ahí bajo los talibanes.

¿Cree que la llegada de los talibanes nuevamente al gobierno podría hacer retroceder los avances que se lograron en las últimas dos décadas en cuanto a los derechos de las mujeres en Afganistán?

Sí, no creo que les permitan a las mujeres la libertad que prometen. Prometen que permitirán que las mujeres sigan asistiendo a la escuela y que permitirán que las mujeres trabajen, pero siguen poniendo todo dentro del marco de la sharia (ley islámica), y los talibanes imponen una versión muy estricta de esa ley. Entonces no confío en lo que están diciendo.

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