Smiljan Radic: “Lo que pasó en la ciudad es extremadamente fuerte y no se borra de un plumazo”

Autor del Teatro Regional del Biobío, el arquitecto instaló una carpa inflable frente a La Moneda como parte de la Bienal de Arquitectura. El encuentro se realiza en el barrio cívico y promueve la recuperación del espacio público. Radic reflexiona sobre este tema y el deterioro de la ciudad.


Da la sensación de que podría volar. Frente a La Moneda descansa una estructura frágil y liviana como un globo o una bolsa de papel metálico. Un inflable de 30 metros de largo y más de 20 de ancho que brilla entre los edificios que rodean la Plaza Bulnes. Smiljan Radic (1963), el arquitecto a cargo, supervisa la instalación. Revisa las cuerdas y los pesos de un espacio inusual en el barrio cívico. Alimentada por ocho ventiladores, la carpa alcanza seis metros de alto y da forma a una sala con capacidad para 250 personas, que será el auditorio temporal de los debates y conversaciones de la XXII Bienal de Arquitectura.

Responsable de obras como el Teatro Regional del Biobío o el centro cultural Nave, Radic fue invitado por el Colegio de Arquitectos y el Ministerio de las Culturas, organizadores de la bienal. Por primera vez, el encuentro de arquitectura sale al espacio público y se desarrolla en torno a La Moneda.

Con el tema “Hábitats vulnerables”, la bienal busca promover el diálogo y la reflexión precisamente en torno a la recuperación del espacio público, así como a la vulnerabilidad de la ciudad. El pabellón central se ubica en la Plaza de la Constitución y acoge una selección de 50 obras, realizadas hasta 2018, que responden al rescate de barrios o edificios, como el Barrio Cívico de Boca Sur en San Pedro de la Paz o el Centro Comunitario de Salud Matta Sur. La Plaza de la Ciudadanía, en tanto, recibe un sombreadero diseñado por Jean Araya y Miguel Casassus y una instalación espejeada de Gonzalo Muñoz y Low Estudio.

Smiljan Radic participa con una carpa plateada realizada junto a Nicolás Schmidt, que es una versión mayor y más sofisticada de una instalación que hicieron en 2021 en la Galería Gabriela Mistral. Radic contó con 10 ayudantes, estudiantes de Arquitectura, y destaca la artesanía del trabajo y el sentido de autoconstrucción. Un concepto que está muy enraizado en su arquitectura.

-En términos reales, la autoconstrucción permite, si es que está bien guiada, evitar la vulnerabilidad, porque hay un tema de propiedad, de construir algo propio, y de tener cierta certeza de lo que se está haciendo. No es algo adquirido que viene de fuera, sino algo que uno lo está evaluando minuto a minuto, y eso en una intervención como esta o en una solución habitacional, funciona de la misma manera -dice.

Smiljan Radic y Nicolás Schmidt, responsables del proyecto.

La carpa se relaciona con otra idea que suele inspirar sus proyectos, la fragilidad.

La fragilidad significa poder escapar de ciertos rangos de seguridad que tienen algunos proyectos. Una instalación de arte no tiene el mismo rango de seguridad que la arquitectura. La instalación de arte te permite correr ciertos riesgos, y esa experiencia es muy rica. Este tipo de proyectos tienen eso, permiten riesgos que son acotados, pero corren la valla un poco más allá. Por eso son tan estimulantes.

¿Cómo cree que será recibida?

La bienal está dentro de una campaña política de recuperación de los espacios públicos. Y es una campaña que tenemos que afirmar lo más posible. Entonces, para bien o para mal, esta es una manera de discutir sobre el espacio público que en estos tiempos es extremadamente importante, sobre todo simbólicamente, frente a La Moneda.

¿Qué sentido tiene para usted levantar esta instalación en este entorno?

Desde un circo familiar pobre hasta ese tipo de construcciones inflables que partieron en los 50 y 60 como protesta, había un discurso político institucional. Pero ahora estas cosas significan fiesta, la posibilidad de que alguien entre y se dé cuenta que no es un espacio común y corriente. Y es una forma de alegrar el espacio público. Me parece tremendamente atractivo que la bienal se desarrolle en este entorno.

Carpa de Smiljan Radic y Nicolás Schmidt en la PLaza Bulnes. Foto Cristóbal Palma

Están ocupando un espacio cívico que fue símbolo de división en otra época. ¿Cómo resuena eso para usted?

