Miguel Littin: Seis décadas en la vida política de un cineasta

Uno de los seis candidatos del PS electos para integrar el Consejo Constitucional, en cuya instalación oficiará de presidente provisional, los orígenes de la trayectoria política del realizador de El Chacal de Nahueltoro se remontan a la época en que dirigió los “actos de masas” de la campaña allendista de 1964.


“Por amor a Chile y su gente, Miguel Littin constituyente”.

Con rima y todo, recorriendo la Región de O’Higgins a la vieja usanza en compañía de su primo, correligionario y jefe de campaña José Manuel Cucumides (también de su sobrino Héctor Manuel Cucumides), el cineasta chileno se presentó al Consejo Constitucional. Y ganó. Porque muy encadenado estará su nombre a un hito cultural del tamaño de El Chacal de Nahueltoro (1969), pero no es ese ni son sus otros 13 largometrajes los que lo tienen de vuelta en la escena pública.

En representación del PS por la VI Región, Littin fue unos de los 51 consejeros constitucionales electos el pasado el 7 de mayo (y el “único famoso” del montón, al decir de la web de Biobío). Siendo a sus 80 años, por otro lado, la persona de más edad entre los nuevos constituyentes, será quien dé la partida a la sesión inaugural del próximo 7 de junio. “Dios no juega a los dados”, dice que pensó a propósito de este destino. Sin entrar en detalles, cuenta que ya comenzó a prepararse, siempre desde su natal Palmilla, donde es nada menos que una personalidad.

Al día siguiente de que la derecha republicana se impusiera a nivel nacional, Littin se permitió tuitear con ecos setenteros el propio triunfo, uno que lo impuso a candidatos como el empresario Juan Sutil: “Dijo el pueblo venceremos / Y vencimos”.

Esta otra dimensión del Littin político es más propia de sus redes sociales, donde perviven el aliento igualitario y la moral justiciera, en convivencia con los términos que convocó su campaña: los de Chile y su gente, los de “mi amado pueblo”, que no considera excluyentes con los anteriores.

De raíces grecopalestinas, criado en familia socialista, Littin ha sido un puntal de la escenificación de los relatos de la izquierda de los últimos 60 años, incluso si la película Allende en su laberinto (2014) sembró perplejidad en el allendismo local. Esto, al menos desde 1964, en que representó con 21 años matanzas obreras en actos masivos durante la tercera campaña del “Chicho”, hasta la de consejeros en 2023, en que se vio distendido y sonriente, posando para la foto en calles y plazas junto a habitantes de toda la región.

Hoy, y así como terminaron dándose las cosas, Littin asoma entusiasmado y dispuesto. Y si le preguntan de La Tercera sobre una eventual reformulación de estrategias de cara a la minoría manifiesta de su sector en el Consejo, dice que ve la “obligación absoluta” de “buscar los acuerdos que permitan vivir en paz y construir juntos un país amable, con equilibrio y justicia social”. Eso, y “alejar el espíritu revanchista y la odiosidad”, pues “tenemos la capacidad ciudadana de resolver nuestras diferencias escuchándonos y respetando las ideas del otro”. Con “humildad”, cree por último, será posible llegar a acuerdos.

Un transversal de izquierda

Nacido en 1942 en Palmilla, provincia de Colchagua –”una pequeña aldea camino hacia el mar”, como la definió-, Miguel Ernesto Littin Cucumides formó parte de una “tribu compuesta de familias de árabes y griegos” (…), de la que surgió una generación de chilenos en que “casi todos eran socialistas, por la conmoción que se produjo en Chile y en esa región en 1932, con la República Socialista”.

Interno en un colegio católico de Santa Cruz, terminó el liceo en San Fernando, tras lo cual entró a estudiar Teatro en la U. de Chile. Más tarde, buscó trabajo en el joven canal televisivo de la “U”, donde fue guionista y director de teleteatros.

