Cantos de Represión: la película sobre ex Colonia Dignidad que sorprende en Valdivia

Escena de una presentación artística típica de Villa Baviera ante los turistas que suelen visitar la antigua Colonia Dignidad, parte del documental Cantos de Represión. Crédito: Jirafa Films.

El documental, uno de los favoritos del festival de cine, retrata la vida actual en Villa Baviera: la tercera edad vive en una realidad paralela y los adultos se dividen entre los que no pueden superar sus traumas y los que incluso proyectan su vida en el viejo reducto de Paul Schäfer.


El intercambio de roles y la confusión es parte del paisaje en Villa Baviera. Es indirectamente proporcional a la claridad y nitidez de sus frondosos senderos, sus impecables pastizales y un entorno que a uno de los protagonistas de Cantos de represión le hace decir en un par de oportunidades: “Con esta naturaleza, uno debería poder olvidar los horrores del pasado".

El es Jurgen, el mismo rozagante lugareño que cuenta cómo más de una vez los turistas le hicieron saber que vivían en un auténtico “paraíso”. Abusado y golpeado como casi todos en la ex Colonia Dignidad, hoy intenta vivir de la mejor manera en el lugar que le tocó nacer, 35 kilómetros de Parral a la cordillera.

Su palabra y su imagen es central para entender que trata de contar el elogiado documental de los cineastas chilenos Marianne Hougen-Moraga y Estephan Wagner que compite en el Festival de Cine de Valdivia, que llega a su fin este miércoles 14 de octubre.

Como otros de los 120 habitantes de Villa Baviera, Jurgen aún toma tranquilizantes para amortiguar los sombríos recuerdos del enclave germanoparlante creado y manejado por Paul Schäfer de 1961 a 2005. Su aparente optimismo es respaldado por un temperamento afable (“siempre me dicen que luzco contento”) y eso le sirve para oficiar de guía turístico en la ex Colonia Dignidad.

No es el caso de Horst, quien a duras penas puede lidiar con muchos de sus vecinos de la comunidad y alguien que definitivamente no ha logrado cicatrizar el vejamen físico al que fue sometido en su juventud. Su esposa Helga, abusada sexualmente, tolera aún menos: “¿Acaso el amor y el sexo pueden ir juntos? No lo sabía. No es mi experiencia” comenta en un pasaje donde junto a su esposo conversan con una mujer que parece ser orientadora familiar de la comunidad.

Probablemente quienes abusaron de ella también fueron ultrajados en sus años noveles y es ahí donde se selló y perpetuó el mencionado trueque de roles y la niebla de verdades ocultas que gobernó por años un país dentro de otro país. Es un territorio que, según Cantos de represión, tiene víctimas que son victimarios y que exige apertura de miras para poder dimensionar con claridad.

Miembros del enclave germanoparlante de Villa Baviera en un coro, institución esencial en la vida de sus habitantes. Crédito: Jirafa Films.

Ganadora en marzo del Festival de Documentales de Copenhague (CPH:DOX), uno de los más importantes del mundo en no ficción, y producida por el documentalista estadounidense Joshua Oppenheimer (The act of killing), Cantos de represión es manejado en Chile por Jirafa Films, compañía que espera estrenarlo comercialmente en el primer semestre del 2021. Coincidiría en forma significativa con los 50 años de la llegada de Paul Schäfer a Chile.

Pero, ¿Cómo es posible refrescar la mirada a la historia tantas veces contada en reportajes, películas y series de televisión? ¿Qué nuevo se puede decir sobre esta colonia que guiada por un predicador pederasta esclavizó a sus habitantes y fue cómplice de los crímenes del régimen militar?

“A pesar de que chilenos y alemanes han contado esta historia, la tendencia siempre ha sido tratar de hacerlo en blanco y negro, con buenos y malos”, comenta Estephan Wagner desde Copenhague (Dinamarca), donde vive junto a Marianne Houger-Moraga, su co-directora y esposa.

