Pablo Ortúzar: “Hay que romper la ilusión universitaria, no es el espacio para arreglar los problemas sociales ni realizar los sueños”

Pablo Ortúzar, investigador del IES. 03.01.2024 PABLO ORTUZAR COLUMNISTA DEL DIARIO LA TERCERA. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

En su nuevo libro, Sueños de cartón, el antropólogo del IES analiza la sobreoferta de títulos universitarios y su pérdida de valor. Dice que el Frente Amplio ha montado un modelo de negocios basado en estudiantes frustrados. Dispara contra la reforma educacional de Michelle Bachelet tras los resultados de la PAES: “Hoy el gobierno pretende esconder la información respecto de los resultados de la PAES porque se ha reflejado clarísimo que destruyeron la educación pública".


El ambiente estaba agitado. En la asamblea en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, un dirigente estudiantil advirtió: “Esa ley no será promulgada, así tengamos que esconder todos los lápices de La Moneda”. Era mayo de 2005 y esa ley era la que creaba el Crédito con Aval del Estado (CAE), que facilitaba el acceso a préstamos bancarios para financiar los estudios universitarios. Entonces, Pablo Ortúzar, estudiante de Antropología en el Campus Juan Gómez Millas, era uno más de los que se movilizaban contra el proyecto de Ricardo Lagos.

-Irónicamente, Lagos creó una de las mejores políticas redistributivas, el AUGE. Y una de los peores, el CAE -dice.

Diez años después de la aprobación del CAE, con una matrícula universitaria en alza y una economía estancada, comenzó a aumentar el número de profesionales desempleados. Para 2014, sumaban más de 102 mil. Nacía así una generación de cesantes ilustrados y endeudados.

El segundo gobierno de Michelle Bachelet se propuso atender el problema con la gratuidad universitaria, lo que a la larga provocó “una progresiva inflación en los certificados de educación universitaria”, dice Pablo Ortúzar.

“En mi opinión, la principal sombra del Chile de los 30 años es que la clase política trató de resolver en el sistema educativo casi todos los problemas y contradicciones del desarrollo capitalista, produciendo una inflación de certificados académicos, desvirtuando el sentido y la calidad de la educación y creando las condiciones para una profunda erosión del pacto social”, escribe en su nuevo libro Sueños de cartón.

Antropólogo social y doctor en teoría política de Oxford, en su libro, Ortúzar aborda también la ley de inclusión que terminó con la selección en los colegios y que ha sido apuntada esta semana, debido al pobre desempeño de los liceos públicos en la PAES.

-Estamos en un camino respecto del cual no se está reflexionando -dice-. El gobierno celebra que más gente va a poder postular y va a haber más estudiantes universitarios. Lo que se está haciendo es aumentar exponencialmente el número de estudiantes universitarios. Y eso, en buena medida, es porque la política de gratuidad se sostiene en volumen; te obliga a hacer corrales de alumnos. Y por eso las universidades que se sostienen son aquellas que están totalmente concentradas en una estrategia masiva de educación. Pero eso trae muchos problemas. La pregunta es si eso es razonable. Si eso es un bien, ¿para quién?

Ortúzar advierte aquí “la devaluación de los títulos universitarios”.

Pablo Ortúzar, investigador del IES. FOTO: BASTIÁN SEPÚLVEDA

-Hoy tenemos millones de títulos y muchos de dudosa calidad que al empleador no le dicen nada, básicamente. La pregunta es cómo llegamos a una situación en que celebramos la inflación del título universitario, con todas las etapas anteriores reventadas. Hoy, el 80% de los estudiantes termina la educación básica sin entender lo que lee, sin manejar aritmética básica. En la educación media pasa lo mismo: el certificado de cuarto medio no vale nada. Y ahora se está devaluando el título de pregrado a un costo económico enorme, porque la gratuidad la pagan los contribuyentes; es plata que podría ir a cualquier otra cosa.

Es notable la desaparición de los liceos emblemáticos de los mejores resultados.

La educación de selección de excelencia fue destruida durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Hoy el gobierno pretende esconder la información respecto de los resultados de la PAES porque ha reflejado clarísimo que destruyeron la educación pública. La proporción de colegios privados y subvencionados que ronca en la PAES versus los establecimientos públicos demuestra que rompieron algo muy valioso con suposiciones equivocadas.

¿Bajar de los patines a los más rápidos?