“Lo conocí a comienzos de los años 60, cuando ambos (...) buscábamos, ni más ni menos, renovar no solo el teatro chileno, sino el cine y la televisión”, contaría su colega Raúl Ruiz en una carta de apoyo para la postulación de Littin al Premio Nacional de Artes 2007. “En Miguel -añade- predominaba el aspecto social y político”, mientras Ruiz “prefería la arrogancia crepuscular de los que consideraban irremediable sucumbir al ‘peso de la noche’”.

El oficio adquirido y la vocación por la escena se fundieron en 1964 en una activa participación de Littin de cara a la elección que enfrentó a Salvador Allende y Eduardo Frei Montalva.

Colaborador del actor Jorge Lillo, quien dirigía los actos masivos, vio a este renunciar por desacuerdos con el generalísimo de la campaña, el socialista Salomón Corbalán. Este último, cuenta hoy el cineasta, “preguntó quién sigue… Y el mismo don Jorge me señaló, de modo que de la noche a la mañana me hice cargo de montar el acto en que los partidos del FRAP proclamarían a Salvador Allende como su candidato. Fue un éxito, y allí seguimos”.

Antes de rodar su primer corto (Por la tierra ajena, 1965, sobre unos pelusas que pululan en torno al Mapocho), Littin fue el responsable de los “espectáculos de masas” presentados a lo largo del país por el Frente de Acción Popular. Igualmente, y al decir de un cineasta PC de esos días, asesoró a partir de entonces a Allende “en todas sus gestiones en relación a la televisión: qué camisa usar, qué corbata” (fue su “asesor de imagen”, sostiene hoy el primo José Manuel Cucumides).

Políticamente hablando, sin embargo, lo más vistoso estaba por venir.

Éxito de público y crítica, basado en una historia real que había conmovido a la sociedad chilena, El Chacal de Nahueltoro se estrenó comercialmente en mayo de 1970, con la campaña presidencial andando. La ópera prima del palmillano lo consolidó como un líder natural entre sus colegas, con ascendiente en los distintos mundos de la Unidad Popular y cercano a figuras como Pablo Neruda (todo un fan del Chacal) y el propio Allende.

De familia socialista, si tuvo una militancia PS por entonces -hay quienes sostienen que sí, aunque él no hace hoy precisiones al respecto-, esta no fue óbice para que se instalara como un transversal de izquierda. Adicionalmente, redactó el Manifiesto de los Cineastas de la Unidad Popular, documento que presentó al Comité de Unidad Popular (CUP) de Cineastas y que llama a “construir juntos e inmersos en el pueblo una cultura auténticamente nacional y, por consiguiente, revolucionaria”.

Raúl Ruiz escribe en la mencionada carta de 2007 que para principios de los 70 los mundos creativos de ambos diferían marcadamente, aunque la amistad seguía en pie: “Miguel escogió un camino que yo llamaría ‘nerudiano’: generoso tono mayor, espíritu épico (…). La búsqueda de un cine nacional y popular. (…) Yo, buen chileno, escogí el camuflaje, la ironía, la cinefilia. Miguel no quiso cambiar de actitud. Imperturbable, siguió fiel al camino que se había trazado: panamericanismo revolucionario, nacional y popular”.

Publicada una parte en El Siglo y otra en Punto Final (órganos del PC y del mirismo, respectivamente), el manifiesto saltó a escena en diciembre de 1970, con el nuevo gobierno instalado, pero con la decisión pendiente respecto de quién encabezaría Chile Films, dependiente de la Corfo. El elegido fue finalmente Littin, uno de cuyos primeros proyectos tras asumir fue el registro de las conversaciones que sostuvieron a principios del 71 Allende y el ideólogo y guerrillero francés Régis Debray. El resultado fue el documental Compañero Presidente.

Como presidente de Chile Films, Miguel Littin firmó en marzo de 1971 un convenio con el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic). FOTO: Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

Hubo en su gestión iniciativas como un concurso de guiones para largometrajes que derivó en películas sobre Balmaceda y Manuel Rodríguez que quedarían en el camino, así como un taller de cineastas que entregaba película y prestaba equipos para rodar. También, un acuerdo de 21 puntos con el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), que para efectos tributarios consideró cubanas las películas chilenas en Cuba y chilenas las películas cubanas en Chile.