“Es lo que justamente no queríamos hacer. No íbamos con las preguntas de siempre. Por el contrario, fuimos completamente abiertos y con la intención de comprender la lógica de ellos. Eso es lo que creo resulta bastante sorprendente: percibir esas relaciones”, agrega.

Vida post-totalitaria

La lógica aludida por Estephan Wagner es cruel. Es la que impide que Horst se vaya de Villa Baviera, atrapado entre su desprecio a la comunidad por razones evidentes y la necesidad de vivir ahí para continuar con sus labores de apicultor. Pero es también la que hace que la enfermera María Schnellenkamp decida seguir criando a sus hijos en el mismo lugar donde décadas atrás fue maltratada.

La cámara atenta, paciente y cercana de Marianne Hougen-Moraga y Estephan Wagner registra el día a día de esta profesional de la Universidad de Concepción con domicilio en Villa Baviera mientras reconoce: “Muchas de las personas que abusaron de nosotros hoy son nuestros pacientes. He hablado mucho con ellos”. También reconoce que los daños psicológicos y físicos la dejaron sin habla por varios años.

El trabajo de los directores es tan empático que se permite mostrar a los ancianos, algunos ya relegados a la cama, todos ellos negacionistas de las denuncias y de los hechos. También todos muy religiosos y acostumbrados a reunirse para entonar las canciones bíblicas y nacionalistas que practicaron en su juventud. De ahí el título de la película.

Testimonios de unos y de otros construyen un filme que sus realizadores relacionan con una vida “post-totalitaria”, cuando ya han desaparecido los viejos jerarcas, pero nadie aún dice la verdad y no hay asomos de reconciliación.

“Nos fuimos a vivir cerca de Villa Baviera y estuvimos más de tres años trabajando en la película. Hubo un tiempo que filmábamos todos los días y ellos mismos sugerían en que lugar se podía grabar una escena”, comenta Marianne Hougen-Moraga. Los lazos que ella y Estephan Wagner crearon fueron tan grandes que dicen haberse sentido con el deber de mostrarle el filme a la comunidad de allá antes de que se diera por primera vez en público.

¿Cómo y cuándo se realizó aquella función?

E.W.: Fue a comienzos de marzo de este año, poco antes de que la película se diera en el Festival de Documentales de Copenhague. Dinamarca estaba a punto de cerrar sus fronteras e hicimos un viaje muy rápido de cinco días: mostramos Cantos de represión en una gran sala de Villa Baviera. Tengo la sensación de que fue una especie de catarsis para ellos y muchos nos dijeron que después de tantos reportajes e historias por primera vez se habían sentido retratados como realmente son.

¿Por qué el apicultor Horst y su esposa Helga siguen en Villa Baviera a pesar de que evidentemente no se sienten cómodos ahí?

E.W.: "En el caso de él pasan dos cosas. Por un lado hay un tema económico. Como miembro de la comunidad durante toda su vida nunca ha pagado imposiciones y ahora siente que además está viejo y más cansado. No tiene ninguna pertenencia y ve que no hay futuro para sus hijos. Pero además hay una dependencia psicológica tremenda a partir de un trauma no resuelto: nada menos que 45 años de abusos de todo tipo. Hay una suerte de pacto de silencio que le impide salir de su propia situación. No tienen los medios ni psicológicos ni económicos para ello. Y de ahí creo que se desprende una responsabilidad compartida de dos Estados: de Chile y de Alemania. Me refiero a una responsabilidad de hacerse cargo de ellos.

M.H-M.: "Vivir ahí y depender de aquello es un poco como pertenecer a una familia disfuncional. Pero además en Villa Baviera ni siquiera se ha intentado un proceso de reconciliación. Los detenidos desaparecidos y los muertos de la dictadura son un tema tabú para ellos, del que no se puede hablar. De alguna manera nuestro documental también refleja eso.

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