Sí, acá eliminaron la llama (de la libertad), pero antes eliminaron otra, una llama de cobre que estaba en el monumento a Pedro Aguirre Cerda, al final del Eje Bulnes. Un monumento de Lorenzo Berg, extremadamente vanguardista, de los años 60, que ha sido abandonado perpetuamente; nunca se hizo la pileta, después lo grafitearon y pintaron los granitos. Esos granitos pesan más de 60 toneladas. Quizá habría sido bueno reponer esa llama, para recuperar completo el Eje Bulnes. Yo soy fanático de ese monumento. Ahora, en esta explanada, el siguiente paso es cuándo vamos a poder sacar las vallas papales; ese va a hacer un cambio brutal para el espacio público, cuándo uno va a tener confianza en la gente y va a decir no van a ser necesarias las vallas para proteger algo porque la gente sabe que ese algo es suyo y también es de otros. Y ese es un problema de educación, educación, educación.

En este sentido, ¿cómo la arquitectura puede ayudar a recuperar el espacio público?

El problema del espacio público es que casi no tiene que ver con la arquitectura, tiene que ver con otra generosidad, con otra manera de ver el valor de lo público, perfectamente con un sistema de educación cívica. La arquitectura viene después, para reafirmar esa educación, no para violentarla o tratar de enseñar algo, o bien al mismo tiempo. Pero hay un tema de educación cívica que es extremadamente importante. Todo el mundo le pone muchas fichas a la arquitectura, y la arquitectura es bastante lenta. Los proyectos cuando están listos, casi llegan con retraso, a menos que tengan cierto grado de flexibilidad. Un proyecto público demora entre cinco y diez años.

El escritor Roberto Merino ha dicho que el centro parece escenario de guerra. ¿Cómo se repara un entorno así de dañado?

Muy de a poco, no hay un golpe de gracia, no hay un gran proyecto. Yo creo más bien en las mascadas pequeñas, acá, allá; lo que pasó en la ciudad es extremadamente fuerte y no es borrable de un plumazo. No es que se limpien las fachadas y seguimos perfecto. Las fachadas se pueden limpiar y me parece importante, porque el ser humano es habitado por el mundo que habita. Entonces si solo ve cosas feas, dañadas o malogradas eso le afecta, de una u otra manera. Si uno se contagia el covid por fuera, lo que le entra por la vista también influye en su manera de pensar, en su manera de vivir, en su depresión, en su alegría; eso es extremadamente importante. Todas estas cosas ayudan, pero no es un solo proyecto. Y antes de la arquitectura, tiene que ver con la relación entre las comunidades.

Smiljan Radic, Nicolás Schmidt y su equipo de colaboradores al interior de la carpa.

Uno de los problemas que está sufriendo el centro es el abandono, comercios y oficinas que se van. ¿Qué piensa de ese problema?

El centro es un punto extremo de congestión, donde todas las pequeñas cosas se multiplican por 20 o 40. Sí, hay que evitar que se vayan y hay que proteger las instituciones que forman una cierta civilidad. Me refiero al Museo de Bellas Artes, al Museo de Arte Precolombino, el Mavi, hay que darles presupuesto y herramientas, y que no se vayan, porque cuando esas instituciones se van, esta cosa se muere. Espacios como el GAM o la Galería Gabriela Mistral, cuando se van o son subutilizados ahí se produce realmente abandono. Que se vayan oficinas es importante porque le quitan vida y formalidad, vida de cumplir horarios, de estar racionalmente educados para estar dentro de una ciudad. El abandono en la ciudad es malo, pero se recupera.

Tensiones

El gobierno anunció hace unas semanas el proyecto eje Alameda. ¿Qué piensa de él?

No he visto un proyecto, vi un anuncio. Hay gente que ya estudió el tema, se hizo un concurso público, no sé si están en contacto con ellos, pero creo que siempre es bueno avanzar sobre cosas ya hechas y no empezar cada vez a tratar de hacer algo como si fuera novedad.

Pabellón central de la bienal en la Plaza de la Constitución. Foto de Cristóbal Palma

Se ha planteado levantar un memorial en Plaza Baquedano, ¿le parece buena idea?

Yo creo que ese lugar en específico, más que un monumento, necesita ser un lugar, y un lugar que convoque más alegrías que tristezas. Yo sí creo en la memoria, pero un monumento me suena extremadamente antiguo, es la manera más fácil y también más difícil de resolver el problema, porque nunca va a haber plena satisfacción de todos los grupos. Pero si uno lo transforma en un lugar, una plaza o algo donde se puedan hacer desde protestas hasta celebraciones, es distinto. Argentina ganó el Mundial, se juntaron 5 millones de personas, y no hubo un tarro de basura roto. No tiene que ver con el lugar sino con las personas, con la manera como se apropian del espacio público.