Pero hubo también en la empresa importantes tensiones que reprodujeron las que a nivel de la UP y sus alrededores se dieron entre el gradualismo comunista y la radicalización del PS y el MIR, sumadas a críticas de desorganización. En sus memorias del Nuevo Cine Chileno (Con los ojos abiertos, 2014), el productor Sergio Trabucco escribe: “El estalinismo cortó de plano nuestros planes, sacando a Littin de la presidencia y a todos los miembros del MIR y el FTR [Frente de Trabajadores Revolucionarios] de los cargos directivos”.

“¿Te echaron de Chile Films?”, le preguntó por esos días el periodista y crítico Hans Ehrmann en una entrevista que no llegaría a publicarse. “Rotundamente, no”, respondió Littin, quien refiere “discrepancias acerca del papel que debe jugar el cine en el proceso”. Eso sí, en carta dirigida a Salvador Allende el 8 de noviembre de 1971 reconoce una renuncia pedida por “una mayoría de la Comisión de Medios de Comunicación”, al tiempo que acusa una “política de obstrucción nacida en el interior mismo del directorio de la empresa y en gran parte de sus ejecutivos”.

Ya en 1983, entrevistado por Isabel Parra, es más autocrítico, pero nunca tanto: “Quizá si en el aspecto organizativo o desde el punto de vista burocrático fuimos un desastre, pero eso me importa un santísimo carajo”.

Exilio y regreso

Tras la experiencia de Chile Films, trabajó Littin en su segundo largo, La tierra prometida, un fresco histórico/mítico que imagina una réplica colchagüina de la República socialista de 1932, y que termina con una masacre de campesinos indefensos. La película, cuyo final luctuoso se acompaña en pantalla de unas palabras del “Che” Guevara (“De los que van quedando en el camino / También se hizo la Revolución”) alcanzó a tener estreno mundial antes del Golpe, en el Festival de Cine de Moscú. También, a generar molestia en el PC.

Pero ni el estreno postergado en Chile ni otros temas resintieron la imagen de Littin. Más bien lo contrario: referente de la creación chilena exiliada, consiguió apoyos de México, Nicaragua y España para emprender, respectivamente, proyectos como Actas de Marusia, Alsino y el cóndor y Sandino (las dos primeras nominadas al Oscar en lengua extranjera). En medio de estos rodajes, volvió silenciosamente a Chile para hacer un documental, experiencia a su vez contada por Gabriel García Márquez en La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile (1985).

Ya de vuelta del exilio, las primeras exhibiciones de sus películas en El Biógrafo y el Normandie convocaron muchedumbres que aplaudieron al cineasta cual hijo pródigo. En 1992 ganó para el PS la alcaldía de su natal Palmilla, triunfo que se repetiría en 1996, sin contar sus períodos como concejal (hoy es concejala la socialista Fernanda Cucumides, hija del primo y correligionario José Manuel, a su vez concejal en otros períodos).

Tenga o no que ver esto con las redes que aún conserva en la política, la empresa y la comunidad árabe, Littin no vio grandes obstáculos para que su nombre fuera presentado por el PS para aspirar al Consejo Constitucional.

Un dirigente socialista que conoció el proceso de nominación describe en off a un militante que “participa en los procesos internos, en las votaciones, por encima de los sectores o grupos, que son una identificación característica de la historia del PS”. Así, su nombre fue propuesto por el Consejo Regional de O’Higgins a la Comisión política, donde su “conocimiento público” y su pertenencia a una tradición familiar socialista le abrieron puertas y ventanas.

Al día de hoy, y aunque se sabe en posición minoritaria en el Consejo, el Littin propiamente político cree que es posible resucitar la iniciativa de su colega Silvio Caiozzi, que intentó infructuosamente postular a la Convención de 2021 con una plataforma sostenida en el resguardo de las artes y de la cultura. Piensa que se puede, aun siendo minoría, y voluntad no debería faltarle para intentarlo. Nunca le ha faltado.

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