Nicolás Eyzaguirre (ministro de Educación de la época) dice que esa no era la idea precisa. En el fondo, para ellos las habilidades de los estudiantes eran simplemente un reflejo de la posición de clase de los padres. Y si eso era así, básicamente no había ningún mérito en ninguno de estos colegios. Era simplemente que seleccionaban y, por lo tanto, se quedaban con estudiantes que eran de hogares con más capital cultural. Y esa era toda su virtud. Bueno, eso es falso. Aquí hay un desprecio profundo por la administración a nivel escolar y también por los profesores. Y eso lo hemos compartido con Daniel Mansuy. Ellos hablaban del efecto pares…

¿No hay evidencia de que funcione?

Era una farsa, no había seguridad. Se suponía que si yo ponía un cabro de alto capital cultural rodeado de tres cabros con bajo capital cultural, se iban a contagiar. Y el profesor daba lo mismo. Eso fue lo que defendieron Mario Waissbluth, Fernando Atria y toda esta generación de intelectuales frenteamplistas. Y el punto es que no es cierto. Y destruyeron algo que reconstruirlo tomaría décadas.

“Estas personas no sabían nada del proceso educativo y lo intervinieron de manera brutal. Esta reforma se debe al Frente Amplio, porque Michelle Bachelet, en su segundo gobierno, les entregó la visión de las reformas educacionales a ellos”.

Pablo Ortúzar

Con la intención de ser más inclusivos...

Claro, pero estas personas no sabían nada del proceso educativo y lo intervinieron de manera brutal. Esta reforma se debe al Frente Amplio, porque Michelle Bachelet, en su segundo gobierno, les entregó la visión de las reformas educacionales a ellos…

La paradoja es que no se ve una reducción de brechas sociales en los resultados.

Al Frente Amplio nunca le ha interesado la educación. Esa es la verdad. Yo creo que ellos son un movimiento finalmente gremial, universitario. Gabriel Boric sigue siendo el presidente de la Fech.

¿En qué sentido?

Uno, por la visión que desarrollan. Y dos, las prioridades que se estructuran en esa visión son las prioridades del gremio universitario, que es un gremio de izquierda radical, pero al final del día centrado en sus propios intereses. O sea, el gremio universitario siempre está por los pescadores artesanales, los mapuches, todas las banderas. Pero cuando hay que priorizar, las primeras prioridades son las de la universidad. Como condonar el CAE, que son 12 mil millones de dólares. O la gratuidad universitaria, que son miles de millones de dólares. La mayoría de la gente no va a la universidad, sin embargo, se le da prioridad al financiamiento universitario, con una política pública multimillonaria. ¿Por qué? Porque están usando la universidad como herramienta política, para captar militantes.

El negocio del Frente Amplio

Apoyado en datos y estudios, Ortúzar elabora un ensayo controversial y provocativo. Analiza el fenómeno de la inflación de títulos universitarios y su pérdida de valor. También sus consecuencias en el descontento social. Siguiendo a Peter Turchin, describe la formación de una nueva élite o contraélite que viene a disputar las posiciones de poder y sacar réditos del descontento. Así, profundiza en el ascenso del Frente Amplio: el gobierno de Gabriel Boric como la llegada de la nueva élite universitaria a La Moneda. “En otras palabras, el gobierno del Frente Amplio es un gobierno de los universitarios enojados con el sistema”, escribe.

Usted dice que el FA genera un modelo de negocio, ¿en qué sentido?

El Frente Amplio se alimenta de estudiantes frustrados y les promete un futuro a través de la militancia en lugar del ejercicio profesional. Ese es es el modelo de negocio. Porque, en el fondo, son estudiantes que van a terminar su carrera y no van a encontrar lo que buscaban. Pero a través de la militancia le dicen: oye, yo te puedo dar pega en el Estado o en una fundación. Lo que yo veo es que están usando la educación para montar una maquinaria de votos.

“El Presidente Boric no es un sujeto universitario en el sentido de que lo conmueva la ilustración y todo eso. Es un político universitario, en la universidad se dedicó a hacer política”.

El Frente Amplio viene de la universidad, es natural que se preocupe por ese mundo.

Yo creo que ellos no entienden la universidad realmente. La universidad es un espacio para apreciar y transmitir el conocimiento. Para ellos el conocimiento es poder, nada más, leyendo la contratapa de Foucault. Entonces, la universidad es una herramienta política y el objetivo es utilizarla para su propia conveniencia. El Presidente Boric no es un sujeto universitario en el sentido de que lo conmueva la ilustración y todo eso. Es un político universitario, en la universidad se dedicó a hacer política.