Smiljan Radic hace una pausa y agrega:

-Además, hay que dejar pasar el tiempo. Si hay que celebrar la democracia o el encuentro quizás hay que desplazarse de Baquedano a otro lugar que sea más importante para Santiago o que tenga otra calidad ecológica.

Ese espacio quedó emocional y políticamente cargado.

¿Cómo uno resuelve eso? Quizás aún no tiene solución. Si ese lugar sigue así por un tiempo no pasa nada. No es bonito, pero es porque algo está fallando, y quizás la solución que venga dure poco porque no está enraizada. Ese proyecto como proyecto puntual es un error grave. Si el proyecto está conectado con toda la Alameda y uno dice hay un relato que termina o empieza, puede tener sentido. Mi punto es por qué hay que resolverlo ahora, cuál es la urgencia. Las tensiones pasan con el tiempo.

Usted tenía la idea de hacer una escuela urbana de enseñanza básica, ¿mantiene ese proyecto?

En la oficina estoy esporádicamente trabajando en él. Pero eso tiene que ver con una escala menor, que también es súper importante, de propiedad pública, por ejemplo, el programa Quiero mi Barrio que incentivó Michelle Bachelet. Esa escala te propone cierta propiedad, en el buen sentido, de sentir como propio algo que es de otros. Y ese programa lo hacían los pobladores. En su momento, esos espacios tenían un atractivo y una capacidad de generar en pequeñas baldosas en toda la periferia de la ciudad, en una escala pequeña, mucho entusiasmo y mucha afinidad entre la gente que lo hacía. Aparecía realmente como una cosa coagulante. En cierta medida la escuela o los lugares de cuidado generan aglutinación de las personas, ellas sienten que ahí hay una institución que es valiosa. Lo malo es que aparecen poco en la ciudad.

Boca Sur fue un proyecto que tuvo la virtud de unir a la comunidad.

En Boca Sur había cuatro salas comunitarias, luego fueron ocupadas por la Municipalidad y dejaron de ser comunitarias. Perdió el carácter comunitario, que eran salas talleres adonde iba la comunidad y ellos mismos nos habían entregado el programa para hacerlo. La arquitectura está, la infraestructura está, pero se pierde el guión. Estoy feliz de ese proyecto pero estaría mucho más feliz si lo usaran realmente los pobladores en un barrio vulnerable.

Uno de los grandes problemas sociales del país hoy es el déficit de vivienda. ¿Cómo lo abordaría?

Si el Minvu tiene que construir 260 mil viviendas, deberían hacer un 1% llamando a concurso donde la gente joven pudiera experimentar. Porque aquí hay dos temas: la capacidad del Estado de responder y hacer cosas físicas y la normativa que enfrentas. La normativa y la plusvalía te llevan a hacer un esquema de vivienda determinado y una manera de hacer ciudad. Si uno evita un parámetro de la normativa e invierte un 1% en innovar, esa punta de lanza puede servir para ejemplificar o ayudar a construir el resto de las viviendas, con gente joven, intelectual, arquitectos. Porque si seguimos haciendo las mismas viviendas, se transforma todo en un número; haces tickets: Ah, ya, tengo infraestructura cerca, tengo disponibilidad de Metro, aislación, etc. Y después de tener esos tickets no necesariamente viene una buena vivienda.

El tema de la vivienda digna...

Claro, la vivienda digna se transformó en un párrafo con una serie de condicionantes para dar una respuesta de calidad material. Pero no solo esa calidad material te augura una buena vivienda, ahí es donde entra el diseño. El diseño es cuando cumples esos tickets y le agregas algo que puede producir una buena ciudad o una mejor vivienda. Pero para eso necesitas salirte de ciertos márgenes impositivos. El gobierno no lo puede hacer en términos generales, pero sí lo puede hacer en términos porcentuales menores. Y así es como funciona el mercado: hay ciertas puntas de lanza que van arrastrando al resto. Y lo arrastran porque justamente pueden quebrarle la mano a un sistema que está funcionando mal. Si vamos a seguir haciendo los mismos ejemplos repetidos en todas partes, homogéneos, seguimos reproduciendo lo mismo. Hay una cuota de experimentación que no existe y que debería existir, sobre todo de arquitectos jóvenes. En vivienda se puede hacer mucho, y se puede hacer con el 1%, y va a significar cambios. Este debería ser un tema.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.