El Presidente es lector, le interesa la historia.

Le gusta la estética, hacer guiños históricos. Pero a alguien que le interesa la historia tiene cierta prudencia en la toma de decisiones. Y ahí no parece que le guste tanto la historia. No sé, a esa gente no le interesa la universidad, le interesa el poder.

03.01.2024 PABLO ORTUZAR COLUMNISTA DEL DIARIO LA TERCERA. FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

¿No es una mirada muy dura, parcial?

Yo sé que el Frente Amplio tiene otros programas, otros proyectos, pero en el ámbito educacional hay algo que no se entiende. Hay contradicciones demasiado evidentes. El subsecretario dice hay que perdonar al CAE porque esa gente no tiene empleo, por lo tanto no puede pagarlo. Ok. Y al mismo tiempo tenemos que ampliar hasta el infinito y más allá la matrícula en educación superior para que todo el mundo vaya a la universidad. O sea, les preocupa la deuda, pero no el hecho de que el estudiante esté frustrado profesionalmente o termine manejando Uber. Desde el punto de vista educacional no tiene ningún sentido. Solo tiene sentido desde el punto de vista político, es la explotación política del sistema educacional.

Hemos tenido dos gobiernos de derecha. ¿Qué responsabilidad le cabe a ese sector?

La historia de la responsabilidad de la derecha sería otro libro que espero alguna vez escribir. Pero, básicamente, fue oponerse a redistribuir. El AUGE es una de las mejores políticas públicas que tiene el país. Con un gran esfuerzo económico se hace cargo directamente de un problema y redistribuye oportunidades en algo fundamental. La derecha nunca lo vio con buenos ojos; pensaba que al Estado no le correspondía hacerse cargo de eso. Grave error. Y sí facilitó y celebró el CAE, porque, en el fondo, ampliaba el negocio universitario. O sea, había intereses políticos y económicos involucrados: les convenía. Y ellos son cómplices de esta inflación de los títulos, sin duda. Y, además, no tener una filosofía más sustantiva respecto del rol de la educación.

¿A la derecha le interesa la educación?

Yo creo que a la derecha no le interesa la educación, nunca le ha interesado, salvo excepciones como Gonzalo Vial. No es un sector que tenga una filosofía de la educación, nada. Ahí también hay un gran vacío que permitió que avanzara todo esto.

¿Cómo salir de este problema?

Yo creo que hay que romper la ilusión universitaria. La universidad no es el espacio para arreglar todos los problemas sociales ni realizar todos los sueños ni nada por el estilo. Romper la ilusión universitaria para salvar la universidad como espacio de conocimiento, porque está siendo arrasada, se está convirtiendo en una industria de títulos falsos.

¿Tiene que volver a ser un espacio de élite?

De élite intelectual, no económica ni social. Y es relevante que haya una universidad que esté más comprometida con la realidad, con generar efectivamente empleo. En Chile debería haber una universidad más vinculada directamente a la minería. La Universidad de Aysén si se hubiera orientado a los potenciales productivos de la zona no sería el desastre que es hoy día.

¿Y terminar con la gratuidad? Eso sería muy impopular.

Sí, porque la mayoría de los chilenos vive la ilusión de que la universidad les va a dar lo que entregaba hace 20 o 30 años. La transición puede ser reorientar universidades de perfil netamente profesional a la industria nacional, a las áreas donde esa gente pueda ser empleada. Y dos, acortar las carreras. Tenemos carreras que duran cinco años y que podrían durar tres. Si ya asumimos que esos títulos están devaluados, acortémoslos. Eso disminuye el daño económico y le da la oportunidad al estudiante de reinventarse o especializarse en un área con más oportunidades laborales.

¿Y qué hacer con la educación básica y media?

Hay que reorientar la inversión. Necesitamos bajar las cifras de analfabetismo funcional y discapacidad en el uso de aritmética básica. Y también concentrarnos en mejorar la calidad del técnico-profesional. Muchos de los trabajos que más se requieren en el país son técnicos, no son académicos o universitarios. Y, sin embargo, hay un desprecio enorme por el área. Yo creo que hay un problema ya más de fondo y es que el Frente Amplio tiene poco aprecio por la realidad. Son muy teóricos, muy abstractos. Es una izquierda posmoderna, no le interesan los medios de producción. Marx era un apasionado por el mundo, por la realidad, por penetrarla con la razón. Aquí no hay eso. Hace falta compromiso con el mundo real.

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